Grande-Marlaska descarta dimitir: “Ni se va ni le echan”

El presidente del Gobierno solo le cesaría si el coronel Pérez de los Cobos le denunciara por un presunto delito de prevaricación

“Soberbio y arrogante hasta la extenuación, es incapaz de reconocer y asumir sus equivocaciones». Así definen al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, bilbaíno de 57 años de edad, los que trabajan con él codo con codo. «No soporta que le lleven la contraria, como tampoco soporta no ser el centro de atención”, aseguran los más cercanos. Por eso ni un solo segundo ha sopesado la posibilidad de dimitir, después de que transcendiera su arbitraria decisión de cesar al frente de la Comandancia de Madrid al coronel Diego Pérez de los Cobos por negarse a informarle sobre las pesquisas realizadas por la Guardia Civil en el caso del 8-M, que investiga la magistrada Carmen Rodríguez-Medel. La propia juez advirtió a Interior de que el informe por el que ha sido cesado este alto mando de la Benemérita es secreto y, por tanto, el coronel sólo ha cumplido con su obligación al no entregarlo a sus superiores.

Si hubiera facilitado la documentación sobre este caso, en el que está siendo investigado el delegado del Gobierno de Madrid, José Manuel Franco, amigo personal de Pedro Sánchez, hubiera cometido seguramente una ilegalidad. De ahí que un jurista del Ministerio del Interior no oculte a este periódico su sorpresa ante la actuación de Grande-Marlaska. “Ese comportamiento sería más propio de Corcuera, que era electricista, pero no de un juez…”, relata con estupor. Pese a ello, “Fernando no va a dimitir ni de broma”, aseguran sus compañeros de bancada.

Los conocedores de sus manías y de sus pulsiones destacan su obsesión por el poder. “Le da igual la derecha, el centro o la izquierda”. Ante todo y por encima de cualquier color ideológico, le atrae irresistiblemente el poder. Este deseo insatisfecho le llevo a acercarse por el despacho del otrora ministro de Justicia Rafael Catalá para ofrecer, sin excesivo éxito, sus servicios como fiscal general del Estado. Cuando Pedro Sánchez le fichó, no se lo pensó dos veces y aceptó encantado. “Por fin, veía colmadas su ansias de poder”. Por eso ahora no está dispuesto a levantarse y perder la silla. “No va a dar ningún paso en falso, como sería amagar con dimitir, que pueda poner en riesgo su continuidad en el cargo”.

“Su carácter histriónico” le impide ver más allá y analizar con cierta imparcialidad lo sucedido. De ahí que ni tan siquiera se haya planteado presentar su dimisión. Pero ¿y qué piensa su jefe de su comportamiento? ¿El presidente del Gobierno habrá tomado ya una decisión sobre su continuidad en el cargo? Según confirman a La Razón fuentes monclovitas, el jefe del Ejecutivo no va a dar por concluida su estrenada andadura política en el Gobierno central hace ahora ya dos años. “No creo que Pedro le cese”, confirman a este diario estas mismas fuentes del Ejecutivo.

Muy al contrario, parece que el presidente “está encantado con él” para asombro de propios y extraños. Otra cosa diferente sería si Pérez de los Cobos denunciara al ministro por un presunto delito de prevaricación. Entonces, al jefe del Gobierno no le quedaría más remedio que dejarle caer, aseguran en el Ejecutivo.

De momento, el coronel Pérez de los Cobos ha decidido recurrir su cese como jefe de la Comandancia de Madrid, puntualizan a este diario fuentes de su círculo más próximo. Ahora estudia con sus más allegados (su hermano ocupó la Presidencia del Tribunal Constitucional) la fórmula jurídica idónea para recurrir. Una vez se resuelva este recurso, y sólo entonces, se planteará si denuncia a Grande-Marlaska por un presunto delito de prevaricación. Antes no podría hacerlo. Primero, se tiene que despejar legalmente el recurso de su cese. No obstante, su entorno descarta que, de momento, el laureado alto mando de la Guardia Civil de este paso al frente. Pese a ello, fuentes jurídicas consultadas por este diario dan por descontado que esta querella de presentarse prosperaría en los tribunales. «Se trata de un caso más que evidente”.

Pisito en la Castellana

Grande-Marlaska preside el Consejo Superior de la Guardia Civil desde el Ministerior del Interior.

Grande-Marlaska preside el Consejo Superior de la Guardia Civil desde el Ministerior del Interior./Foto: Ministerio del Interior/Ministerio del Interior

Desde que en junio de 2018 aterrizó en la madrileña Castellana 5, cuartel general del Ministerio del Interior, con su marido para instalarse en el piso de arriba, a disposición del titular de la cartera, “no ha dado ni una a derechas”, se quejan sus funcionarios. La Guardia Civil, la Policía Nacional y los funcionarios de Prisiones están en pie de guerra contra Grande-Marlaska, aunque, eso sí, por diferentes razones.

Los funcionarios de Prisiones no le perdonan el compromiso incumplido, según asumió el cargo, de aumentos salariales, pactados y negociados en sede ministerial. Por no mencionar su malestar por la desprotección que han sufrido en las primeras semanas de la crisis sanitaria. Fuentes de Interior destacan el despropósito y la muestra de falta de confianza hacia su propio secretario de Estado de Seguridad que supuso su decisión de que Prisiones dependiera orgánicamente de él, en lugar de, como hasta ahora, de la Secretaría de Estado. Con este cambio, el ministro pretendía conocer de primera mano la situación de los presos etarras y pilotar en persona el traspaso de prisiones al País Vasco, transferencia que se iba a realizar este mes y que ha pospuesto sine die el propio Ejecutivo vasco.

Al igual que los funcionarios de Prisiones, la Guardia Civil navega por aguas procelosas. “A los guardias civiles no se nos calla con una subida salarial”, asegura un alto mando a este periódico, en alusión a la equiparación salarial de la Benemérita con la Policía Nacional, anunciada por Grande-Marlaska en un intento por apaciguar los ánimos entre los verdes, después de la destitución de Pérez de los Cobos.

Otras fuentes del cuerpo armado achacan al malestar reinante con el ministro las declaraciones públicas del general de la Guardia Civil José Manuel Santiago y del DAO de la Policía Nacional, José Ángel González, durante la crisis sanitaria. Estas fuentes dan por descontado que el general José Manuel Santiago no cometió un desliz al reconocer en abril pasado que uno de los trabajos del cuerpo consistía en monitorizar las redes sociales, con el fin de “minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis efectuada por el Gobierno”. “El general es un hombre instruido e inteligente y dijo lo que quería decir”, avisan fuentes solventes a este diario. “Los Cuerpos de Seguridad del Estado no estamos para contrarrestar por la red las críticas al Ejecutivo, estamos para combatir los delitos que se produzcan por internet”. Por eso cayó como una granada a punto de estallar la orden de Interior de “monotorizar las redes sociales” para frenar las críticas a la gestión de la crisis sanitaria realizada por el Gobierno de Sánchez.

Como tampoco fue un lapsus el cometido por el DAO de la Policía Nacional, al admitir en rueda de prensa en Moncloa que la Policía hizo provisión de mascarillas y guantes desde enero. Afirmación rápidamente rectificada públicamente por el secretario de Estado de Comunicación e inmediatamente confirmada por el propio director adjunto Operativo.

Tensiones en el Gobierno

Además de tener en pie de guerra a todos los cuerpos de Interior, Grande-Marlaska tampoco mantiene una relación idílica que se diga con sus compañeros de Gabinete. Al vicepresidente Pablo Iglesias le puede su excesiva “pijería de Negurí”. Su relación con la ministra de Defensa brilla por su ausencia. Margarita Robles, que no criticó en ningún momento el cese de Pérez de los Cobos, es consciente de que una imagen vale más que mil palabras. Por eso no sólo ha defendido públicamente a la Guardia Civil, sino que, además, ha recibido en su despacho al ex DAO el general Laurentino Ceña, que dimitió la semana pasada de su cargo, después del cese de Pérez de los Cobos.

Una muestra más de la inexistente relación entre ambos ministro sse produjo cuando Grande-Marlaska nombró a la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, sin consultar a Robles. Tradicionalmente, los diferentes titulares del Interior han consensuado este nombramiento con sus compañeros de Defensa por tratarse de la Benemérita, cuerpo militar que depende de Interior.

Grande-Marlaska tampoco es santo de la devoción de la anterior ministra de Justicia, hoy en día fiscal general del Estado, Dolores Delgado, como prueban las grabaciones filtradas de una conversación que mantuvo con el ex comisario José Manuel Villarejo sobre el ministro del Interior, en las que arremetía contra él por su condición sexual.

Grande-Marlaska no es un dirigente que termine de agradar tampoco a los socios del Gobierno. El ministro despierta cierto recelo entre los nacionalistas catalanes y vascos, incluido el PNV. Por supuesto, los miembros de Bildu lo critican abiertamente. No en vano, como juez acorraló a la izquierda abertzale. El ministro, que creció en Euskadi en la época de plomo de ETA, llevó las riendas de la investigación del chivatazo policial en el bar Faisán, mientras, el período de descanso que se tomó el juez Baltasar Garzón en el cargo. Durante su investigación, curiosamente, entabló una relación de amistad con Alfredo Pérez Rubalcaba, quien años después, en junio de 2018, acudió a su toma de posesión como invitado especial.

Casualidades o no, el amigo de Grande-Marlaska fue quién fichó al coronel Pérez de los Cobos, ahora en comisión de servicios como jefe de la Intervención de Armas y Explosivos en Madrid, y el amigo de Rubalcaba el que años después lo destituyó. El círculo parece cerrarse ahora. Sólo falta por despejar la incógnita de si el coronel denunciará al ministro por un supuesto delito de prevaricación. Si, al final, no opta por esta vía, Sánchez no dejará caer a Grande-Marlaska. “Y es que a Pedro siempre le ha atraído su personalidad, aunque ignoremos la razón”, aseguran sus compañeros del Consejo de Ministros.