El desplome de la ayuda internacional agrava la crisis humanitaria en África

Conflictos armados, violencia creciente y recortes históricos en la ayuda humanitaria empujan al continente a una crisis sin precedentes

El continente africano es en extremo complejo. Conviven en su territorio miles de lenguas, dioses y culturas desarrolladas durante siglos. Existen aquí la belleza, la riqueza natural y la luz. Países como Botsuana avanzan con paso firme el camino del desarrollo económico. Pero otras naciones, como Sudán, parecen incapaces de escapar de una dinámica de violencia cíclica, la corrupción y las catástrofes naturales. En este punto, conviene recordar que un total de dieciséis países, la mayoría ubicados en la franja del Sahel, atraviesan algún tipo de conflicto armado que agujerea las expectativas de sus ciudadanos.

Decenas de grupos armados operan en República Democrática del Congo. El terrorismo islámico que opera en el Sahel parece imparable. La guerra civil sudanesa y la inestabilidad en Etiopía conectan con las campañas del yihadismo armado en Somalia. Alrededor de 45 millones de africanos viven hoy lejos de sus hogares, ya sea como desplazados internos en sus propios países, refugiados en naciones vecinas o solicitantes de asilo en Europa y Asia. La crisis humanitaria es real y grave.

En este ambiente de calamidades se ha abierto un nuevo agujero que podría aumentar de forma significativa el alcance de la crisis. No hay dinero para sostener tantas emergencias. El último informe del IECAH y Médicos Sin Fronteras sobre la acción humanitaria en 2024-2025 retrata un sistema que no sólo se queda corto, sino que se reduce. Y esa contracción golpea especialmente a un continente donde la ayuda internacional marca a menudo la línea que separa la vida de la muerte.

El documento describe un grave descenso en la financiación humanitaria en 2024 y advierte de nuevas reducciones en 2025, ensanchando la brecha entre las necesidades identificadas en el terreno y los recursos disponibles para hacerles frente. ¿Y qué significa esto, a efectos prácticos? Se refiere a centros de nutrición que cierran, campañas contra la malaria que se cancelan por falta de fondos, almacenes vacíos de medicamentos, ambulancias paradas. La paradoja es obscena: mientras el gasto militar mundial bate récords en los últimos años, los presupuestos destinados a salvar vidas se recortan.

Los ejemplos africanos que muestra el informe son abundantes. Somalia aparece como el ejemplo ideal de que, cuando la financiación se retrae, los servicios pueden fallar en poco tiempo. Es decir, que no hace falta que colapse el Estado; basta con que falte combustible para las cadenas de suministro, se interrumpa la compra de alimentos, se pierdan salarios de personal sanitario… En países como República Democrática del Congo, el problema es doble, al sumarse el conflicto y el recorte. Y la realidad se convierte en una pescadilla que se muerde la cola. Cuando la violencia se intensifica, el acceso humanitario se reduce; cuando falta el dinero, la capacidad de sostener operaciones también se reduce.

Ataques contra misiones humanitarias

Porque el dinero no es lo único que está fallando. El informe insiste en que los ataques contra las misiones humanitarias se han normalizado. En África, donde la mayor parte del trabajo lo sostiene personal local, esta nueva y peligrosa realidad significa que el riesgo aumenta para ellos, cuyas garantías de seguridad son muy inferiores a las de un compañero europeo. Se concatenan los secuestros, asaltos en carretera, ataques a centros de almacenamiento, y la ayuda, que debería ser motivo de unión, se convierte en un objetivo de los hombres armados.

Ahora, por lógica, menos organizaciones se atreven a entrar en las zonas de riesgo y las poblaciones afectadas quedan (aún) más expuestas a los actores armados y sus terribles consecuencias. En este contexto, se considera el «reseteo humanitario» impulsado desde Naciones Unidas en los últimos meses y que pretende hacer más con menos, es decir, salvar el mayor número de vidas con recursos cada vez más limitados. El informe lo trata como una encrucijada. Puede ser una oportunidad si fuerza cambios útiles (menos burocracia, más flexibilidad, etc.) o puede quedarse en un ajuste que sencillamente recorte la ayuda, sin ambages.

El papel de Estados Unidos y el efecto de Trump como principal símbolo de los recortes influye también en esta debacle humanitaria. El documento señala su regreso como una convulsión del escenario y ejemplifica cómo ciertos liderazgos debilitan el sistema, con USAID como el caso más visible.

África queda en el centro de una tormenta perfecta y donde confluyen más necesidades con menos dinero, más violencia, con menos reglas. Pero el informe publicado no suplica caridad. Al contrario. Pide reformas urgentes que mantengan coherencia política. Humanidad, que es una forma de coherencia. En un continente donde las emergencias más graves afectan a media docena de países, esta reforma deseada es una cuestión de supervivencia.