La alemana aguarda a que los partidos lleguen a un acuerdo y que no sea ella la que tenga que tomar una decisión
Bruselas está más pendiente que nunca de lo que pase en España, ya que la formación de la próxima Comisión Europea pasa muy mucho por lo que ocurra esta semana en Madrid. El miércoles debe comparecer Teresa Ribera en el Congreso de los Diputados para explicar su gestión de la DANA y de ello dependerá su futuro en el Ejecutivo de Ursula von der Leyen. Su nombramiento se ha convertido en un auténtico juego de tronos en el que es casi imposible que la alemana no salga malparada.
Von der Leyen lleva varios días haciendo equilibrios con tal de contentar a todos y que ninguno se enfade con ella antes de tiempo. El Partido Popular Europeo ya ha dejado bien claro que no quiere que Ribera forme parte de la próxima Comisión. Buena parte de la culpa la tiene Feijóo, que maniobró lo suficiente en Bruselas para conseguir frenar la votación que hubiese aprobado el nombramiento de Ribera, por lo menos hasta que ofrezca explicaciones sobre su gestión de la DANA.
No se tomaron bien la jugada los socialistas europeos, que contraatacaron poniendo en riesgo todo el Ejecutivo. Sin Ribera no hay Gobierno, parecían insinuar de puertas para fuera, aunque pocos dudan de que un órdago tan grande se llegara a efectuar llegado el momento. Eso sí, la simple intención basta para poner en una tesitura muy grande a Ursula von der Leyen, que se debate entre su partido y una legislatura tranquila de cinco años, sin grandes enfrentamientos con los socialdemócratas.
Un cargo medio impuesto
La política alemana no eligió a Ribera como vicepresidenta por convencimiento, sino más bien por contentar a Pedro Sánchez. No es que tuviera muchas opciones, ya que el presidente del Gobierno designó como única candidata a su ministra ecológica, pero la colocó en un puesto alto de su Ejecutivo para que las relaciones con los socialistas y con Sánchez se mantuvieran tan fluidas como en los últimos años.
Por eso prescindir de ella y solicitar al Gobierno español otro candidato no es tarea fácil para Von der Leyen. Por el momento, trata de mantener el equilibrio entre las fuerzas, sosteniendo que nada ha cambiado y esperando que sea el Partido Popular Europeo el que ceda, o que Ribera cumpla las exigencias que le han impuesto para ser comisaria: dar explicaciones convincentes por la DANA y comprometerse a dimitir si fuera imputada.
Si esto no ocurriera, sería la presidenta de la Comisión la que tendría que decidir si prescinde de Ribera, poniendo en peligro su Ejecutivo, o si la mantiene, arriesgándose a que su propio partido le dé la espalda. Sería como elegir entre enfrentarse a Sánchez y los socialistas o a quienes la auparon al frente de la Comisión. Le daría, sobre todo, la espalda a Feijóo, que tiene mucho peso dentro del PPE y que ya se cuestionó en su día apoyarla en el Congreso de Bucarest, previo a las elecciones europeas, debido a su cercanía con Sánchez.
Si llega el momento de tener que elegir, podría entrar en juego también el cierto enfado que hay en algunos despachos del edificio del Berlaymont con el hecho de que Teresa Ribera siga ejerciendo como ministra. Otros candidatos, como la futura responsable de la diplomacia, Kaja Kallas —que cesó como primera ministra estonia—, dejaron sus puestos para evitar que posibles problemas internos repercutieran en su elección. Ribera, sin embargo, decidió mantenerse en Moncloa hasta tener asegurado su nombramiento y este se puede ir al traste por su gestión en la DANA.