Medicina de guerra en Ceuta

La mañana del martes amaneció diferente. Muchos de nuestros sanitarios acudían a diversos puntos de la frontera para ayudar con una situación inesperada, desconocida. Por el camino a las playas, las calles se despertaban con cientos de personas que habían pasado la noche sin cobijo, ante una ciudad que no tenía los medios para afrontar la entrada de una población tan numerosa. Sin embargo, Ceuta respondió ofreciendo todo lo que tenía. Los profesionales se agolparon en los puntos clave para reforzar la labor humanitaria y la ciudadanía se volcó con aquellos desamparados que habían sido engañados para atravesar unos metros que tanto les habían prometido que marcarían la diferencia.

Esa mañana, mis compañeros sanitarios fueron testigos y artífices de grandes gestos dentro del caos que reinaba. Ese desconocimiento que estaba presente en los dos lados de este conflicto dejó imágenes muy duras, pero también sacó lo más humano de todos los que allí se encontraban. Entre paradas cardíacas, fracturas, lesiones, peleas y gritos, de repente, un bebé en el agua. Segundos después, el pequeño era rescatado por un guardia civil que lo llevaba con signos de hipotermia junto a su madre que, sin comprender lo que sucedía, mostraba incertidumbre ante la posibilidad de que le quitasen a su hijo. Miedo, descontrol, caos… estábamos presenciando la medicina de guerra en un tiempo de aparente paz.

Gracias a los equipos de la zona se organizó un triaje efectivo que permitía clasificar a las personas que previamente se había ayudado a sacar del agua. Los sanitarios dieron un paso al frente y comenzaron a ejercer una labor que nadie les había explicado, no estaban preparados teóricamente, pero su vocación y sus ganas pudieron más que el miedo. Miedo que podría haber paralizado a cualquiera, ante la entrada de más de 8.000 personas en 36 horas en una población con clara carencia de recursos para este escenario, pero que de nuevo mostró la solidaridad en la adversidad.

Policías, guardias civiles, voluntarios, todos dejaron de lado su profesión y se convirtieron en sanitarios por unas horas. Todos, codo con codo, lucharon por mantener con vida a las personas que llegaban a nuestras costas, mientras España comenzaba a vislumbrar una historia sin precedentes en el país, conocida por todos escasas horas después gracias a la visibilidad que ofrecieron los medios de comunicación locales, a los que poco a poco se sumaron numerosos medios nacionales e internacionales.

Y ahora que parece que estamos en el desenlace de esta triste historia, que a nadie a dejado indiferente, ¿es el momento de recoger los bártulos y volver a dejar a Ceuta hasta que vuelva a ser territorio hostil? Escuchen a un médico que lleva años defendiendo la sanidad de nuestra ciudad autónoma, escuchen a todos sus profesionales, no es el momento de huir, es el momento de afrontar la situación. Ceuta tiene un déficit estructural en torno a su sanidad, no es un problema coyuntural, aunque algunos detonantes expongan claramente las deficiencias de nuestro sistema de salud.

Faltan sanitarios, faltan recursos, faltan instalaciones y, sobre todo, parece que faltan ganas de solucionar esta crisis sanitaria desde el Ministerio. Un único hospital, con siete camas y tres intensivistas, no es suficiente para una ciudad con las características de Ceuta. Ceuta es España y debe contar con una sanidad equitativa a la del resto de los territorios, así como comenzar a ser considerada un ‘Área de difícil desempeño médico’ para asumir los problemas que surgen de su extrapeninsularidad y su singularidad geoestratégica. Cuidemos y protejamos a los profesionales que se han alzado para salvaguardar la salud de nuestra ciudadanía, no abandonemos Ceuta a su suerte una vez más.

* Enrique Roviralta es el presidente del Colegio de Médicos de Ceuta