Un total de siete preguntas. Ese ha sido el particular «tercer grado» al que el Papa Francisco se sometió ayer a miles de pies de altura durante el vuelo de regreso de Baréin después de cuatro días de viaje. Sentado y no de pie como en otras ocasiones, por sus problemas en la rodilla, abordó cuestiones tan diversas como la razón de ser de este viaje al Golfo Pérsico como el papel de la mujer hoy.
En nombre de los periodistas en habla hispana tuve la oportunidad de preguntarle por las negociaciones de la Santa Sede para promover un proceso de paz en la «atormentada Ucrania», tal y como se refirió a la nación en estos días. «El Vaticano está constantemente atento, la Secretaría de Estado trabaja, trabaja bien. Se está trabajando para acercarse, para buscar soluciones», compartió sobre la labor de la diplomacia católica, repasando a la vez cómo en estos meses ha hablado un par de veces con el presidente Zelensky. «En un siglo, ¡hemos sufrido tres guerras mundiales! La de 1914-1918, la de 1939-1945, ¡y ésta! Esta es una guerra mundial», ratificó exaltado, convencido de que «cuando los imperios, tanto de un lado como del otro, se debilitan, necesitan hacer una guerra para sentirse fuertes y para vender armas».
Entre las reflexiones más interesante que hizo a bordo del avión se encuentra su particular visión eclesial sobre la mujer, al ser interpelado sobre la igualdad. «Igualdad de derechos, sí. Pero también la igualdad de oportunidades», sentenció.
«Dios no creó al hombre y luego le dio un perrito para que se entretenga. No lo hizo. Los creó a los dos, iguales, hombre y mujer», defendió el Papa de forma contundente que ratificó que «una sociedad que no es capaz de poner a la mujer en su sitio no avanza». Es más, llegó a afirmar que «el machismo mata a la humanidad». Dentro de sus reivindicaciones, el pontífice se preguntó «cómo es que en el mundo actual no podemos detener la tragedia de la mutilación femenina». «Esto es terrible», afirmó justo después para reiterar que el hecho de que «exista esta práctica, que la humanidad no pueda detener esto que es un crimen, es un acto criminal».
La lacra de los abusos también formó parte de este coloquio periodístico. Una vez más Francisco expresó su «profunda vergüenza» tanto por los delitos en sí, como por la errada gestión eclesial. «Estamos trabajando con todo lo que podemos, pero sabed que hay gente dentro de la Iglesia que todavía no lo ve claro, que no lo comparte…» admitió el Papa.
En este sentido, desveló que «he recibido dos denuncias en los últimos meses sobre casos de abusos que habían sido encubiertos y no juzgados bien desde la Iglesia: inmediatamente pedí un nuevo estudio de los dos casos y ahora se está haciendo un nuevo juicio».