La comunicación medio imprescindible para la educación III: La influencia del promotor

Para que se haga efectiva la acción de comunicación, ante todo, parece conveniente distinguir, entre el que promueve una comunicación y el que la emite. Aunque en muchas ocasiones ambos papeles se ven fusionados en la misma persona, son dos funciones diferentes. La persona, como medio de comunicación, ha de tomar conciencia, en primer lugar y no olvidar nunca, de que habla en nombre de…, por causa de…, el promotor que origina su tarea de comunicación. Así, por ejemplo, el orador sagrado habla en nombre de Dios y de su Iglesia a los fieles; el profesor, en nombre del Centro educativo y de acuerdo con la materia que ha de transmitir; el abogado en nombre de su cliente, el padre de familia, como padre que se dirige a sus hijos; el amigo, como amigo; etc.

El promotor puede ser una persona física o jurídica que tiene una idea que quiere transmitir. Pero, en muchas ocasiones, promotor son las propias ideas, creencias y convicciones, en la medida en que motivan la creación de una ocasión de comunicación para ser transmitidas a otros. Al servicio de las mismas, (ellas son el promotor), la persona realiza, su labor de comunicación como medio. Ser consciente de ello, facilita la tarea de comunicación, y nos sitúa en nuestro lugar.

Somos un peculiar medio de comunicación, y como medio, hemos de adaptarnos a las exigencias que la comunicación precisa. Vamos a hablar como representantes de…, y tenemos que actuar como tales. De ahí que podamos advertir desde este momento, que como medio de comunicación en cuanto tal, tenemos algo de actores que interpretan un papel. “Somos actores que nos interpretamos a nosotros mismos”. Por ejemplo: los padres han de dirigirse a sus hijos, utilizando un tono de voz y confeccionando sus mensajes, de acuerdo con la edad de los chavales y su capacidad de comprender y de acoger lo que les quieren decir. Ello, si lo que pretenden es que se establezca la comunicación que les mueve a hablarles.

(¡Cuidado con los sentimientos y emociones propias incontroladas que desvirtúan el objetivo natural de la comunicación, que, lógicamente, siempre ha de ser poner en común, comunicarse!). Ejemplo, que también sirve, para profesores, amigos, vecinos, etc.…, que quieran que se establezca una puesta en común.

Dos son las consecuencias que podemos entresacar de lo anteriormente expuesto y, que nos facilitaran el realizar con eficacia nuestra comunicación. Primera: ser conscientes a la hora de elaborar el mensaje objeto de la misma, de quién es el que comunica. Y segunda: elevarnos como medio, como intérpretes a la hora de efectuarla, al nivel que nos exige nuestra cualidad de mensajeros del promotor, en cuya representación actuamos.

De otra parte, si todos los medios conforman los mensajes al exigir que la codificación de los mismos se adapte a su peculiar contextura, la persona humana, por sus especiales características como medio, los conforma mucho más. Tanto, que el mismo mensaje puede deformarse de tal manera de una persona a otra, que puede llegar a ser irreconocible.