La prueba del desierto. Las tentaciones de la Tierra Prometida. La victoria se debe a Yahvé, no a los méritos de Israel.

La prueba del desierto.

Poned en práctica todos los mandamientos que yo os prescribo hoy para que viváis, os multipliquéis y lleguéis a tomar posesión de la tierra que Yahvé prometió bajo juramento a vuestros padres. Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos. Te humilló, te hizo pasar hambre, y después te alimentó con el maná que ni tú ni tus padres habíais conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahvé. No se gastó el vestido que llevabas ni se hincharon tus pies a lo largo de esos cuarenta años. Date cuenta, pues, de que Yahvé tu Dios te corregía como un hombre corrige a su hijo, y guarda los mandamientos de Yahvé tu Dios siguiendo sus caminos y temiéndole.

Las tentaciones de la Tierra Prometida.

Ahora Yahvé tu Dios te introduce a una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que manan en los valles y en las montañas, tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y de miel, tierra donde el pan que comas no te será racionado y donde no carecerás de nada; tierra donde las piedras tienen hierro y de cuyas montañas extraerás el bronce. Comerás hasta hartarte, y bendecirás a Yahvé tu Dios en esa tierra buena que te ha dado.

Guárdate de olvidar a Yahvé tu Dios descuidando los mandamientos, normas y preceptos que yo te prescribo hoy; no sea que cuando comas y quedes harto, cuando construyas hermosas casas y vivas en ellas, cuando se multipliquen tus vacadas y tus ovejas, cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten todos tus bienes, tu corazón se engría y olvides a Yahvé tu Dios que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre; que te ha conducido a través de ese desierto grande y terrible entre serpientes abrasadoras y escorpiones, un lugar de sed, sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca más dura; que te alimentó en el desierto con el maná, que no habían conocido tus padres, a fin de humillarte y ponerte a prueba para al final hacerte feliz. No digas en tu corazón: « Con mi propia fuerza y el poder de mi mano me han creado esta riqueza», sino acuérdate de Yahvé tu Dios, que es el que te da la fuerza para crear la riqueza, cumpliendo así la alianza que bajo juramento prometió a tus padres, como lo hace hoy. Pero si llegas a olvidarte de Yahvé tu Dios, si sigues a otros dioses, si les das culto y te postras ante ellos, yo certifico hoy contra vosotros que pereceréis. Lo mismo que las naciones que Yahvé va destruyendo a vuestra llegada, así pereceréis también vosotros por haber desoído la voz de Yahvé vuestro Dios.

La victoria se debe a Yahvé, no a los méritos de Israel.

Escucha, Israel. Hoy vas a pasar ya el Jordán para ir a desalojar a naciones más grandes y fuertes que tú, ciudades grandes, de murallas que llegan hasta el cielo, un pueblo grande y de elevada estatura, los anaquitas, a quienes tú conoces y de quienes has oído decir: «¿Quién puede hacer frente a los hijos de Anaq?»  Pero has de saber hoy que Yahvé tu Dios es quien va a pasar delante de ti como un fuego devorador que los destruirá y te los someterá, para que los desalojes y los destruyas rápidamente, como te ha prometido Yahvé. No digas en tu corazón cuando Yahvé tu Dios los arroje de delante de ti: «Por mis méritos me ha hecho Yahvé entrar en posesión de esta tierra», siendo así que sólo por la perversidad de estas naciones las desaloja Yahvé ante ti. No por tus méritos ni por la rectitud de tu corazón vas a tomar posesión de su tierra, sino que sólo por la perversidad de estas naciones las desaloja Yahvé tu Dios ante ti; y también por cumplir la palabra que juró a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob. Has de saber, pues, que no es por tu justicia por lo que Yahveh tu Dios te da en posesión esa tierra buena, ya que eres un pueblo de dura cerviz.

Pecado de Israel en el Horeb e intercesión de Moisés.

Acuérdate, no olvides que irritaste a Yahvé tu Dios en el desierto,  desde el día en que saliste del país de Egipto hasta vuestra llegada a este lugar, habéis sido rebeldes a Yahvé. También en el Horeb irritasteis a Yahvé, y Yahvé montó en tal cólera contra vosotros como para destruiros. Yo había subido al monte a recoger las tablas de piedra, las tablas de la alianza que Yahvé había concluido con vosotros. Permanecí en el monte cuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua. Yahvé me dio las dos tablas de piedra escritas por el dedo de Dios, en las que estaban todas las palabras que Yahvé os había dicho en la montaña,  de en medio del fuego, el día de la Asamblea. Al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, después de darme las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza, me dijo Yahvé: «Levántate, baja de aquí a toda prisa, porque tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto, se ha pervertido. Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito: se han hecho un ídolo de fundición.» Continuó Yahvé y me dijo: «He visto a este pueblo: es un pueblo de dura cerviz. Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo; y que haga de ti una nación más fuerte y numerosa que ésta.» Yo me volví y bajé del monte, que ardía en llamas, llevando en mis manos las dos tablas de la alianza. Y vi que vosotros habíais pecado contre Yahvé vuestro Dios. Os habíais hecho un becerro de fundición: bien pronto os habíais apartado del camino que Yahvé os tenía prescrito. Tomé entonces las dos tablas, las arrojé de mis manos y las hice pedazos a vuestros propios ojos. Luego me postré ante Yahvé; como la otra vez, estuve cuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua, por todo el pecado que habíais cometido haciendo el mal a los ojos de Yahvé hasta irritarle.
Porque tenía mucho miedo de la ira y del furor que irritaba a Yahvé contra vosotros hasta querer destruiros. Y una vez más me escuchó Yahvé. También contra Aarón estaba Yahvé violentamente irritado hasta querer destruirle. Yo intercedí también entonces en favor de Aarón.  Y vuestro pecado, el becerro que os habíais hecho, lo tomé y lo quemé; lo hice pedazos, lo pasé a la muela hasta que quedó reducido a polvo, y tiré el polvo al torrente que baja de la montaña.

Otros pecados. Oración de Moisés.

Y en Taberá, y en Masá, y en Quibrot Hatavá, irritasteis a Yahvé. Y cuando Yahvé os hizo salir de Cadés Barnea diciendo: «Subid a tomar posesión de la tierra que yo os he dado», os rebelasteis contra la orden de Yahvé vuestro Dios, no creísteis en él ni eschuchasteis su voz.
Habéis sido rebeldes a Yahvé vuestro Dios desde el día en que os conoció. Me postré, pues, ante Yahvé y estuve postrado estos cuarenta días y cuarenta noches, porque Yahvé había hablado de destruiros. Supliqué a Yahvé y dije: «Señor Yahvé, no destruyas a tu pueblo, tu heredad, que tú rescataste con tu grandeza y que sacaste de Egipto con mano fuerte.
Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob, y no tomes en cuenta la indocilidad de este pueblo, ni su maldad ni su pecado, para que no se diga en el país de donde nos sacaste: «Porque Yahvé no ha podido llevarlos a la tierra que les había prometido, y por el odio que les tiene, los ha sacado para hacerlos morir en el desierto. «Pero ellos son tu pueblo, tu heredad, aquellos a quienes tú sacaste con tu gran fuerza y tu tenso brazo.»