Sepultura de Jesús:
A poco de morir Jesús se presentó a Pilato un hombre rico de Arimatea, llamado José, para pedirle el cuerpo del Señor, y, habiéndolo obtenido, lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana, y, como estaba para empezar el descanso del sábado, lo depositó allí cerca, en un sepulcro nuevo abierto en la roca. Cerró luego con una piedra la entrada del sepulcro, y se retiró.
Precaución de los enemigos.
Reunidos al día siguientes, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos fueron a decir a Pilatos: Señor, recordamos que este impostor dijo: «Resucitaré al cabo de tres días». Manda, pues, guardar el sepulcro, no vayan los discípules a llevárselo, y después hagan creer al pueblo que ha resucitado. Les contestó Pilatos: Ahí tenéis la guardia, haced que lo vigilen como deseais. Fueron luego al sepulcro, lo cerraron y sellaron, y dejaron allí algunos soldados que lo vigilasen.
Todas estas precauciones eran necesarias para hacer innegable de todo punto el milagro de la Resurección de Jesús; y en verdad jamás se han visto mejor secundados por la malicia humana los altos juicios de Dios.
Resurrección de Jesús.
En la madrugada del primer día de la semana resucitó Jesús por su propia virtud y poder, sin tocar la piedra que cerraba la entrada del Sepulcro. En aquel instante se sintió un gran temblor de tierra: un ángel, bajado del cielo, dió vuelta a la piedra y se sentó en ella; el rostro del ángel resplandecía como un relámpago, y sus vestidos eran blancos como la nieve. Al verle, quedaron los centinelas aterrados y como muertos; luego, cuano volvieron en sí, huyeron despavoridos, y fueron a contar a los príncipes de los sacerdotes lo que acababa de suceder.
Confabulados éstos con los ancianos, entregaron a los soldados una importante cantidad de dinero, encargándoles dijesen que los díscipulos habían ido por la noche y se habían llevado el cuerpo de Jesús, mientras ellos estaban durmiendo.
Aparición de Jesús a las santas mujeres.
Acababan de retirarse los guardias cuando María Magdalena y otras Santas mujeres llegaron al sepulcro, provistas de aromas y perfumes, con objeto de embalsamar el cuerpo de Jesús.
En el camino se decían con ansiedad y zozobra: ¿Quién nos quitará la piedra que cierra la entrada del Sepulcro?, porque aquella piedra era muy grande. Mas cuando llegaron, viendo que ya estaba separada, entraron presurosas en el sepulcro, y se quedaron atónitas al ver que no estaba el cuerpo de Jesús.
Comenzaron a llorar de tristeza, y luego se les aparecieron dos ángeles, que les dijeron: ¿Por qué buscais muerto al que vive? ya no está aquí; ha resucitado, como tenía dicho. Dáos prisa a comunicarlo a sus discípulos.
Salieron precipitádamente del sepulcro, poseidas, por una parte, de temor, y por otra, de gozo. Cuando iban caminando hacia la ciudad se les apareció Jesús, y éllas se echaron a sus pies y le adoraron. -No temáis, les dijo Jesús, id a decir a mis discíoulos que vayan a Galile y que allí me verán.
Fueron las santas mujeres a contar a los apóstoles lo que habían visto y oído. Pero éstos no les dieron crédito y tomaron por ilusiones lo que les contaban.
Jesús se aparece a dos discíulos de Emaús.
Aquel mismo día iban dos discípulos al lugar de Emaús, y cuando por el camino conversaban de las cosas que habían acontecido, se le incorporó Jesús y caminó con ellos sin darse a conocer.
Les preguntó el motivo de la tristeza que se reveraba en sus semblantes y aquellos le contaron como Jesús Nazareeno, su buen Maestro, había sido condenado a muerte. Nosotros, añadieron, esperábamos que Él libertaría al pueblo de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que sucedieron estas cosas. Cierto es que ha cundido entre los nuestros la noticia de su Resurrección, pero no sabemos a punto fijo si este rumor es cierto. Tomando entonces la palabra, Jesús les reprochó su poca fé y les declaró el sentido de algunos pasajes de la Escritura.
Cuando llegaron a la entrada del lugar citado, Jesús hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le obligaron, insistiéndole mucho a quedarse en su compañía. Al tiempo de cenar, tomó Jesús el pan, lo bendijo, partió y distribuyó. En el acto se abrieron los ojos de los discípulos, y le reconocieron; pero Jesús desapareció de su vista, dejándolos convencidos de que había resucitado.
Primera aparición de Jesús a los apóstoles. Institución del Sacramento de la Penitencia.
En la tarde de aquél mismo día, cuando los Apóstoles estaban a la mesa, apareció Jesús en medio de éllos, a pesar de que las puertas estaban cerradas, y les dijo: La Paz sea con vosotros; Yo soy, no tengais miedo. Los apóstoles se asustaron, creyendo que era un fantasma, y Jesús continuó: ¿Por qué os turbais? Yo mismo soy, mirad mis manos y ved mis pies. Como, a pesar de éllo, los apóstoles no se reponían de su asombro y sorpresa, les preguntó Jesús si tenían algo que comer. Le presentaron un trozo de pescado asado y un panal de miel. Jesús comió de los uno y de lo otro, y distribuyó lo sobrante.
Les dijo de nuevo: La Paz sea con vosotros, y luego añadió: Así como mi Padre me ha enviado a Mí, Yo también os envío. Y después de ésto sopló sobre ellos, diciéndoles: Recibid el Espíritu Santo. Perdonados serán los pecados a aquellos a quienes los perdonareis, y retenidos a los que se les retuvieseis.
Así es como Jesús confirió a los Apóstoles, y éllos a todos sus sucesores, los sacerdotes legítimamente ordenados, la facultad de absolver o retener los pecados.
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