Fernando Grande-Marlaska, el hombre transformado por el poder

Defiende como ministro lo que antes perseguía como juez; es el precio que ha tenido que pagar para permanecer en el Gobierno de Pedro Sánchez

Si Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1962) se encontrara con el hombre que él mismo era hasta hace unos años, lo más probable es que ambos acabaran discutiendo. A pocas personas el poder ha transformado tanto como a este juez que antaño perseguía lo que ahora defiende. Es el precio que ha tenido que pagar para permanecer en el Gobierno de Pedro Sánchez y convertirse en el ministro del Interior más duradero y, probablemente, más rechazado de la democracia.
Hay que ser de hielo para no acabar calcinado en uno de los puestos que más quema del Gabinete de ministros. Sobre todo, cuando se acumula un palmarés de errores, fracasos, abusos y mala gestión que avergonzaría a cualquiera. Hubo un tiempo en que los ministros tenían sentido de la dignidad, y dimitían por mucho menos: Antonio Asunción lo hizo en 1994 porque se fugó Luis Roldán. Él no fue el responsable del fallo policial; dimitió por responsabilidad política. Pero Marlaska aguanta todo, incluso el desprecio de la viuda de un guardia civil asesinado por los narcos al que envió a combatir en desigualdad de condiciones.
Fernando Grande-Marlaska, en el Congreso de los Diputados

Fernando Grande-Marlaska, en el Congreso de los Diputados GTRES

El episodio que mejor le define

Igual que le ha ocurrido a su jefe, Marlaska tampoco ha sabido digerir el poder. Como juez estaba acostumbrado a dar órdenes que nadie discutía, y uno de sus grandes errores ha sido trasladar a la política esa forma de ejercer, como si sus decisiones fueran infalibles. Y ha terminado convertido en un arrogante incapaz de reconocer un error y rectificar.

En cuanto tocó poder, el Marlaska juez quedó devorado por el Marlaska político, pero el episodio que mejor define su personalidad es el que protagonizó con el coronel Diego Pérez de los Cobos, cuando llegó a exigirle que cometiera una ilegalidad y, como el guardia civil se negó a delinquir, le purgó. Tuvo que pararle los pies el Tribunal Supremo, que le obligó a readmitir al coronel.

Marlaska acumula una larga lista de decepcionados, pero entre todos ellos destacan las víctimas del terrorismo. Ellas llegaron a confiar en el juez que también había estado en el punto de mira de ETA, en el juez que había ordenado la entrada en prisión de Otegui y que había prohibido manifestaciones abertzales.
Pero pronto descubrieron al otro Marlaska, el que acercó a todos los asesinos de ETA a las cárceles vascas y navarras; el que transfirió las competencias de prisiones al Gobierno vasco para acelerar la libertad de los presos, el que consintió sin rechistar que los etarras fueran en listas electorales y el que ejecuta las exigencias que pide Bildu a cambio de sus votos.
Policías nacionales y guardias civiles se concentran en Melilla para pedir la dimisión de Marlaska

Policías nacionales y guardias civiles se concentran en Melilla para pedir la dimisión de Marlaska EFE

Luego están los que se sienten traicionados, como son los guardias civiles y policías nacionales que dieron la cara por España en Cataluña en octubre de 2017, y que ahora verán amnistiados a todos los que entonces delinquieron. O los agentes que ha dejado desguarnecidos en el Campo de Gibraltar. Llevaban cuatro años de éxitos en la lucha contra el narcotráfico con la unidad de élite OCON Sur: más de 10.000 detenidos, más de 1.400 toneladas de drogas incautadas, más de 60 millones de euros aprehendidos y más de 300 millones de euros en bienes incautados a los narcos, según un balance hecho público por Vozpópuli.
Y así fue hasta que Marlaska decidió desmantelar el equipo en 2022. Estaba claro que la unidad era demasiado molesta para los poderosos señores de la droga instalados en Marruecos, pero, desde los medios afines al Gobierno, se dejaron caer sospechas nunca explicadas ni probadas sobre la unidad.

El caos de la inmigración ilegal

Capítulo aparte es el de la inmigración ilegal, una historia de improvisación y golpes de efecto que comenzó con la acogida «ética» del barco Aquarius, siguió con la promesa de la retirada de las concertinas, continuó con la tragedia de la valla de Melilla (nunca se supo la cifra exacta de muertos), la devolución de menores en caliente, el colapso de la zona de asilo del aeropuerto de Barajas y con el reparto, sin previo aviso, por distintas ciudades de la península de cientos de inmigrantes llegados a Canarias.
La realidad es que la inmigración ilegal se le ha desbocado a Marlaska. El año pasado se disparó un 82 %, con la llegada de 56.800 personas, y el pasado enero fue mucho peor que todo lo anterior, con más de 8.000 llegadas en un solo mes.
Pero no importa cuántos errores cometa Marlaska, ni lo graves que sean; lo que está claro es que, mientras siga siendo útil a Sánchez, este ministro implacable con sus subordinados y pusilánime con Marruecos seguirá como responsable de Interior.