Un mes sin volcán y todo por hacer: «Se han olvidado de nosotros»

Amanda Melián salió de casa con su bebé de apenas dos meses y medio en brazos, un niño de tres años y sin ninguna esperanza de regresar. Su vivienda en El Paso, en la zona de Las Manchas, está a menos de dos kilómetros del punto por el que el volcán reventó toda su furia. «No nos evacuó nadie, es que nos reventó encima», recuerda. Desde el 19 de septiembre hasta hoy, ella, sus dos hijos y su abuela viven un una vivienda familiar sin saber cómo rehacer sus vidas.

Amanda, con el volcán al fondo
Amanda, con el volcán al fondo

«Pensé que la lava se llevaba la casa ese mismo día», pero con el paso de los días, seguía en pie, aunque «sepultada en arena y más arena». Ya en los últimos coletazos de Cumbre Vieja y caprichosamente, «abrió una boca en la puerta».

«Se quedó todo dentro, todo», y es que el volcán estaba tan cerca que salieron con lo puesto. La casa estaba recién reformada, «todo nuevo, agua, luz, muebles, la cocina, baño, todo», pero no tuvo tiempo de disfrutar de la inversión de más de 40.000 euros en su hogar porque el volcán se cruzó en su destino.

Hace apenas unos días recibió, tras cuatro meses de espera, la ansiada ayuda del Cabildo y el Ayuntamiento de El Paso, aunque de la casa no sabe nada «aparte de las fotos y noticias». No han podido acercarse aún y echa en falta respuestas. «Es agobiante no saber qué va a pasar», dice, aunque mantiene su esperanza de poder reconstruir su casa. «Vivir así es muy difícil y encontrar casa o terreno, casi imposible». Para Amanda, esta es «una lucha día a día, y desde hace meses» que se torna agotadora.

La indignación es general, asegura, porque «las ayudas no llegan», y mientras viven «como se puede y donde se puede». Para ella, desde que se acabó la actividad del volcán, los vecinos han caído en el olvido.

La casa de Maribel, parcialmente enterrada ahora
La casa de Maribel, parcialmente enterrada ahora

Maribel Viana tiene la misma sensación. Lleva más de cuatro meses fuera de casa, viviendo en una casita que un amigo de su marido estaba reformando y a la que habilitaron un baño para poder acogerla a ella, su hermano, su madre, su esposo y su hija. «Han sido meses muy, muy duros», dice, y aunque se siente afortunada por tener aún su casa en pie, le resulta imposible volver porque se encuentra sepultada en ceniza. Solo han recibido las ayudas de Cruz Roja y Cáritas. «Nos dicen que es un proceso lento», expone, pero no puede evitar desesperararse.

Maribel
Maribel

Maribel trabajaba en Las Manchas en un bar-cafetería, también afectado y sin ERTE, y se fue directamente al paro. En estos últimos cuatro meses, sin casa y sin trabajo, confiesa sentirse «perdida». A las autoridades les pide que repartan las donaciones ya y que limpien las calles también secundarias para poder regresar y empezar el largo trabajo que les queda por delante. «Ya nosotros nos buscaremos la vida para sacar nuestras viviendas adelante», porque se declara «cansada, agotada física y emocionalmente, con impotencia y sin saber ni qué hacer ni a dónde acudir».

Gregorio Martín salió con su perrita de su vivienda habitual en Todoque. el día de la erupción. Quedó sepultada en más de 15 metros de lava en unos pocos días, al igual que otra casa que tenía en alquiler y una finca en el Camino San Isidro. Ahora no tiene «nada», se lamenta. La lava se cebó con todo lo que heredó de sus padres y el esfuerzo de toda una vida. Ya jubilado, cobra 670 euros de pensión y sin los ingresos del alquiler y lo que percibía por su explotación platanera, confiesa que «no se puede vivir». Desde hace meses vive de alquiler en Tazacorte donde gestiona la angustia de que lo puedan echar «cualquier día» y con la lucha constante «para poder pagar un mes más».

La casa de Gregorio, hoy desaparecida
La casa de Gregorio, hoy desaparecida

La de Gregorio es una vivienda vacacional porque «no hay casas», afirma, y como tal, no le hacen contrato, el requisito que le piden para pedir la ayuda de alquiler. «Ni de donaciones, ni de Ayuntamiento, ni del Cabildo», no ha recibido nada a día de hoy. Encontrar una vivienda se ha convertido en una carrera contrarreloj. «Nos dan año y medio para presentar un terreno y un proyecto», expone.

Gregorio ha perdido su casa
Gregorio ha perdido su casa

Desde el Ayuntamiento le han derivado a ONGs y asegura que aunque se siente agradecido, «es desmoralizante». «No somos evacuados, me siento como un indigente». La situación es «desesperante» porque se pasa los días haciendo colas y gestiones burócráticas: «Dos horas para que nos atiendan los notarios, que están a tope», y es que «todo te lo derivan».

Para Gregorio, la clave sería tener un respaldo, que «garanticen alquiler o vivienda hasta que encuentre algo», para poder por fin tener un poco de «tranquilidad y estabilidad emocional». Luchará por lo que perdió y por lo que le pertenece, pero ahora lo importante es, dice, «tener donde estar, con la seguridad de que no te tendrás que ir y podrás pagarla», porque ahora mismo «todo son problemas». «Parezco un zombie», resume Gregorio, «de un lado para otro, registro aquí, papeles allá…», lamenta.

Vivir en un barco

Óscar Martín lo perdió todo bajo la lava. «Me queda mi gente y la esperanza de empezar de cero en una de las islas más bonitas del mundo», expresa, y no piderde el optimismo. Tras la erupción, pasó varios meses viviendo en un barco atracado en Tazacorte junto a su pareja y su hija. «No podíamos salir fuera por la ceniza, hacíamos vida en el habitáculo interior y era muy agobiante». Aún así se considera afortunado. «Estamos todos en la misma tempestad» y no se considera el peor de los casos. Bajo la lava desapareció una casa en la que tanto él como su mujer invirtieron todos sus ahorros, trabajando desde los 16 años. Más de 600.000 euros han quedado sepultados en un barrio que ya no existe, Todoque, en concreto en la zona de Callejón de la Gata.

Óscar posa en la que era su casa
Óscar posa en la que era su casa

Cuando estalló el volcán estaban en Madrid, y poco pudieron hacer. «Nos sacaron los coches y la documentación de la casa; el resto quedó dentro». La lava tardó 20 días en apoderarse de su vivienda. «Lo sentí como la muerte de un familiar, sabes que está enfermo y agoniza, sin poder hacer nada. Llega un momento en el que solo quieres que se vaya, que se la lleve ya, porque estar en ese limbo es un sinvivir».

Él y su pareja invirtieron «en un proyecto de futuro, para tener una jubilación tranquila, ofrecer un buen futuro» a su hija, y ahora que ya nada queda es cuando agradece a la vida «lo que ha quedado, los amigos, la familia y las pequeñas cosas que tenías delante y no valorabas». Él es cooperante internacional, especializado en catástrofes naturales, y confiesa ahora que cuando se vio en la cola del Registro Único se dio cuenta de que «estaba en el otro lado». El día 19 de septiembre se paró su vida y ahora, como afectado y vecino es la voz que habla por los más de 7.000 afectados por la erupción.

«Hay una emergencia social en La Palma» y las personas afectadas necesitan ayuda «ya, no en un año», afirma. Desde la Iniciativa de Apoyo Ciudadano de los afectados por el volcán ya han tocado todas las puertas y aunque el Defensor del Pueblo les ha escuchado y se ha comprometido a atender sus peticiones, desde el Cabildo la respuesta, además de tarde, ha sido «tibia, sin apenas contenido útil para los afectados y desoyendo los 15 puntos del manifiesto que le dimos traslado». De los 12 millones de euros que tiene de las donaciones, que han llegado por la solidaridad del pueblo español, el presidente del Cabildo «no sabe, no contesta, ni va con él».