Xi Jinping apuntala la primacía del partido por encima del Estado

El parlamento chino refrendó ayer la reforma constitucional que incluye la abolición del límite de dos mandatos para el cargo presidencial, enterrando de manera oficial el sistema de transferencia de poder que estableció Deng Xiaoping en 1982 y dejando abierta la posibilidad de que el actual jefe de estado, Xi Jinping, se perpetúe en el cargo de por vida.

La decisión confirma el ingente poder que atesora ya el mandatario, al que un diputado llegó a equiparar con una deidad budista, recuperando un culto a la personalidad que no se conocía en China desde la era maoísta.

Los 21 cambios constitucionales aprobados por la llamada Asamblea Nacional Popular incluyen también la incorporación al texto del pensamiento político de Xi Jinping sobre el «socialismo con características chinas en una nueva era» y la creación de un nuevo organismo anticorrupción nacional que permita intensificar la campaña que lleva a cabo el máximo líder local desde que llegó al poder en 2012 y que le ha servido de forma colateral para eliminar a sus principales rivales políticos.

El Partido Comunista, por encima del estado

Los expertos han advertido que estas medidas no sólo consolidan aún más la preeminencia de Xi Jinping sino también la del Partido Comunista Chino (PCC) sobre el estado, uno de los objetivos cruciales del actual líder chino, en lo que constituye otra regresión histórica en el país asiático.

El nuevo código introducirá asimismo una frase en la que se incide en que el «liderazgo del PCC» es la «característica definitoria» de todo el sistema de poder local, «reforzando, ahondando y expandiendo» la influencia omnipresente de esa agrupación «en todas las áreas y partes del país», como aclaró un texto de la agencia oficial Xinhua.

El liderazgo de por vida y la simbiosis del PCC y el estado fueron dos de los elementos referenciales del maoísmo. Como explicó Li Shuzhong, vicepresidente de la Universidad china de Ley y Ciencia Política, tras el caos desatado por la Revolución Cultural los dirigentes que sucedieron al llamado Gran Timonel con Deng Xiaoping a la cabeza decidieron poner fin a ese sistema de poder hegemónico y establecer una clara división entre el PCC y el estado.

«Pero (con el tiempo) el liderazgo del partido se fue debilitando. Ël (Xi Jinping) cree que el partido está perdiendo poder y que eso es un grave problema. Cree que para reformar China primero tenemos que reformar el partido. El fortalecimiento del mandato del partido mejorará el gobierno del estado», declaró a The South China Morning Post.

El año pasado el principal aliado político de Xi Jinping, el hasta hace poco Zar Anticorrupción, Wang Qishan, se pronunció en términos más que explícitos en este sentido: «no existe eso de la separación del partido y el estado».

La erosión de todo el entramado sucesorio que había creado Deng Xiaoping comenzó ya durante el congreso nacional del PCC del pasado año, cuando Xi Jinping evitó designar a su sucesor, ignorando así la dinámica que se consolidó durante la era de Jiang Zemin y Hu Jintao.

La votación fue una mera formalidad. El papel de la ANP ya quedó de manifiesto durante las últimas dos reformas constitucionales en 1999 y 2004. En el primer caso sólo 21 delegados de 2860 se opusieron a esa directriz. Cinco años más tarde todavía fueron menos: 10 de 2890. Esta vez, la asamblea superó esas marcas al contabilizar 2958 votos a favor, dos en contra, tres abstenciones y uno inválido.

Aunque los medios oficiales han intentado negar que esta reforma permita el poder vitalicio a Xi Jinping, lo cierto es que ya hay legisladores como Chen Jinshi que defienden abiertamente esa opción.

«¿No gobierna el emperador de Japón de por vida? ¿No gobierna la Reina de Inglaterra de por vida? ¿Por qué entonces no puede gobernar de por vida nuestro presidente?», opinó en público. Otros delegados apoyaron que el dirigente continúe como presidente mucho más allá del 2022, cuando finaliza su segundo mandato.

El principal desafío: Estados Unidos

Sin oposición interna, el principal desafío que enfrenta ahora el jefe de estado se centra ahora en el exterior, donde China parece en curso de colisión comercial con EEUU, después de que ese estado impusiera el pasado jueves aranceles a las importaciones de acero y aluminio, dos metales de los que Pekín es el primer productor mundial.

El propio ministro chino de Comercio, Zhong Shan, aseguró a la prensa que Pekín se dispone a «resistir cualquier desafío y defender firmemente los intereses del país» en este sentido, aunque no aclaró si responderá con sanciones a esta primera medida norteamericana.

Zhong defendió la necesidad de «continuar» el diálogo con EEUU «pues nadie quiere una guerra comercial. No tendría ganador, sólo podría ser catastrófica para China, EEUU y el resto del mundo». Este viernes la industria metalúrgica china exigió a las autoridades que respondan con «represalias firmes» que se tengan por objetivo sectores tan básicos para el electorado afín a Trump como el carbón.

El ingente déficit comercial que atesora EEUU respecto a la nación asiática -que cifra en 375.200 millones de dólares- está motivando un auge en la administración que dirige Donald Trump de los expertos más nacionalistas como el economista Peter Navarro, que los medios estadounidenses colocan como favorito para suceder a Gary Cohn en el puesto de asesor comercial del jefe de estado.

La fijación de Navarro con China ha quedado de manifiesta en multitud de escritos como sus libros «Las próximas guerras con China» o «Muertos por China» y expresiones tan demoledoras como aquella en la que definió al país asiático como «el asesino más eficiente del planeta».

Un posible conflicto de este tipo con EEUU representaría un enorme desgaste para ambas economías y pondría en entredicho el auge financiero de la nación asiática, que ya es el principal socio comercial de más de 120 países y cuyas importaciones alcanzaron los 1.840 billones de dólares el año pasado, un incremento del 16 por ciento respecto a 2016.

«Las consecuencias catastróficas» que vaticina Zhong Shan para las finanzas locales pondrían en un brete todo el proyecto político de Xi Jinping, que ahora mismo se asienta en la aquiescencia general propiciada por el evidente desarrollo del país.