Hilvana: tejiendo barrio y un futuro para las mujeres

El colegio Ramiro Solans de Zaragoza acoge a 22 mujeres del barrio Oliver inmersas en un taller de costura que ahora cuenta con marca propia

«La escuela debe ser un agente de transformación social». Esa es la premisa con la que trabajan desde el colegio Ramiro Solans del Oliver de Zaragoza en un proyecto de carácter integrador en el que participan 22 mujeres del barrio. La iniciativa se llama Hilvana, surgió en 2005, y nació como un taller de costura para las madres de los alumnos del centro. Ahora tienen su propia marca. Pero Hilvana es mucho más. «Para ellas esto es su segunda familia», cuenta Rosa Llorente García, directora del colegio. «Aquí se sienten empoderadas, con fuerza», añade.

Pero, ¿en qué consiste Hilvana? Fue en el curso 2005-06 cuando desde el centro lanzaron un proyecto de innovación educativa para abrir la escuela a las familias e implicarlas en su funcionamiento. Entonces, las madres, tías y abuelas de los alumnos pidieron usar un espacio que estaba libre en el colegio donde poder recibir clases de costura.

El colegio fue el que asumió primero el coste de contratar a una profesora. «Fue una forma de que entraran a formar parte de la vida diaria del cole. Venían, aprendían a coser, se arreglaban los bajos de un pantalón, se hacían un vestido…», recuerda Llorente. Primero, fueron mujeres de etnia gitana las que entraron en este taller. Después se sumaron las de procedencia árabe y las subsaharianas.

«Yo llevo 19 años aquí y primero éramos solo gitanas. Cuando entraron el resto (las mujeres magrebíes), como no nos conocíamos, nos daba respeto juntarnos con ellas. Pero ahora las queremos muchísimo. Somos una familia», cuenta Mari Carmen Campos mientras plancha. «Me encanta. Hoy le he enseñado a una compañera que no sabía», dice.

«Compartir este espacio les ha permitido estrechar los lazos entre sus diferentes culturas y mejorar la relación entre ellas. Además, antes eran mujeres invisibles. Ahora son referentes»

Y es que Hilvana, además de un «proyecto de emprendimiento femenino», cumple también una labor de inserción y de mejora de la convivencia en el barrio del Oliver. «Compartir este espacio les ha permitido estrechar los lazos entre sus diferentes culturas y mejorar la relación entre ellas. Además, antes eran mujeres invisibles. Ahora son referentes. Las conocen por la calle», afirma Llorente junto a Amparo Jiménez, jefa de estudios del Ramiro Solans, y Daria Gavrilova, de la Fundación San Ezequiel Moreno.

Precisamente, una muestra de lo integrador de este proyecto es quién está detrás. Además del colegio público Ramiro Solans (Educación), está el Plan Integral del Barrio Oliver (PIBO), y por lo tanto, el Ayuntamiento de Zaragoza; la Fundación San Ezequiel Moreno, así pues, el tercer sector; y la Escuela Superior de Diseño de Aragón, cuyos alumnos y profesores colaboran diseñando telas, patrones, estampados y hasta muebles para las mujeres de Hilvana. «Trabajamos muchas instituciones diferentes», dice la directora de la escuela.

Hilvana: tejiendo barrio y un futuro para las mujeres

Hilvana: tejiendo barrio y un futuro para las mujeres

Otra de las patas fundamentales de este proyecto es Ana Carmen Máñez García, la técnico sociolaboral de inserción. «La profesora de costura, vamos», aclara ella misma. Lleva en Hilvana casi desde el principio y sus alumnas le tienen por un referente absoluto. «En cuanto entramos por la puerta sabe ya si estamos mal o bien», dice una de las mujeres que forman parte de esta iniciativa. «Hay muchas que han puesto a sus hijas de nombre Ana en homenaje a su profesora», cuenta la directora del colegio. Máñez García cuenta que Hilvana es una familia. Que ha hecho todo lo que ha podido para seguir adelante, incluso cuando la financiación del proyecto se vio comprometida después de que una oenegé que colaboraba anteriormente se marchara. Ahora, es la Fundación San Ezequiel quien aporta fondos, por lo que también va a colaborar con ellos. «El 10 de abril comenzamos un nuevo proyecto, Confeccionando oportunidades, también de costura pero que está dirigido a personas con discapacidad física y psíquica como mínimo del 33%», explica la profe.

Desde el año 2005, cuando nació Hilvana, este proyecto ha ido creciendo y profesionalizándose. En 2015 es cuando se dio un salto importante al incorporarse al programa Ayuda en Acción. Entonces, las clases de costura dejaron de serlo como tal y se convirtieron en una herramienta «que permite romper las barreras de la exclusión social». «Introdujimos entonces el objetivo de ayudar a las mujeres a introducirse en el mundo laboral», cuenta Llorente. «La escuela debe ser un agente de transformación. Hay algunas que legitiman la desigualdad y otras que fomentan el cambio social», añade la directora del Ramiro Solans.

Hay alguna de las mujeres que participan en el proyecto que antes no sabían ni leer ni escribir. Al formar parte de comunidades estancas, no tenían oportunidad de practicar el castellano. Y para eso también les ha servido Hilvana. En Navidad hacen ya hasta comidas de empresa.

Un crecimiento constante

Poco a poco, Hilvana ha ido creciendo. En 2019 participaron como marca propia en la Aragón Fashion Week. Entonces les donaron telas y patrones exclusivos con los que han ido trabajando. Hoy en día, aceptan encargos de todo tipo. Ellas han sido las encargadas de tejer unas bolsas encargadas por la junta de distrito del barrio para fomentar la compra en el comercio local. Y esta semana que se va han estado inmersas en la confección de gorros sanitarios y totebags para una sanitaria que participa en un congreso y quiere recaudar fondos para llevar medicinas este verano a Costa de Marfil.

«Yo aquí he aprendido mucho. No sabía hacer nada. Creo que vamos a llegar muy lejos», confiesa Alda María Dos Reis, una de las mujeres Hilvana. «Llevo dos años y me siento genial. Esto es como mi familia. Si alguna está triste nos ayudamos», añade otra mujer, Latifa. «Mi sueño es que esto siga adelante y convertirnos en profesionales», cuenta una tercera, Séfora.

Todas miran al futuro con ambición. «Ellas dicen que son ya las reinas de las bolsas y las totabags, que han hecho muchas. Quieren dar el salto. Hacer y vender ropa. Alta costura», dice Llorente. Y en el camino están.