Sánchez se juega la legislatura y dar por terminado el «procés»

El Gobierno verá legitimada su política de distensión, si el independentismo no suma

Todas las elecciones tienen una lectura nacional, pero las que el próximo domingo se celebrarán en Cataluña tienen un potencial desestabilizador sin precedentes. La dependencia de los partidos independentistas, que tienen un peso central en la mayoría que sostiene a Pedro Sánchez, convierte esta cita electoral en el Rubicón de la legislatura. No en vano, el propio presidente ha dejado en suspenso la aprobación de los Presupuestos, con el impacto político que tiene renunciar a los del ejercicio actual, hasta que las urnas clarifiquen un escenario que permita reequilibrar las fuerzas de cara a la negociación y a la viabilidad del Ejecutivo.

El Gobierno se la juega. No tanto en los resultados imputables a su candidato, Salvador Illa parte como favorito en todas las encuestas, sino en la pujanza del independentismo. Más allá de la victoria del PSC, que se da por hecha, la noche del domingo en Moncloa la calculadora echará humo para certificar su principal objetivo: que el independentismo no sume. Si esto ocurre e Illa gana con comodidad, superando la barrera de los 40 escaños, será la confirmación de que la política que Sánchez ha desplegado en Cataluña ha fructificado. Supondría un respaldo a la negociación con el independentismo, como herramienta para neutralizarlo, en la que el Gobierno se ha dejado la credibilidad y por la que ha sufrido un fuerte desgaste.

Si, por el contrario, el independentismo suma y Carles Puigdemont obtiene un buen resultado, la lectura sería adversa. Supondría que los catalanes siguen receptivos a la apuesta soberanista y rupturista del expresident fugado. «No sería un buen escenario, porque podría interpretarse que Cataluña no quiere pasar página», señala un ministro del Gobierno, donde se jactaban hasta ahora de que el «procés había muerto».

Que el independentismo no sume sería un espaldarazo para la política de Sánchez, pero no acabaría de despejar el horizonte. Primero, habrá que sortear la repetición electoral, lo que llevaría a la legislatura a una pausa indefinida, y en caso de establecerse una entente para gobernar, también tendrá su impacto cómo se articule la composición de las mayorías. La aritmética de Sánchez en Madrid es tan volátil que si alguno de los socios quedara excluido de la ecuación de la gobernabilidad en Cataluña, podría cobrarse la venganza en Madrid, retirando su apoyo al Ejecutivo. En Moncloa creen que ninguno de los partidos tiene incentivos para facilitar que llegue al poder el PP, pero los independentistas no ofrecen esa garantía y condicionan su apoyo a lo que ocurra el domingo.

En clave de liderazgo, los resultados pueden ser un aldabonazo o ahondar en el desgaste de Sánchez. Tras su periodo de reflexión, el presidente se ha refugiado en la campaña y en Moncloa asumen que un buen resultado, permitirá centrarse en condiciones favorables en la campaña para las europeas. Con un resultado adverso, no ocultan que supondría un golpe para Sánchez y podría minar un liderazgo que, aunque no está en cuestión, sí ha mostrado fallas tras la tensión a la que sometió a su partido con su amago de dimisión.