Una vez que hemos expuesto en los artículos anteriores los aspectos que hemos de tener siempre en cuenta, si queremos establecer una verdadera y eficaz comunicación. Ahora, hemos de decir, que todo lo anteriormente indicado tiene como finalidad servir de fundamento para el siguiente paso: determinar que es lo que queremos transmitir, cual es nuestro objetivo y de acuerdo con el mismo decidir el qué y el como lo vamos a hacer.
Substancialmente, extraeremos de los estudios previos dos conceptos: qué va a ser objeto de comunicación, y a quién nos vamos a dirigir. Del «qué vamos a decir» y del «a quien» obtendremos asimismo lo que llamaremos características del qué, o conjunto de matices que integran el “qué” en función de su contenido, de la situación y de las peculiaridades de la persona a quien nos dirigimos.
Para hablar a los demás, lo primero que hace falta es saber, lo que se quiere decir, lo que se va a decir. El qué, aquello que va ser el núcleo del mensaje, la idea central sobre la que versara todo nuestra charla. Es preciso tener muy claro el objetivo de nuestra charla y definir el tema que vamos a tratar. A veces, el emisor sabe primero el tema del que va a hablar, pero desconoce todavía la finalidad de su disertación. Otras es al revés, sabe la finalidad y es entonces cuando elige el tema. Y aun otras no sabe ni el tema ni la finalidad, solo sabe que tiene que hablar. (En este caso tendrá que pasear y elegir el tema y la finalidad, o bien la finalidad y el tema.)
Un error frecuente es buscar palabras, frases con las que comenzar, y luego seguir añadiendo frases y palabras hasta completar algo que tenga un cierto sentido. La situación, los hechos, nos darán datos de temas posibles para hablar. También la persona o personas a quienes nos vamos a dirigir, sus intereses, edad, necesidades, ocupaciones, problemas, etc.
Y por ultimo, el sujeto promotor, quien nos invita a hablar, sus intereses, su función, su historia, su presente, su futuro, su finalidad, etc. Las ideas, convicciones, creencias y opiniones propias, junto a las necesidades y características de nuestro auditorio, nos ayudarán a fijar el tema y su finalidad. Hemos de pensar en cuáles de nuestras ideas, que en función de la situación y los hechos, interesan a nuestro interlocutor.
Hay que, en primer lugar, meditar, preguntarse a sí mismo. Una vez elegido el tema y, la finalidad que vamos a imprimir a nuestra comunicación, siempre de acuerdo con los puntos a los que hemos hecho referencia (sujeto promotor, situación, hechos, ideas propias, convicciones, creencias y opiniones, y fundamentalmente tener en cuenta a aquellos a quienes nos dirigimos con sus características y necesidades) entonces, se hace necesario el determinar cual va a ser el argumento de nuestra disertación.
Por cierto, es también conveniente tratar de encontrar el donde queremos establecer la comunicación, y el cuando, conviene para alcanzar el objetivo que pretendemos. Pero de esto y, del tema del argumento y su estructura lo haremos en un nuevo artículo.