Nadal desactiva a Opelka y llega a la final de Roma

Sin aparentes rasguños después del bombardeo, Rafael Nadal cierra el puño, mira a su gente y celebra que este domingo, quién se lo iba a decir hace tres días, luchará por ampliar su historial en los Masters 1.000, clasificado para la final de Roma y con la confianza disparada después de una semana de alta tensión. En semifinales, al español le tocó una áspera batalla contra Reilly Opelka y la resolvió con una dosis impagable de paciencia, también hay partidos menos bonitos. En una hora y 32 minutos, doble 6-4 sin tachones.

Porque Opelka, 47 del mundo con 23 años, dos títulos en su palmarés, un gigantón de 2,11 metros y con pinta de todo menos de tenista, cumplió con lo esperado. No hay mejor carta de presentación que su propia ficha y, con semejante estatura, el partido se consumió entre zambombazos y saques de 229 kilómetros por hora, un aburrimiento. Opelka, en ese sentido, no engaña nadie, así que a Nadal no le quedó otra que armarse de paciencia para esperar su momento, que tarde o temprano llegaría. Porque al balear le pueden poner al otro lado de la pista a un lanzamisiles, a la máquina más perfecta, que siempre encontrará una respuesta. Como otras tantas tardes, así lo hizo.

Después de salvar cuatro bolas de break en el cuarto juego, incomodísimo Nadal ante el repertorio de planazos de Opelka, al número tres del mundo se le hizo la luz cuando rompió inmediatamente después, decisivo una rotura en este tipo de partidos. Nadal, que sabía que la sobremesa del sábado era un ejercicio de supervivencia sin más, vivió de esa renta para apuntarse el primer parcial y dar un paso de gigante, nunca mejor dicho.

Cuesta muchísimo extraer conclusiones de partidos así, pero Nadal puede presumir de haber dado la talla ante un gigante, impecable si se entiende de antemano que el encuentro era precisamente eso. La semana ha sido durísima, Sinner, Shapovalov y Zverev por el camino, así que Opelka reclamaba calma y precisión. El balear, que restaba pegado al muro de la central del Foro Itálico, rompió también en el tercer juego del segundo parcial y ahí se acabó la historia, poco más que analizar. Funcionó el resto, funcionó la defensa en algún que otro ataque alocado del estadounidense Opelka (es todo o nada) y funcionó la cabeza, que también tiene mucho que decir. En la antesala de París, Nadal aspira a su décimo mordisco en Roma.

A nivel de confianza, el mallorquín llegará en plenitud a Roland Garros, mucho más si este domingo le pone la guinda al pastel. Estuvo casi fuera en su segundo partido de Roma, acorralado por Shapovalov e incluso con dos bolas de partido en contra, y se ve con opciones muy serias de alzar un trofeo reparador. Cuartos en Montecarlo, título en el Conde de Godó, cuartos en el Mutua Madrid Open y ahora final en Roma. Acostumbrados a la victoria como rutina, cualquiera puede cuestionar la gira de Nadal por la tierra europea, pero bien está asumir que tiene 35 años y que las circunstancias, en plena pandemia, no son normales.

Este domingo, y con la enorme ventaja de contar con muchísimo más descanso (su rival, que sale del Djokovic-Sonego, habrá jugado dos partidos este sábado), persigue un triunfo que vale oro. Roma sirve como trampolín para París.