La ventilación de los edificios nos salvará del Covid y de la próxima pandemia

No todo era progreso y transformación en el Londres del siglo XIX. La revolución industrial convirtió la ciudad en una gran urbe donde los obreros vivían hacinados, en casas mal ventiladas, con familias compartiendo un solo grifo y retrete. El cólera y otras infecciones corrían como la pólvora y el Reino Unido Unido se vio obligado a promulgar en 1848 la primera ley de salud pública del mundo. Se llamó la ley Chadwick en honor del abogado que impulsó la norma. Gracias a ella las ciudades empezaron a organizar los suministros de agua potable y sistemas de alcantarillado centralizados, y la protección de la salud de los ciudadanos se convirtió en una cuestión de Estado.

Dos siglos después, cuarenta

científicos de catorce países reclaman una revolución sanitaria similar para defendernos del Covid y de otras pandemias que están por llegar. Esta vez el peligro no está en los saneamientos, sino en el aire que respiramos. En un artículo publicado en ‘Science’, una de las revistas científicas de mayor impacto, piden una transformación similar para que los interiores de los edificios se conviertan lugares seguros y no en zonas de propagación de virus y bacterias.

Los autores del artículo recuerdan cómo la vida moderna nos obliga a pasar la mayor tiempo de nuestras vidas en interiores. De ahí la necesidad de controlar el aire que respiramos con la misma exigencia que controlamos la calidad de la comida o el agua. Entre sus peticiones, los investigadores piden a la Organización Mundial de la Salud y a los gobiernos que exijan pruebas de control para disminuir el riesgo y certificaciones de espacios bien ventilados.

«En el siglo XXI necesitamos establecer los cimientos para asegurar que el aire en nuestros edificios esté limpio con un recuento de patógenos significativamente reducido, para contribuir a la salud de los ocupantes del edificio, tal como esperamos para el agua que sale de nuestros grifos», señala Shelly Miller, profesora de Ingeniería Medioambiental de la Universidad de Colorado (EE.UU), una de los firmantes de la declaración. Junto a Miller firman la petición otros 38 investigadores de varios países, entre ellos dos españoles: José Luis Jiménez, profesor de Química, también en la Universidad de Colorado (EE.UU.) y el experto en calidad del aire Xavier Querol del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Certificaciones y test de ventilación

Pese a la urgencia del Covid, Querol entiende que el cambio ha de ser progresivo. En conversación con ABC, recuerda cómo hemos ido avanzando, poco a poco, en año y medio de pandemia. «Por ejemplo, se han regulado las normas para tener mascarillas seguras. Ahora debemos hacerlo con la calidad del aire interior. Necesitamos generar normas y acreditar organismos para que certifiquen si los espacios están bien ventilados, como ya se hace con el etiquetado ambiental de los coches. Con una pegatina sabemos si un vehículo contamina más. Si logramos que un teatro tenga un sello similar que identifique que se ha ventilado bien, seguramente la gente irá más tranquila».

La mayor urgencia está en los espacios donde sabemos que hay más riesgo. En el caso del Covid-19, los fenómenos de superprogación han tenido lugar en bares, restaurantes, gimnasios y salas de ensayo donde se canta. «En el interior de estas instalaciones es donde deberíamos actuar con urgencia», apunta José Luis Jiménez. Y, como primera actuación global aconseja instalar medidores de CO2, el mejor chivato para conocer si un interior está bien ventilado. «Deberían ser visibles, como un reloj de pared, para que todo el mundo conozca su riesgo al entrar en un edificio. En países como Taiwán es obligatorio y a ellos les ha ido mejor que a nosotros», recuerda.

Reconocimiento de la OMS

El estudio se publica semanas después de que la Organización Mundial de la Salud reconociera que el virus del Covid-19 se propaga en forma de aerosoles. Eso significa admitir que se transmite por partículas más pequeñas que las gotas que expulsamos por la boca o la nariz. Que sirve de poco utilizar mascarillas al aire libre, desinfectar superficies o utilizar pantallas de metacrilato o plexiglás para no contagiarnos.

Con el conocimiento actual, José Luis Jiménez pide no perder el tiempo y empezar a prepararnos para la próxima pandemia. «Necesitamos un esfuerzo social y pensar en la ventilación cuando pensemos en la construcción de nuevos edificios. Ya sea por el Covid, la gripe o cualquier infección que se transmita por el aire». Salvo excepciones, los edificios que se diseñan solo se centran en el control de olores, la temperatura o el gasto energético. «La calidad del aire debería ser un bien público», señala.

El coste de respirar un aire más saludable no sería un problema, según los autores. Sobre todo, si se comparan con el de una pandemia como el Covid. La instalación de sistemas de ventilación y calidad del aire diseñados para eliminar los patógenos que transporte el aire agregaría aproximadamente un uno por ciento a los costos de construcción de un edificio típico.

Hasta ahora, la mayoría de los esfuerzos para prevenir la transmisión de Covid-19 y otras enfermedades que se transmiten por el aire, como tuberculosis, se han centrado en recomendar el uso de mascarillas y el lavado de manos. Estas medidas siguen siendo importantes, pero serán relativamente ineficaces en el ambiente interior hasta que nos aseguremos de que el aire que inhalamos contiene muchas menos partículas que se han exhalado por otros en la habitación, reclaman los autores.

Aires acondicionados

Las mejoras no vendrán solo con la instalación de buenos filtros en los sistemas del aire acondicionado. En los domicilios, bastará con ventilar, y también en una escuela alejada del tráfico. O en el autobús, sería tan sencillo como abrir las ventanas o las cuatro puertas del autobús durante las paradas. «Pero si estamos en un interior donde abrir una ventana supone una contaminación mayor, habrá que pensar en soluciones que filtren en el aire que entra. Cada espacio tiene sus propias características», explica Xavier Querol.