JAVIER FERRER FUNDADOR Y PRESIDENTE DE LA FEDERACIÓN DE EMPRESARIOS DEL METAL DE ZARAGOZA DESDE 1977
El histórico líder de la patronal del Metal de Zaragoza deja la presidencia, que dirigía desde 1977 | Habla en esta entrevista sobre los tiempos de la Transición, «cuando se creó el diálogo social» y el futuro de las relaciones entre trabajadores y empresarios | Dice Ferrer que «una huelga es normal y entendible» siempre que se dé «dentro de la paz social»
Durante casi medio siglo ha dirigido Javier Ferrer Dufol (Zaragoza, 1945) la Federación de Empresarios del Metal de Zaragoza. De pronto ha decidido dejarlo. Se retira ante la sorpresa de algunos de la organización que él mismo fundó en 1977, la patronal del motor industrial de Aragón desde la Transición que aglutina a 3.500 empresas que dan trabajo a más de 60.000 personas en Aragón.
Le quedaban más dos años de mandato. ¿Por qué se va?
El ambiente político es hoy muy tenso y los empresarios estamos siendo muy agredidos. Incluso se nos insulta. Los dos últimos años ha ido a peor y la situación ha sido lo suficientemente complicada para los empresarios, por lo que merece la pena tomar decisiones, dejar paso a gente con sangre nueva, con impulsos renovados y nuevas ideas. Las organizaciones que les representan tienen que cambiar radicalmente y adaptarse a los nuevos tiempos. Yo viví el nacimiento de esas organizaciones, cuando creábamos instituciones y el diálogo social, pero aquella era una situación muy distinta.
¿Para dejar paso a la sangre nueva había que esperar 46 años? ¿O podría haberse retirado hace diez, veinte años?
O treinta (ríe). Yo entiendo que quien manda de verdad en las organizaciones empresariales es el empresario que está afiliado. Nosotros debemos conocer los intereses de los empresarios y creo que yo los he conocido muy bien. Sin embargo, para conseguirlo se debe estar en los sitios donde se defienden esos intereses, donde se da la cara. Fui dos veces vicepresidente de la CEOE nacional, presidente de la patronal del Metal en España (Confemetal) y ahora estoy en el Consejo Económico Social de España. Para alcanzar esos lugares se debe trabajar mucho. Eso no se hace en seis, ni en ocho, ni en diez años.
«El ataque personal a quien crea empleo y empresas y a las instituciones me parece denigrante»
¿Seguirá en esos cargos o se retira de todo?
Retirarme lo tengo difícil porque no sé hacerlo (vuelve a reír). Tengo salud y en la medida en que el nuevo presidente [presumiblemente será Benito Tesier, de momento único candidato] quiera utilizarme para aportar estaré a su disposición. También tengo que decir que para estar en las organizaciones empresariales hace falta muchísimo tiempo y una dedicación muy alta. No es fácil encontrar a un empresario que pueda dejar su negocio. Yo ahora estoy más libre de tiempo, y jubilado, por lo que puedo dedicarle tiempo.
Alguna vez se le criticó por haber dejado de lado su faceta de empresario.
No lo sé… He estado muy pegado al empresariado, pero muchas veces sí he tenido que abandonar a mi familia y a mi empresa, aunque siempre he tenido buenos colaboradores. Con tantos años en esto comprenderás que se pasan altos y bajos, que hay aciertos y equivocaciones. Pero al final, si permaneces es que no lo has debido de haber tan mal. Me habré equivocado muchísimas veces, como todos los empresarios, sobre todos los pequeños, que viven, se arruinan y triunfan en algunos momentos. Y yo admiro igual al empresario que triunfa que al que se arruina.
«Admiro igual al empresario que triunfa que al que se arruina»
¿Usted era de los que triunfa o de los que se arruinan?
Yo era un empresario comprometido, que se ha vuelto loco para reparar las cosas que fallaban, intentaba mantener unas buenas relaciones con sus trabajadores, pagándoles bien e incluso por encima del convenio. He sido un pequeño empresario en realidad, nunca he tenido más de 14 trabajadores, que con todos los avatares a veces se ha arruinado y otras ha triunfado.
¿Cómo ve la coyuntura actual para la economía?
Parece que le problema de los precios de la energía y el gas se está arreglando, pero nos preocupa la inflación y el encarecimiento de las materias primas. Cuando se presenten las cuentas de resultados de este año habrá pérdidas o serán bastante peores que en años anteriores. Sin embargo, hay un tercer tema que es dramático: falta mano de obra. Las empresas están rechazando pedidos porque no hay trabajadores para elaborarlos. No hay un problema gravísimo de que la economía se vaa parar, así que diría que la escasez de mano de obra es el principal problema de las empresas. Y, curiosamente, tenemos un paro altísimo.
«Presencié el inicio del diálogo social cuando Nicolás Redondo (UGT) y Carlos Ferrer (CEOE) se pusieron de acuerdo para hablar mucho más profundamente en una conferencia en Ginebra. Allí nació la actual relación entre trabajadores y empresarios»
¿Ha cambiado mucho Aragón en estos 46 años?
Ha cambiado todo radicalmente. Hablar de seguridad en el trabajo hace 45 años era algo excepcional. Ni te hablo de la gualdad de género, que ni existía en el ámbito laboral. Por otro lado, la economía de Zaragoza y Aragón se ha diversificado. Antes el Metal era muy fuerte, y ahora, sin dejar de serlo, han crecido sectores como la logística, la alimentación o la investigación. La velocidad de cambio es espectacular y el futuro es brillante, a no ser que nos compliquemos la vida con salvajadas como la guerra de Ucrania o esta ridícula radicalización política. La estabilidad es fundamental para el desarrollo de la economía.
Le noto cierto optimismo.
A medio plazo, sin ninguna duda. Las diferencias con hace 45 años son abismales. Pero abismales de verdad. Hay empresas que están exportando maquinaria agrícola a Australia desde Aragón. Eso era impensible hace 5 o 10 años, pero ¿quién se lo iba a siquiera imaginar hace 40? Soy optimista, pero las cosas tienen que cambiar y facilitar las cosas a las empresas.
¿Qué recuerda de esos primeros pasos del mundo laboral en la Transición?
Si se mira hoy, puede pensarse que la Transición fue época de enfrentamientos y tensiones gordísimas, pero lo cierto es que en seguida montamos el diálogo social y empezaron a bajar las huelgas. Nunca es deseable, pero que haya alguna vez una huelga para presionar es algo normal. Es entendible siempre que sea dentro de una paz social generalizada.
Se dice por ahí que le tocó bregar con Marcelino Camacho…
Camacho era un hombre muy frugal, ibas a un restaurante y se pedía una tortilla. Muy joven, no sé por qué, me hicieron vicepresidente de la CEOE con su fundador, Carlos Ferrer Salat. Me recorrí media España creando la organización y participé en la negociación del Acuerdo Marco Interconfederal, que dio lugar al primer Estatuto de los Trabajadores. Hace muy pocos días murió Nicolás Redondo [el histórico líder sindicalista que dirigió la UGT 1976 y 1994]. Tuve una buena relación con él y vi cómo nació el diálogo social entre Carlos Ferrer y Redondo durante una conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra. Allí se pusieron de acuerdo para hablar mucho más profundamente. Allí nació el diálogo social y la relación de los trabajadores.
También vivió en sus carnes las disputas de poder entre las organizaciones empresariales, como la unión de CEOE y Cepyme en Aragón.
Creo que es normal que haya habido tensiones y diferentes formas de entender cómo debían organizarse las empresas. Estamos hablando de demasiados años como para que no haya habido problemas. Ha habido personas que se han sabido llevar bien y otras que no se han sabido entender. No obstante, en Aragón hemos sido bastante sensatos y han sido muchísimos menos de los que teóricamente podría haber habido.
«Tenemos un problema dramático con la falta mano de obra. Las empresas están rechazando pedidos porque no hay trabajadores para elaborarlos»
Se va justo antes de comenzar la negociación del nuevo convenio del Metal de Zaragoza, un buque insignia de los acuerdos laborales en Aragón.
Me voy antes de negociar el convenio porque debe ser el nuevo presidente el que tome las decisiones. Durante todos estos años hemos tenido unas buenas relaciones con los sindicatos. Ellos defendían sus intereses y nosotros los nuestros, como era nuestra obligación. El resultado ha sido que los salarios son bastante decentes en el Metal, por encima de otros convenios. Y hemos mantenido una paz social admirable que las empresas valoran mucho para localizarse aquí.
¿Reeditaría el acuerdo vigente?
Discrepo un poco en que el peso de la inflación vaya a recaer solo en la cuenta de resultados de las empresas por la claúsula de revisión salarial. Los trabajadores del sector no van a perder poder adquisitivo. Sin embargo, está habiendo un ataque brutal contra las empresas, nos acusan de forrarnos, y creo que es injusto. En cualquier caso, cuando un país se empobrece, por desgracia, debe notarlo todo el mundo. No pueden pagarlo solo los trabajadores o solo las empresas.
¿Le ha quedado alguna espinita clavada?
(Reflexiona) En la Transición estábamos construyendo un país. Teníamos la sensación de estar haciendo algo nuevo. Había un magnífico vicepresidente del Gobierno que nos decía que teníamos que construir instituciones, hacer una España estructurada. Nos sentíamos muy apoyados por la sociedad, que quería ir hacia la democracia y cambiar radicalmente. En estos momentos, tengo la sensación de que está siendo todo lo contrario. Se está atacando a las instituciones de forma brutal. Ese ataque personal a quien crea empresas y empleo me parece denigrante. Es también por esto por lo me aparto y lo dejo. Hay que imprimir una nueva mentalidad en España para construir país en vez de destruir país. Sigue habiendo desigualdades y pobreza, y hay que luchar contra ello. Es una cuestión de sociedad. No es comprensible que tengamos un paro juvenil del 30% y que nos falte mano de obra. Algo está pasando.
Dibuja usted una brecha abierta en España. ¿Es ese el único motivo por el que se va?
Y porque, ¡caramba!, algún día lo tenía que dejar.