«El precio de los equipos de protección subía de hora en hora»

¿Cómo se dirige una residencia?

Beatriz: Es complicado pero a la vez es muy agradable porque las personas mayores necesitan mucho cariño y apoyo ya que no están todo el día con sus familiares.

¿Y en medio de una pandemia?

David: Es completamente distinto por la tensión que genera al personal y a los residentes. Nosotros fuimos precavidos y decidimos cerrar las puertas el 11 de marzo.

B: Desde entonces no pudieron recibir visitas ni acudir a las zonas comunes. Ni siquiera para comer.

D: Podían pasear de manera ordenada por los pasillos de sus habitaciones y hablar con su familia, lo que supuso un gran apoyo.

¿Ha habido casos positivos?

D: Hemos tenido un porcentaje bajísimo de contagiados, un 3% de los 230 residentes y trabajadores. Fue posible porque decidimos adelantar el cierre al dictamen de las autoridades sanitarias.

¿Cómo gestionaron el desabastecimiento de equipos de protección individual (EPI)?

D: En la primera semana de marzo ya nos empezamos a proveer de material. No hubo dificultad porque todavía nadie se había lanzado a comprar. Pero a partir de la segunda semana fue muy complicado y el precio subía de hora en hora. Llamabas para preguntar por buzos, te decían un precio y a los minutos ya no quedaban o eran cinco euros más caros.

B: Después empezamos a recibir todo tipo de material por parte de la DGA y cada semana nos traían mascarillas, batas, pantallas, guantes… Todavía nos llaman diariamente. Además, cuando algún residente ha enfermado, no nos hemos sentido abandonados. En cuanto llamábamos para avisar de la sintomatología, mandaban al 061 para hacer la PCR.

¿Cómo fueron aquellos días?

D: Fuimos excesivamente draconianos en las medidas de protección tanto del personal como de los proveedores.

B: Cada vez que alguien entra se le toma la temperatura y, además de llevar sus uniformes, tienen que ir con mascarilla, guantes, calzas…

¿Y entre los usuarios?

D: Si entre la dirección y el personal había temor y miedo, el residente también lo tenía. De hecho cuando empezamos a abrir las zonas comunes, muchos preferían quedarse en sus habitaciones.

B: Y siguen. Hay familias que tienen miedo de traer el virus a la residencia y no vendrán hasta que pasemos a la tercera fase. Van a esperar a que puedan salir a la calle.

D: El valor que ha tenido el personal (auxiliares, médicos, limpieza…) es para descubrirse. Hay dos grandes héroes: los residentes y los trabajadores.

Y todo ello, sin sus familias.

B: Nunca hemos tenido horario de visitas. De hecho, cualquiera podía venir a comer con ellos si avisaba el mismo día. Ha sido muy duro perder estas actividades.

D: Les ha ayudado mucho hablar con ellos. Además de las videollamadas, desde el centro también estábamos en contacto con la familia por correo electrónico.

¿Y algún momento positivo?

D: La compañera de una residente que cumplió 100 años avisó a los Bomberos para que a las 20.00 le cantaran el cumpleaños feliz. A ellos y a la Policía hemos de agradecerles cada visita que hicieron.

Ahora ya pueden ver a la familia.

B: Es muy duro porque hay residentes con demencia que llevan meses sin verlos, aunque también son muy emotivos. El familiar tiene que llamar el día de antes para pedir cita y nos tiene que facilitar su nombre, DNI, domicilio y número de teléfono. Al llegar, le medimos la temperatura, se lava las manos y luego le indicamos dónde se tiene que sentar, puesto que hemos habilitado una zona con mamparas. En todo momento, la mascarilla es obligatoria.

¿Hay secuelas de la covid?

D: Algunos han tenido que pasar de una planta de válidos a una de asistidos. No podemos bajar la guardia porque no sabemos si mañana puede haber un brote.

¿Cómo está la residencia?

B: Estamos teniendo bastantes llamadas de gente que quiere venir y dos ya se han incorporado.