Israel y la ONU llegan a un acuerdo que anula la expulsión masiva de inmigrantes ilegales

Es una gran victoria aunque hay que esperar. Lo que está claro es que no hubiera sido posible sin la movilización de las organizaciones que nos apoyan y de los miles de israelíes que se manifestaron de forma increíble contra la deportación», afirma a EL MUNDO el eritreo Emanuel tras la anulación del plan de expulsión de más de 30.000 inmigrantes que entraron de forma ilegal a Israel en la última década.

La noticia- anunciada este lunes por el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu bajo fuertes críticas en la derecha y elogios en la izquierda- corrió como un reguero de pólvora en el sur de Tel Aviv donde se concentra el grueso de los africanos sin papeles en el país. Para unos, emigrantes en busca de trabajo. Para otro, refugiados que pedían asilo tras huir de sus países en guerra.

Tras llegar a un acuerdo inesperado y dramático con la ONU, el Gobierno israelí regularizará la situación de más de 16.000 inmigrantes mientras la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) gestionará en los próximos cinco años la salida de los restantes 16.000 a países occidentales y no a África, como estaba previsto.

Se cancela así el plan que iba a aplicarse estas semanas y que consistía en darles un billete de avión a un país tercero (Uganda Ruanda) y 3.500 dólares. Si no aceptaban -la mayoría, como el propio Emanuel en el sur de Tel Aviv- les esperaría la cárcel.

En los últimos meses Netanyahu había reiterado su promesa de llevar a cabo el programa para «garantizar el futuro de Israel como Estado judío y democrático y salvar el sur de Tel Aviv». Esta desfavorecida zona se convirtió en la última década en el principal espacio de los inmigrantes de Eritrea y Sudán.

Ante la decepción de los más veteranos de estos desfavorecidos barrios y la ira de políticos de la derecha nacionalista, Netanyahu ha explicado que no tenía otra opción. «Después de que el Tribunal Supremo (TS) nos obligara a pactar con un tercer país que estuviera de acuerdo en acogerles y lo encontramos, constatamos en las últimas semanas que no cumplía las condiciones», justificó Netanyahu, destacando que «es el mejor acuerdo posible ya que si hubiéramos esperado al final todos se hubieran quedado aquí».

«La ONU gestionará la salida de 16.250 a países avanzados como por ejemplo Alemania, Canadá o Italia. Hemos logrado que de cada uno que se quede, uno se irá», indicó prometiendo que «el dinero del centro de detención desmantelado será invertido en el sur de Tel Aviv y en la dispersión de los inmigrantes para aliviar el sufrimiento de los barrios en el sur».

Alto precio político

Pero Netanyahu sabe que pagará un alto precio político en la derecha. De ahí que enfatizara su contribución a frenar el flujo migratorio desde África. «Es un día importante. Hace 8 años, la frontera estaba completamente abierta con una previsión de 100.000 inmigrantes ilegales al año ya que somos el único país del primer mundo con paso terrestre desde África. Promoví la construcción del muro en la frontera con Egipto pese a la crítica y escepticismo. Hoy podemos decir que es un gran éxito», presumió.

¿Por qué Netanyahu ha cambiado de opinión? Más allá de que como ha explicado parecía la única alternativa ante la falta de garantías del tercer país de acogida y la posibilidad de la anulación del plan, no hay que olvidar la presión de congresistas y de líderes judíos en EEUU.

En cualquier caso, sus explicaciones no convencen a Naftali Bennett, líder ultranacionalista y uno de sus socios de coalición. «El acuerdo que legaliza la situación de 16.250 personas que se infiltraron convertirá Israel en un paraíso de los infiltrados ilegales. Es una rendición completa ante la campaña llena de mentiras de los últimos meses difundida en los medios de comunicación», ha denunciado.

Shefi Paz, una de las activistas más conocidas contra la presencia de inmigrantes en el sur de Tel Aviv, lo tiene claro: «Es una vergüenza para Israel y para su futuro. Seguiremos manifestándonos».

Shula, también vecina del sur de Tel Aviv, discrepa: «Es una gran noticia que esperábamos hace mucho tiempo. Ahora el Gobierno debe invertir en el barrio. Queremos que se queden aquí y apoyamos su lucha pero debe haber una política de dispersión por todo el país para no provocar que esto sea un gueto«.

«Es un gran triunfo de los que defendemos los derechos humanos», anuncian desde el partido izquierdista Meretz que ha participado en las multitudinarias manifestaciones de protesta en Israel. Actos de protesta multiplicados en los últimos meses conforme se acercaba el inicio del polémico plan.

El líder laborista Avi Gabbay también ha felicitado a Netanyahu: «Tras muchos años, por fin se perfila una solución que tiene en cuenta a los que piden asilo y a la necesidad de rehabilitar los barrios del sur de Tel Aviv».

Pero cada elogio del centro e izquierda del mapa político israelí supone para Bibi un voto menos en el electorado más conservador que le suele dar su confianza en cada cita electoral. El acuerdo con la ONU se convertirá en arma arrojadiza de sus rivales en la derecha que hablan ya de «promesa incumplida».

Una batalla política que no interesa mucho a Emanuel. Como otros muchos eritreos, prefiere agarrarse a la cancelación de la expulsión masiva y a la esperanza renovada de permanecer en Israel. «Si no, me gustaría vivir en Cánada», apunta antes de despedirse.