La racha de Benzema impulsa al Madrid

El Madrid ha cogido ritmo de crucero y todo le sale mejor porque además le surge el gol. Benzema lleva seis partidos marcando, regresan jugadores importantes y el conjunto parece recobrar la armonía justo antes del parón de selecciones, interrupción siempre impertinente y a veces terrible para estos estados de forma.

Parece que por fin Zidane ha encontrado el equipo: los de siempre más Vinicius y Valverde, algo que ya sabíamos, que ya supimos. Es como si al inicio de cada temporada se ‘desaprendiera’ lo aprendido durante la anterior.

Con la doble uve el Madrid comenzó a tener las doble p, presión y posesión, un tono de juego envidiable, como si aún llevara la inercia europea de la semana.

En Balaídos había un vientecillo, que es el elemento más antifutbolístico (después del fuego) porque parece un intruso que conspira contra el invisible azar futbolístico, contra esa otra fuerza que mueve la pelota y las cosas del partido.

Una vez superada la presión del Madrid, y más allá de (la) Tapia, el Celta tenía mucha clase y mucho peligro, un horizonte de posibilidades que explotaron muy poco.

Cuando el partido empezaba a adoptar una velocidad de sobremesa (como adaptándose al propio ritmo de Valdano, ¡el partido adaptándose a Valdano y no al revés!), llegó el primer gol del Madrid, una gran jugada de Kroos, con divertido amague (cursi y prusiano a un tiempo) y pase para Benzema, que controló, giró y remató de un modo natural y automático, como si esas tres acciones fueran una sola, fueran acciones “elegantes y estudiadas”.

Porque pisaba fuerte el Madrid, y los minutos posteriores fueron protagonizados por el quinto metatarsiano de Modric, que dominó las cosas con ese toque de exterior que es a la vez redicho y desdeñoso. ¿Cómo se puede mostrar desdén con un pie? ¿Cómo de bueno hay que ser para mostrar una emoción compleja, a la vez menosprecio, indiferencia y superioridad?

Vinicius y Valverde le dan al Madrid una vitalidad nueva en las alas, es como si hubiera musculado sus antebrazos, y fue la presión de Valverde la que posibilitó el robo muy arriba de Kroos, que nuevamente aprovechó Benzemaenrachado y aprovechando mucho ese fútbol rebañado tras la presión. Como en el primer gol, el tiro fue muy ajustado, muy orientado. Es como si estuviera aplicando su probada inteligencia a los ángulos. Sus movimientos tienen una mezcla de soltura y precisión que parece electrónica. El secreto de su mayor afinación y puntería quizás esté en ese vendaje de la mano con la que logra el equilibrio al disparar.

Relajación tras el descanso

Dos goles son muchos goles y el Madrid daba una sensación convincente de superioridad, pero quedaba más de la mitad de partido. Antes del descanso, el Celta acortó con un cabezazo académico de Santi Mina tras una falta. Fue uno de esos remates en los que la cabeza del delantero parece estar protagonizando un anuncio de champú, un giro completo y extasiado de la cabeza para liberar el remate violento como si fuera una melena suavísima.

EL Celta quiso meterse en el partido al inicio del segundo tiempo. ¿Cómo? Con intensidad y presión. Intensidad y presión, no hay más en el fútbol de ahora Ojalá todo fuera tan fácil… En honor a la verdad, debe decirse que también contribuyó mucho Denis Suárez.

El Madrid perdía el mando y se desvirtuaba, como si hubiera tenido el ‘puntito’ y se le hubiera pasado. Una vez perdido, eso ya es muy difícil de coger…

El partido se hacía largo, de ida y vuelta, fracturado, los jugadores se repartían por el campo como la comitiva de una maratón…

Y en el 62 apareció Aspas, por fin, con una ocasión, y fue un mensaje serio de que había partido, de que no era ninguna broma.

Así que, avisado, el Madrid se reformuló. No volvió su apabullante dominio de la primera parte y fue sustituido por un bloque (como los Tranformers, que se convertían en coche), hacerse monolito prudente con Vinicius suelto en sus carreras. Era como si la versión europea fuera progresivamente sustituida por la versión liguera del Madrid, una versión suficiente, pues el Celta no provocó peligro alguno salvo un palo de Aspas en una falta concedida por error arbitral. El árbitro Melero López demostró un curioso criterio en las árbitras, tiene algo excéntrico y ‘afutbolístico’, como si fuera un aficionado a otro deporte.

Lo poco que hizo el Celta en ataque lo hizo a balón parado, esa fue la verdad defensiva del Madrid.

No hubo más y Asensio, al que Zidane no olvida pues es una tozudez suya, marcó en el crítico minuto 93, como quitándole al árbitro el protagonismo del pitido final.