Moncloa presiona para «apagar» a Puigdemont ante la jura de Leonor

Aprieta a los socios para poner sordina al contenido de lo que está en la mesa de negociación

La negociación entre Moncloa y Carles Puigdemont se ejecuta en un marco de máxima desconfianza recíproca. El expresidente de la Generalitat se mantiene en la exigencia de la mediación y, al mismo tiempo, en el PSOE se ha instalado la sensación de que han avanzado tanto en el camino de la amnistía que hoy ya son «rehenes» de Puigdemont y tienen imposible la marcha atrás. Por más que el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, esté evitando la palabra «amnistía», como si estuviera maldita, han llegado a tal nivel las gestiones y el intercambio de «papeles» que hay ministros que temen que desde el entorno de Junts usen ese material en su contra si la negociación no termina como quieren y esto amenaza con una repetición electoral.

La estrategia de Moncloa de nadar y salvar la ropa «no tiene salida». O así lo están viviendo dentro del PSOE, donde el mensaje oficial de que habrá acuerdo e investidura a mediados de noviembre no rebaja el estado de desasosiego con el que están siguiendo la evolución de los acontecimientos durante estas semanas. Si en el último momento Puigdemont estirase la cuerda hasta el punto de romperla, Sánchez se quedaría desnudo frente a lo que ya ha aceptado en la negociación con Puigdemont y tendría que ir a las elecciones sin margen para liberarse de esa mancha. Ha llegado un punto en el que puede decirse que los negociadores han cruzado el Rubicón y la posibilidad de recurrir al discurso de que el acuerdo se habría roto porque no han querido ceder a las exigencias de Puigdemont no sería creíble, pero es que, además, tienen sobre sí la espada de Damocles de lo «papeles» que guarda Puigdemont sobre lo que está hablando con sus interlocutores de Moncloa. Así lo analizan dentro del PSOE.

El sábado hay Comité Federal del PSOE y la expectativa de que pueda levantarse alguna voz crítica resuena por las cañerías socialistas, aunque en Ferraz den por controlada la situación y descarten rebeliones internas. Al presidente de Castilla-La Mancha , Emiliano García-Page, le tienen por un verso suelto, del que dicen «predica en los círculos de la derecha y hoy no representa ni a la militancia de la organización regional manchega».

Sánchez no someterá al Comité Federal, convocado para refrendar el acuerdo con Yolanda Díaz, el contenido de la conversaciones con Puigdemont, ni tampoco esa amnistía que Moncloa da por prácticamente culminada a falta de flecos, no menores, porque tienen que ver con el reconocimiento de la nación catalana o de los mecanismos de verificación del acuerdo. De hecho, la intención de Ferraz es que la reunión sirva de plataforma de apoyo al pacto progresista firmado con Yolanda Díaz, sin que nadie dentro del partido se atreva a levantar la voz para poner en riesgo la posibilidad de mantener el Gobierno de la Nación.

En el núcleo de confianza del presidente del Gobierno en funciones se refuerza estos días la exigencia de silencio absoluto en todo lo que tenga que ver con la negociación de la investidura con los independentistas y nacionalistas vascos, «hasta que pase» la jura de la Constitución por parte de la Princesa de Asturias, el próximo martes, con motivo de su mayoría de edad. Temen que los socios no solo monten el «circo» en el Congreso, sino que aprovechen la coyuntura para situarles en una incómoda posición con movimientos o declaraciones que coloquen el foco en el contenido de las negociaciones justo cuando Sánchez está obligado a ajustarse de manera escrupulosa al papel institucional que desempeña como jefe del Ejecutivo en funciones.

La sesión histórica de próximo martes es una «bomba de relojería» para los socialistas, porque sus interlocutores en la mesa de negociación –principalmente el independentismo catalán, pero tampoco se fían de Sumar, ni de Podemos– se mueven en un marco en el que todo lo que suponga desafío institucional y comportamiento disruptivo les beneficia a costa de las siglas del PSOE.

De ahí que el objetivo del equipo de Sánchez sea superar un Comité Federal tranquilo –«Page no se atreverá a salir al ruedo porque está solo»– y apagar el trueque con Puigdemont hasta que pase la sesión parlamentaria del próximo martes. Estar del lado constitucionalista al tiempo que en la mesa de negociación se discute sobre un proceso de cambio en el modelo territorial, nacido de la Carta Magna del 78, en el que entra el concepto de nación, de soberanía y de garantías en el caso de conflicto. Esto es lo que quieren en Moncloa, si bien en las filas socialistas se temen que «la liturgia del acto que se celebrará en el Congreso no tendrá la fuerza suficiente como para maquillar con quien estamos buscando encamarnos».