Martin Schulz no asumirá la cartera de Exteriores en el Gobierno de coalición alemán

Fuentes del Partido Socialdemócrata (SPD) habían adelantado que «apenas quede cerrado el acuerdo de gran coalición», el partido se ocuparía del ya «plenamente amortizado», Martin Schulz. El afectado creyó zanjada la cuestión pactando con la directiva la cesión de la presidencia del SPD a Andrea Nahles y la cesión de la vicecancillería al nuevo ministro de Finanzas, Olaf Scholz.

Creyó que, retirado en el Ministerio de Exteriores y ocupándose de «refundar» Europa del brazo de Macron, podía salvar la cara y el insostenible descrédito entre los suyos. Pero, tal y como había profetizado, la directiva del SPD inició tal presión sobre Schulz un vez firmado el pacto de gobierno que él mismo se vio obligado a renunciar públicamente a Exteriores y poner así fin a una carrera que no pudo sobrevivir fuera de la burbuja política de Bruselas. Una vez más, el inmisericorde SPD fagocita a su candidato electoral y borra su nombre de las instituciones que gobierna, como hizo con Peer Steinbrück hace cuatro años.

«Renuncio a entrar en el Gobierno y espero que con ello se ponga fin al debate interno en el SPD», hizo público Schulz en un comunicado. «Su decisión merece el máximo respeto y reconocimiento», evitó lamentar la futura presidenta del partido, Andrea Nahles. «Era una contribución necesaria para salvar la credibilidad del partido», celebraba el presidente de Renania del Norte-Westfalia, Michael Groschek, «con él en el gobierno jamás podría haber un resultado positivo en la consulta a las bases sobre la gran coalición». «Renuncia a sus ambiciones personales por el bienestar de la socialdemocracia», se felicitaba el secretario general del SPD, Lars Klingbeil. El único que no se pronunció fue Sigmar Gabriel, en la sombra el principal promotor del sacrificio humano.

A finales de 2016, cuando el núcleo duro del SPD se reunió para preparar su estrategia electoral, Sigmar Gabriel era vicecanciller y ministro de Economía, además de presidente del SPD, con cierto desgaste entre las bases pero férreo control de la estructura. La encuestas ya dejaban claro que Merkel era imbatible y el objetivo era encontrar un candidato capaz de renovar la ilusión del partido o, como comentaba en los pasillos alguno de los asistentes a esa reunión, encontrar a alguien dispuesto a hacer campaña y asumir la previsible derrota. Fue allí donde apareció por primera vez sobre la mesa el nombre de Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo y con mayor proyección internacional que todos los presentes.

Promesa no cumplida

Para lograr que descendiese a la arena alemana, Gabriel le cedió la presidencia del partido, obteniendo a cambio la promesa de que, si finalmente el SPD formaba de una u otra forma parte del próximo gobierno sería él quien ocuparía el Ministerio de Exteriores. «Es lamentable comprobar hasta qué punto se ha perdido el respeto entre nosotros y lo poco que vale la palabra dada», protestaba Gabriel en las redes sociales la noche del miércoles y mientras la campaña de las juventudes del partido contra Schulz alcanzaba su punto más álgido.

Apenas 48 horas después de ese grito de guerra, la directiva emitía un ultimátum y el Schulz sacaba la bandera blanca, dejándonos la duda sobre si la gran coalición cumplirá finalmente con el impulso europeo en el que tanto empeño personal ha puesto durante la negociación.