La comida de trabajo entre Emmanuel Macron y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, confirmó que los derechos humanos y la libertad de expresión impiden «avanzar» en las relaciones entre Turquía y la Unión Europea (UE), aunque París y otras capitales consideran necesario estudiar alguna forma de cooperación o asociación particular con Ankara, para preservar el «anclaje» turco a Europa. Erdogan esperaba salir de su aislamiento creciente en la escena internacional, al ser recibido en el Elíseo como «aliado privilegiado». Macron esperaba confirmar su ascensión en la escena internacional, como muñidor de proyectos de acuerdos internacionales, cuando el comportamiento de Trump, el Brexit y el estancamiento de una Alemania sin gobierno ofrecen a Francia ciertas oportunidades de activismo diplomático.
Tras una comida de trabajo «franca y directa», los presidentes de Francia y Turquía escenificaron unos acuerdos bilaterales de cierta importancia, para confirmar, acto seguido, que ha llegado a su fin, sin retorno, el largo proceso de negociación del ingreso de Turquía en la UE. «Llevamos medio siglo esperando. Comenzamos negociando más de treinta y cinco capítulos, de los que siguen en pie una docena. Turquía está cansada de esperar…» afirmó Erdogan, en un tono verbal comedido.
«Los recientes acontecimientos en Turquía no permiten ningún avance», respondió Macron, agregando: «En su día, la UE cometió el error de dejar pensar que era posible esperar cosas que no podrían realizarse. A mi modo de ver, ambas partes ganaríamos con un discurso de claridad. Estudiar alguna forma de asociación o cooperación particular quizá fuese la manera de asegurar el anclaje de Turquía a Europa. Es imprescindible conseguir preservar esa relación, estratégica para ambas partes. La hipocresía no es útil para nadie. El proceso abierto hace muchos años no podrá evolucionar en la dirección original. Debemos intentar que el pueblo turco construya su futuro mirando hacia Europa…».
A juicio de Macron, la convención europea de los derechos humanos es un «techo» insalvable. Europa debe ofrecer a Turquía una «alternativa» a una imposible «unión». Cerrado, pues, con claridad, el «proceso abierto» con Turquía, «hace muchos años», Macron insistió muy prolijamente en la importancia capital de Turquía como aliado estratégico, para la UE y para la OTAN, en terrenos tan sensibles como las relaciones con el mundo musulmán, la lucha contra el terrorismo, la recomposición en curso de Oriente Medio y el incierto porvenir de Siria «cuando concluya la guerra contra Daesh» y sea necesario «organizar» el futuro regional.
Marginados los derechos humanos, las libertades y el Estado de Derecho, en una Turquía gobernada con mano de hierro (cierre de periódicos, encarcelamiento de periodistas, detenciones masivas, violación de derechos básicos, etcétera) Macron y Erdogan encontraron otros terrenos de entendimiento táctico, como la cooperación reforzada contra el terrorismo, sencillamente indispensable, para Francia y Europa, confirmando que las relaciones policiales y militares con Ankara son «excelentes».
Macron ha hecho evolucionar la posición oficial de Francia sobre Siria. Hollande exigía la desaparición de Al Assad y su régimen. Macron es mucho más flexible y estima posible que Al Assad participe en la gran negociación por venir. Erdogan recordó que Turquía ha recibido a más de 3 millones de refugiados, mayoritariamente sirios, sin que la UE cumpla, según él, sus promesas de ayuda financiera, cooperación económica, comercial, industrial y agropecuaria.