La OMS critica la falta de transparencia de China respecto al Covid

«China subestima el número de muertes»; «No está siendo transparente con los datos»; «Los funcionarios deben compartir más información en tiempo real sobre los contagios». Estas tres afirmaciones han salido públicamente en las últimas dos semanas del seno de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Que la poderosa agencia de la ONU que vela por las preocupaciones sanitarias mundiales cuestione la falta de transparencia del régimen de Pekín, es noticia porque hasta ahora no lo había hecho. La actitud crítica del organismo internacional, ausente prácticamente durante los tres años de pandemia, llega mientras el gigante asiático lucha contra una explosión sin precedentes de infecciones y muertes por Covid después de derrumbar todas las barreras de la política de ‘Covid cero’ y decidir que ya es hora de aprender a convivir con el virus.

«Creemos que las cifras actuales que se publican en China subestiman el verdadero impacto de la enfermedad en términos de ingresos hospitalarios, en términos de ingresos en la UCI, particularmente en términos de muerte», soltó el miércoles Mike Ryan, director de emergencias de la OMS.

Antes de la comparecencia de Ryan, el organismo hizo público un informe sobre la situación en China, exponiendo que los datos que manejaban demostraban que no se había encontrado ninguna variante nueva y que los casos positivos habían sido provocados por los sublinajes BA.5.2 y BF.7 de Ómicron, que ya circulaban anteriormente por otros países.

Desde Pekín, cuyos científicos del Centro Chino de Control y Prevención de Enfermedades han celebrado esta semana un par de reuniones con los expertos de la OMS (el martes y el jueves), insisten a diario en que «están comprometidos para trabajar con la OMS» y que, desde el estallido de la pandemia, siempre se han «adherido a una actitud abierta y transparente». Una posición que no encaja con la realidad cuando es el propio director de la agencia de salud, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, el que sale por Twitter a dar un toque a China reiterando la «importancia de ser transparente y compartir regularmente los datos».

Tampoco ayuda a que desde el Gobierno chino solo reconozcan oficialmente 22 muertes desde que levantaron las restricciones a principios de diciembre, mientras no paran de saltar numerosos reportes de urgencias saturadas y cuerpos que se van acumulando en algunas morgues, con previsiones de varios estudios que cifran en más de un millón de fallecidos este año por Covid si no se frenan las olas que están por venir.

A la OMS no le convence que el país más poblado del mundo haya redefinido las muertes por Covid en aquellas por una neumonía o insuficiencia respiratoria causada por el virus, y no las provocadas por enfermedades subyacentes agravadas tras el contagio. «Las muertes deben atribuirse al Covid-19 si resultan de una enfermedad clínicamente compatible en un paciente con una infección», recomienda una organización con sede en Ginebra que lleva toda la pandemia caminando sobre una frágil línea muy cercana siempre al discurso oficial de la segunda potencia mundial.

A finales de enero de 2020, cuando China ya había cerrado Wuhan por el primer brote conocido de Covid, desde la OMS elogiaron públicamente a Pekín por su rápida respuesta al nuevo coronavirus, agradeciendo su transparencia y que hubieran compartido inmediatamente el mapa genético del SARS-CoV-2.

Unos meses después, una investigación de la agencia Associated Press (AP) desveló que el Gobierno chino en realidad no estuvo tan dispuesto a compartir la información clave durante los primeros días críticos de la pandemia. AP tuvo acceso a varias grabaciones de reuniones de los técnicos de la OMS en Ginebra en se quejaban en privado de que, durante la semana clave del 6 de enero de 2020, China no estaba compartiendo los datos necesarios para evaluar el riesgo del virus para el resto del mundo. Empezando por el retraso a la hora de difundir el genoma durante más de una semana después de que tres laboratorios chinos ya lo hubieran descifrado.

«Estamos recibiendo información muy mínima», protestó, según las grabaciones recogidas, la epidemióloga Maria Van Kerkhove, que fue nombrada directora técnica de la OMS para el Covid-19. Hasta el 30 de enero de 2020 la OMS no declaró una emergencia global. Como señalaron las grabaciones de AP, la organización siguió después con las alabanzas a la gestión de China cuando sabía que las autoridades del país asiático no habían puesto a su disposición toda la información oportuna para estudiar el impacto real de la pandemia.

Durante los últimos tres años, la OMS y China han presumido de trabajar codo con codo para desvelar el origen del virus. Incluso la agencia de salud envió en febrero de 2021 a Wuhan un equipo con los mejores virólogos del mundo para tratar de descifrar el misterio. En octubre de ese año, la OMS anunció el nacimiento de un nuevo equipo de investigadores que trabajarían con sus pares chinos para resolver los orígenes del virus. Más de un año después, siguen las mismas preguntas sin respuestas que entonces.

El idilio entre la OMS y China se comenzó a torcer la pasada primavera, cuando desde Ginebra salieron algunas declaraciones públicas cuestionando la estrategia de ‘Covid cero’, que seguía confinando a millones de ciudadanos cada vez que estallaba un brote, por pequeño que fuera. «Hemos discutido este tema con expertos chinos e indicamos que el enfoque no será sostenible. Creo que un cambio sería muy importante», sostuvo entonces el jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Tras sus palabras, Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Exteriores chino, criticó a Ghebreyesus por sus «comentarios irresponsables».

Al final, después de que Ómicron derribara los draconianos controles, y que las mayores protestas sociales en décadas amenazaran la estabilidad política, China dio un giro radical levantando las restricciones. Una medida que llevaban mucho tiempo pidiendo tanto dentro como fuera de sus fronteras, pero que también se ha criticado por su brusquedad y por haber pasado los últimos tres años gastando una fortuna en los controles y no en apuntalar la frágil infraestructura sanitaria del país.