Nadal, once también en Barcelona

La secuencia es siempre la misma y Rafael Nadal, da igual cuándo se lea, gana en Barcelona después del trampolín de Montecarlo, campeón en la tierra catalana para estirar su palmarés un poco más allá del infinito. Son once Godós, los mismos mordiscos que en el Principado, y aterriza en el Mutua Madrid Open con la confianza por las nubes, claro candidato a todo en esta gira por la arcilla europea que termina en París. Como de costumbre, también en la final abuso y el balear exhibió galones ante el irreverente Stefanos Tsitsipas, que ya sabe lo que supone medirse a semejante gigante en esta superficie. El 6-2 y 6-1 no deja lugar a dudas.

En un domingo desapacible, con lluvia desde primera hora de la mañana, Nadal se comportó como cualquier otro día, aclimatado a la adversidad y encantado cuando tímidamente asomó el sol. Se cruzaba en su camino el joven Tsitsipas, al que habrá que seguir con atención porque tiene cosas más que te interesantes. No es habitual ver a jugadores griegos brillar en el circuito y he aquí una excepción con muchos años de recorrido (tiene solo 19), a cuestas con la etiqueta que él mismo se ha ganado por todas las cosas buenas que ha hecho. En Barcelona, ha ido despachando rivales con una gallardía soberbia y únicamente Nadal, quién si no, fue capaz de detenerle. La lección ya se la lleva aprendida.

Tsitsipas empezó la final como un ciclón, juego en blanco después de cuatro puntos notables. Caían gotas y el griego ni se inmutaba, desgarbado en apariencia, pero con un repertorio amplio e interesante. Tiene saque, una derecha dura, el revés lo ejecuta a una manocon elegancia y agresividad y no se mueve nada mal, con un físico también muy digno aunque todavía esté por pulir. Ante lo desconocido, Nadal se puso las pilas.

Más allá de ese juego inicial, la historia del encuentro la escribió el número uno del mundo, que en un periquete se escapó de manera irremediable hasta el 5-1. Rompió dos veces consecutivas el saque de su enemigo (en blanco) y mantuvo la buena tendencia con su servicio sin la necesidad de regalar florituras o dosis extra de épica.

Fue una pelea demasiado desigual y no parece que nada ni nadie pueda cambiar esa inercia arrolladora de Nadal. Van 46 sets consecutivos, una brutalidad, y el historial se estira hasta los 77 títulos, tantos como los que acumuló John McEnroe. Se adentra además en lo desconocido con 401 victorias en tierra batida y sobra decir que nadie se acerca a su porcentaje de éxito, rozando el 92 por ciento de alegrías siempre que pisa el albero. Poco más que añadir.

La segunda manga, ya con Tsitsipas entregado, fue un paseo, únicamente alterado con las dudas que surgieron en el balear cuando se le complicó el cuarto juego. Supo sacarlo adelante y redondeó su semana fantástica con otro marcador escandaloso, con solo 24 juegos cedidos en todo el torneo. Impulsado en la pista que lleva su nombre, Nadal, campeón hasta el más allá, sin no encuentra oponente y tampoco parece que vaya a surgir alguien en estas semanas previsibles. Simplemente, es único.