Garbiñe demuele a Sharapova y llega a las semifinales de París, en la que se enfrentará a Halep

El lema del partido podría haber sido: «Si tú pegas fuerte a la bola, yo más». Y en esa guerra Garbiñe Muguruza venció por «k.o.» a Maria Sharapova. 6-2 y 6-1 para la española, que nunca antes había podido con la rusa. Eran tres los precedentes, pero hace mucho de ellos, el último en 2014, y ahora Garbiñe es diferente. Garbiñe ahora es, entre otras cosas, ganadoras de dos títulos de «Grand Slam», un Roland Garros (2016) y un Wimbledon (2017). Y está en la lucha por el tercero.

Fue imponente el arranque de Muguruza en el encuentro: un «break» para empezar y muchas dudas en la raqueta de Sharapova con el saque, algo que se mantendría durante toda la tarde. Sin entrarle demasiado el primer servicio, con el segundo vivió una tortura, porque del otro lado de la pista le volvía una bomba. En todo el encuentro, sólo fue capaz de ganar su saque dos veces. La rusa es una luchadora, no se rindió, pero la española simplemente fue mucho mejor. Los intercambios eran durísimo, el alma en cada golpe, y quien más podía era Garbiñe, que acababa provocando el error de su rival. Así, con el mismo guión, fue sumando juegos: 1-0, 2-0, 3-0 (esta vez a la cuarta oportunidad, en uno de los momentos más disputados del encuentro), 4-0… Sharapova no sabía qué hacer y por un momento intentó cambiar de plan y apostó por alguna dejada que casi siempre ejecutó mal.

Una vez que cogió carrerilla, Muguruza se dio un respiro y perdió el primer juego del partido, en blanco además, pero el set ya estaba en el saco (4-1). Llegados a ese punto, relajarse es un error, y más si enfrente hay campeonas como Sharapova. Eso Garbiñe lo sabe. La española, que suele ser un torbellino de emociones, está muy centrada este año en París. Comenzó el segundo parcial arrasando, Sharapova encontró un «break» para ponerse 1-1, parecía que volvía al partido, pero resto a resto y cañonazo a cañonazo la número tres del mundo no tuvo piedad para solventar la papeleta con más facilidades de las esperadas. Las estadísticas señalaron que tuvieron los mismos golpes ganadores, diez cada una, pero los errores no forzados (27 la rusa, 15 la española) y la eficacia en el servicio convirtieron el duelo en una paliza.

La trayectoria en Roland Garros de la pupila de Sam Sumyk es, de momento, impecable: se planta en la penúltima ronda sin haber perdido un set y sin que prácticamente ninguna rival haya logrado hacerle cosquillas desde que ganó el primer set en el «tie break» a Kuznetsova en el estreno. Pinta bien.