Las cuentas pendientes entre el Rey de Marruecos y Sánchez

Corría el año 2011, mes de octubre, cuando el entonces diputado del PSOE Pedro Sánchez formó parte de una delegación del National Democrátic Institute (NDI), considerado en Europa un lobby de los demócratas de EE.UU., como observadora de las elecciones parlamentarias en Marruecos. Comicios que tuvieron lugar poco después de la reforma constitucional marroquí en la que el Rey cedía algunos de sus poderes al Ejecutivo, por lo que su interés en que todo saliera perfecto era evidente.

Sin embargo, las recomendaciones finales del informe que llevó la firma de los cinco observadores, uno de ellos Pedro Sánchez, no sentaron nada bien en el entorno real marroquí. Entre otras afirmaciones, las peor recibidas fueron las que afirmaban que se quemaban y compraban votos, descontrol de la financiación en la campaña electoral, petición de reforma del sistema electoral y una mayor implicación de la sociedad civil en la vida política del país. Sin entrar en la consideración de las duras críticas del informe, la realidad es que Sánchez se ganó una gran antipatía tanto de Mohamed VI como de su entorno.

Gran afrenta

El paso de los años no hizo olvidar al monarca alauí lo que había considerado una gran afrenta a sus esfuerzos personales de apertura democrática y a los pasos que venía dando desde su llegada al poder para lograr cada día un sistema lo más democrático posible. En palacio siempre argumentan que la prueba está en que el partido islamista moderado Justicia y Desarrollo lleva gobernando el país durante dos legislaturas, aunque sus postulados no son del agrado real pero están respaldados por el voto de los ciudadanos.

Cuando Sánchez llegó a La Moncloa, el primer viaje al extranjero no fue a Rabat, como es constumbre. Tardó cinco meses en ir.