Asensio decide en un partido con bajón de juego

Vinicius estuvo convocado pero quedó descartado. Su fichaje por el Madrid ha creado unas enormes ganas de verle jugar que el propio Real Madrid frustra. Solo se le puede ver cada quince días y en Valdebebas. Con gradualismo y respeto de las jerarquías, Lopetegui se comporta como el que se compra un coche y lo deja enfundado en el garaje.

Al menos debutaba Odriozola. Con el fútbol pasa como con muchas otras cosas. Se quiere la novedad, lo nuevo, lo joven. Modric o Bale son los “legítimos”, ¿pero no lo cambiarían un rato por Vinicius? Estos planteamientos han de hacerse con absoluta sinceridad. Retener a Vinicius está incrementando el componente libidinoso del madridismo, cuya gestión Lopetegui no debería ignorar.

Pero hay otra cosa en esto. La plantilla se sigue viendo algo corta y prescindir de él una especie de lujo formativo. ¿Está Lucas para tapar la progresión de nadie? Esto, en cualquier caso, era un asunto secundario.

La alineación, con Benzema y no Bale, dejaba seis centrocampistas reales o camuflados en el juego (es interesante, y en esto coinciden Lopetegui y Luis Enrique, que Isco esté jugando más en la línea de delanteros). Todo esto se notó y el Madrid controló mucho la pelota pero con pocos remates. No hubo la salva de tiros alrededor del área del día de la Roma, ni el mismo ritmo sincopado, ni la agresividad.

Empezó como ya es costumbre: buena presión ofensiva, circulación de la pelota más que aceptable y profundidad inicial por donde Odriozola, que parece talmente un canterano.

Mucho merodeo sin vida en el área. Isco era irrelevante por la derecha, Benzema estaba en uno de esos días y no jugaba Mr. Lukita sino el doctor Modric liguero. Para colmo, Nacho tenía los naturales problemas psicomotrices de un diestro al entrar por la izquierda. El balón, eso sí, era fundamentalmente madridista y en su recuperación inmediata había diligencia y una estimulante solidaridad.

El juego estaba siendo demasiado regurgitado, sin que nadie se animase a regatear o chutar y quizás lo mejor fue un taconazo de primeras de Ceballos. Del 25 al 30 hubo un bache en el ritmo del Madrid que se vivía como un deja vu. Ya le ha pasado antes esto. A la altura de la media hora se produce un ligero desbarajuste que parece casi una respuesta orgánica del conjunto. Aunque el Madrid perdía un rato la pelota, llegó sin embargo por primera vez con peligro un remate de Casemiro.

El peligro era más bien españolista y vino en dos ocasiones de una manera similar. Superada la primera presión del Madrid por buenas acciones de Roca o Hermoso, Hernán Pérez se quedaba solo en ataque. En el 35 Courtois le detuvo un tiro demasiado centrado.

Había algo pulcro y muy académico en el Español de Rubi, aunque desde el punto de vista del Madrid esas ocasiones eran asumibles, parecían un justo precio a pagar por mantener la defensa adelantada y la presión erecta.

En ese momento abierto del partido llegó el 1-0. Una contra llevada por Benzema (justificaba así su alineación cuando alguno ya pensaba en Mariano) acabó tras algún tropiezo en Asensio, que ajustó al palo como es costumbre en él. Subió el gol tras la intriga del VAR, y hacia justicia a Asensio, el único con malicia ofensiva en el ir y venir de la pelota. Puede decirse ya que su zurda lidera el ataque. (El vídeo del gol de Asensio)

Hasta el descanso, Ramos estuvo buscando el segundo gol con ambición de delantero.

El Madrid comenzó reanimado con ocasiones de Modric y de Isco. Lopetegui había activado el descanso el stacatto del ataque, pero duró poco. Rubi hizo un doble cambio y Lopetegui sacó por fin a Mariano. Lo primero fue perseguir un balón que se perdía de un modo que no era necesariamente populista. Había nervio ahí, ambición para forzar el “acaso”, el error ajeno.

Junto a él entró Lucas, de modo que Isco, por fin, se podía centrar. Esto no tuvo grandes efectos.

Dos tiros a puerta en 60 minutos era poco para el Madrid y la cosa no mejoró. El Español no se iba del partido, muy al contrario: el larguero evitó el empate de Borja Iglesias.

Rubi juntaba en el campo a Borja, Baptistao y Sergio García. La amenaza era real.

Olvidada ya la presión, el Madrid esperaba en su campo con mayor prudencia y era Ramos el que forzaba a Diego López rematando un gran pase de Isco. Ramos lanzaba al equipo hacia delante con una determinación que parecía temeraria.

Marc Roca manejaba su media con creciente soltura y Lopetegui dobló el pivote con Llorente.

Sin Bale, en el Madrid las distancias parecen más lejanas. Las contras no llegaban y un respetuoso temor se fue apoderando del Bernabéu. El juego madridista se hizo conservador alrededor de Ramos y Casemiro, sus dos valladares. No hubo contras, o las hubo muy mal evacuadas. El Madrid se dispuso para el unocerismo y se agazapó. No supo el Español hacerle daño, con más inquietud que peligro real. El partido acabó sin más, con la sensación flotante de que los pericos eran bastante mejor equipo que la Roma.

Era, como mínimo, una sensación digna de discutirse. Era la Liga otra vez, ese tormento nacional. No fue un buen partido del Madrid, al que las rotaciones debilitarán de modo indudable. Lo salvable, además de Asensio: buena media hora inicial y adecuado agonismo al final.