4-M: en manos de la abstención

En estas elecciones, la fuerza de un posible cambio, sobre las tendencias cristalizadas en la mayoría de las encuestas, no reside en los indecisos, sino en la bolsa de ciudadanos que declaran que optarán por la abstención.

Ésta es la clave que manejan con bastante coincidencia en los cuarteles generales de los candidatos en liza, y lo que explica, además, la alianza de Moncloa y del candidato de Unidas PodemosPablo Iglesias, para rentabilizar a su favor las dudas y la respuesta de Vox a la amenazas que han denunciado cargos del Ministerio del Interior y el propio líder de Podemos en plena campaña electoral.

El viernes, la campaña saltó por los aires por el choque de Vox con Podemos, en el que los dos actores compartían el mismo objetivo de forzar la polarización, y esto ha llevado a un nuevo escenario en el que Moncloa hasta ha puesto a jugar electoralmente al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, para reclutar el voto «por la democracia y contra el odio».

Abstencionistas

Los partidos cruzan sondeos y se detienen, sobre todo, en la letra pequeña, que a estas alturas de campaña señala que hay más de un cuarto de millón de ciudadanos que avanza su decisión de no votar en estas elecciones. Una cantidad significativa como para mover el resultado.

El 60,8 por ciento son votantes de izquierdas, y el 39,2 por ciento, de derechas. Esto lleva a concluir, y sobre ello trabajan en la izquierda y en la derecha, que sólo el incremento de la participación es el que puede hacer en estos momentos que la izquierda se acerque a la derecha y coloque el resultado electoral muy igualado en escaños. Justo en un incremento sobresaliente de la participación es en lo que fundamentó el CIS del socialista Tezanos en esta semana la contradicción de todos los sondeos para dar la mayoría a la izquierda.

Indecisos voto
Indecisos votoT. NIETO

A diez días de las elecciones el número de indecisos se sitúa alrededor de los 200.000 votantes. Y esta bolsa duda entre dos comportamientos fundamentales. Votar a una candidatura o abstenerse. De ellos, el 53,4 por ciento optaría, si finalmente votara, por una lista en liza, mientras que el 46,6 por ciento antepondría la abstención al voto, según un informe de Nc Report.

Las dos mayores bolsas de indecisos se encuentran entre los potenciales votantes del PSOE y el PP: 35.216 electores socialistas y 30.814 electores populares. Esto representa el 4,5 por ciento del voto socialista y el 2,2 por ciento del voto popular. Por bloques, el número de indecisos es similar a izquierda y a derechas, y esto es lo que les resta fuerza como para ser protagonistas de un vuelco electoral el 4-M.

En el ecuador de la campaña la izquierda da por perdido el debate con la derecha sobre la gestión sanitaria y Vox les ha ofrecido la coartada que necesitaban para intentar imponer un giro discursivo que les beneficie en la movilización de su votante. “Libertad o comunismo”, es el eslogan del PP. Ahora la izquierda se apunta al lema “odio o democracia”. A sabiendas de que, al menos hasta este momento, en una parte del potencial electorado de centro y de izquierdas lo que más puede pesar es la confrontación entre ruina o no ruina, entre apertura o cierre total, que es el eje teórico sobre el que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ha levantado su política de confrontación con Pedro Sánchez.

Al borde de la mayoría absoluta

El viernes por la noche en Sol cerraron la jornada con encuestas que dejaban a la candidata al borde de la mayoría absoluta, en los 65 escaños; y con Vox, en los 12 escaños que tiene en la actualidad. Por su parte, en la izquierda, según el tracking del viernes del PP, el PSOE se desplomaba de los 37 a los 29 escaños, Unidas Podemos subía un diputado, y Más Madrid ganaba dos respecto a los resultados de las últimas elecciones autonómicas. Los socialistas pagarían todo el desgaste.

El PP quiere mantenerse en las coordenadas con las que planteó su campaña, a pesar del punto de inflexión que impone el choque del viernes entre Vox y Podemos. Génova busca evitar ese choque porque cree que da oxígeno a la izquierda, y por eso ya ha empezado a extender la idea de que los de Santiago Abascal «trabajan para el PSOE en vez de para el centro-derecha». «La razón de ser de Vox es hacer daño al PP, y lo estamos viendo».

En el lado de Vox, Abascal insistió ayer en cuestionar las amenazas de muerte recibidas por el líder morado y aseguró que la izquierda siempre intenta impedir que los ciudadanos voten «en paz y en libertad».

Aquí hay un elemento importante que afecta a la estabilidad de la competencia entre PP y Vox. Génova no puede sumarse en público a las dudas que manifiesta Vox sobre las amenazas a Iglesias y al ministro Marlaska, pero en la dirección del PP hay quien admite, fuera de micrófono, que las comparte, y, lo que es más importante, en el PP saben que también conectan con el sentir de buena parte de su electorado.

Posiblemente esto no tiene tanto peso como para ser condición que lleve a que revisen su opción de voto, por la excepcionalidad de las circunstancias de esta campaña por culpa de los daños sociales y económicos de la crisis sanitaria de la Covid.

Pero sí evidencia la capacidad de Vox de jugar en un terreno en el que no puede moverse un partido de gobierno como el PP, a pesar de que, sin embargo, sus posicionamientos sí conectan con votantes del granero de los populares.