El alma de la fiesta

Y La Romareda vibró. Al fin, el zaragocismo se lo pasó en grande en su casa y se marchó con una sonrisa de oreja a oreja. Ha sido tanto tiempo de congoja, desazón y sufrimiento que más de uno tuvo que recurrir al pañuelo para secarse las lágrimas. De alegría esta vez. El Zaragoza ganó para regocijo de su gente, tan maltratada en los últimos tiempos. Y lo hizo con autoridad y poderío, asestando un puñetazo en la mesa de esos que transmiten fortaleza y seguridad. El Zaragoza ha vuelto. Albricias. 

El primer triunfo en casa del equipo aragonés lo distancian del abismo y acercan a esa famosa pomada de Torrecilla. Es lo que tiene esta categoría, en la que un par de victorias separan el cielo del averno. Y, ahora el Zaragoza, al menos, respira tranquilo tras enlazar su segunda victoria seguida y haberse olvidado de aquel desfile de empates que le anclaba a la zona baja. Se alejan los oscuros nubarrones. Y sale el sol. Escampa.

El Zaragoza ganó porque fue mejor y lo mereció. Y eso que empezó sufriendo, con dos disparos cruzados de Milanovic Rodríguez que se marcaron lamiendo el poste derecho del marco de Cristian. Pero también James se acercó al gol con sendos disparos desde dentro del área a los que la falta de puntería del nigeriano y Mariño privaron del gol. El partido, abierto y alegre, prometía.

El Zaragoza, con seis cambios en el once y el 4-1-4-1 de siempre, agradecía la velocidad de Nano Mesa y, sobre todo, Borja Sainz en los costados, subrayando la relevancia de la rapidez en el fútbol actual, donde el dinamismo y la energía adquieren un papel esencial, sobre todo, en equipos con problemas en el juego en estático, como es el caso del Zaragoza, que juega más a gusto con la gente en su sitio. Como Borja, un extremo rápido, con profundidad y desborde que gana enteros en la derecha y pierde demasiado a pie cambiado. Desde ahí robó el balón a Pablo García para iniciar una galopada que, tras superar a Gragera, culminó con un disparo seco al primer palo que Mariño no acertó a desviar. El tanto, a la media hora de partido, abría la puerta de la segunda victoria consecutiva a un Zaragoza decidido a crecer.

La gente se lo pasaba en grande con el derroche de entusiasmo e intensidad de un equipo cuya medular se fue apoderando del partido y de Fran Villalba, anulado entre Petrovic y un enorme FranchoJames, en su mejor partido como zaragocista en mucho tiempo, recordaba a aquel que Víctor Fernández se negó a vender, y Nano Mesa y Borja eran un incordio en ataque y una ayuda inestimable para los laterales.

Otro ensayo desviado de Puma Rodríguez y un disparo centrado de Álvaro tras otro regalo de Pablo García abocaron al partido al descanso justo después de que Babin cabeceara fuera una falta ensayada que no inquietó a un Cristian tranquilo desde hacía un buen rato. La parroquia local despedía con aplausos a los suyos, agradecida por el derroche de energía e intensidad. Tampoco pedía tanto.

La segunda parte comenzó con el lógico paso adelante del Sporting, cuyos intentos ofensivos acababan casi siempre en Francés, un central extraordinario de apenas 19 años que acumula combates ganados ante los mejores delanteros de la categoría. Ayer desquició a Djuka, que ni siquiera miró a los ojos a Cristian.

Apenas rebasado el primer cuarto de la reanudación, el Zaragoza liquidó la contienda con un tanto que, inicialmente, no subió al marcador al señalar el asistente fuera de juego de Nano Mesa cuando recibió un precioso pase en profundidad de Francés. Pero el VAR advirtió al árbitro del error de su ayudante y validó el gol para desatar la locura colectiva en La Romareda, que se frotaba los ojos para asegurarse de que era verdad y que, por primera vez en mucho tiempo, presenciaba dos goles de su equipo. Era el día. La victoria no se podía escapar.

Y así fue. De nada sirvieron los cambios introducidos por Gallego. El Zaragoza, firme atrás, apenas concedía a un Sporting que estuvo a punto de encajar el tercero en una contra iniciada por Eguaras que Azón continuó para que Borja encarase a Mariño, pero el disparo del vasco se marchó por poco.

Faltaba abrochar el choque y JIM acertó al disponer tres centrales para dejar claro que el Zaragoza es otro y que ha saldado, al fin, la gran deuda con los suyos. Aire fresco. Respiren.