¡Rebeldes!

Vivimos una cultura de muerte. Millares de abortos en nuestro entorno y, muchos más, allende nuestras fronteras. Millones de muertos por hambre, enfermedad y guerras en nuestro mundo que, a nosotros, -parece- no nos afectan.

La injusticia e insolidaridad señorean un planeta –que es el nuestro- lleno de la soledad y amargura de los más débiles: niños utilizados y ancianos desamparados.

Violencia en nuestras calles y en los hogares, Mujeres maltratadas, familias deshechas, paro, angustia, incultura, explotación, marginación y muerte.

A nuestro alrededor: pobreza, un poco más lejos: miseria, pero nosotros miramos a otro lado, como si la cosa no fuese con nosotros, y seguimos apegados a nuestro tren de vida.

Por todo ello, si hay algo que los jóvenes tenemos que ser ahora es “rebeldes”. Se dice que la rebeldía es característica de la juventud pero ahora… ¡no hay rebeldes! Estamos acomodados viviendo la vida fácil que nos procura nuestra sociedad de consumo.

No tenemos ideales. No queremos cambiar el mundo, sólo aspiramos a hacernos un hueco en el que ahora existe, y vivir lo mejor posible. Si alguna vez saltamos, es como consecuencia, de la agresividad que se dispara ante la frustración de una vida sin sentido.

No somos felices y, a nuestro alrededor, el asombro se apodera de los que nos quieren cuando lo detectan. ¿Cómo es posible si no te falta de nada? ¡No entiendo a la juventud de hoy, que tiene todo lo que quiere y, sin embargo, parece triste!

Vivimos el ahora buscando la felicidad en las cosas que poseemos: el dinero que todo lo consigue, el placer que trata de llenar el vacío que experimentamos, el poder de un título y de una posición que nos brinden seguridad para el futuro que, a fuerza de esperarlo sin hacer nada, se nos antoja negro… muy negro.

En todo caso trabajamos y estudiamos para nosotros y nuestro porvenir. Alejados de los demás y sus problemas incluso –de aquellos- que tenemos mas cerca.

Tenemos miedo, un temor creciente, a perder mañana lo que ahora disfrutamos. No queremos luchar, ni esforzarnos –porque ello- nos aparta del bienestar presente. Gozamos de una situación privilegiada que no nos merecemos, que nos ha sido dada –pero pensamos- a la que tenemos derecho.

Hemos perdido la fe en nosotros y nuestro destino y hemos matado –entre todos-, en esta cultura de muerte, la Fe en Aquel que con su Muerte y Resurrección nos da la Vida.

Rebeldes como aquellos que con su vida dan testimonio de inconformismo desde el Zaire a Roma; desde Calcuta a New York.

Los jóvenes españoles siempre hemos sido rebeldes y no hemos de dejar de serlo –ahora- que una tarea urgente nos llama. El mundo, nuestro viejo mundo se muere. ¿Por qué no hemos de animarnos a llenarlo de vida?