Los veteranos dejan el frente

El regreso a casa de los médicos jubilados que se presentaron voluntarios para ayudar cuando la parte más dura de la pandemia azotaba al sistema sanitario aragonés supone una buena noticia. Porque su apoyo ya no es necesario debido a la reducción de la presión asistencial y a los buenos datos en hospitalización. Así, los 14 sanitarios ya retirados que habían reforzado el servicio de atención al usuario han regresado a sus domicilios para seguir ayudando, pero ya sin la bata blanca puesta.

Uno de ellos es José Ignacio Sánchez Miret, doctor de medicina interna e intensiva en el Hospital Clínico de Zaragoza y coordinador de trasplantes de Aragón durante más de 30 años. «Estuve cuatro semanas, desde que se puso en marcha la iniciativa para aliviar de presión al 061, al 112 y a los teléfonos de atención al usuario y lo he hecho encantado», expone.

En su caso, atendía llamadas al número habilitado por Sanidad para informar al ciudadano sobre el coronavirus y valorar su posible infección. «Si en la encuesta a la que se remitía desde el Salud el usuario decía que le faltaba el aire, entrábamos nosotros en escena». Se refiere a un profesional de enfermería también jubilado y a dos estudiantes de 6º de carrera que eran los encargados de atender al teléfono. «Muchos estaban seguros de que padecían el virus cuando solo tenían ansiedad, pero se sentían morir y hay que entenderlo».

Porque la «empatía» y el «respeto» al enfermo son esenciales para Sánchez Miret, que considera que «hemos hecho una labor muy buena» y, de hecho, «casi todas las personas que llamaban nos daban las gracias e incluso hubo quien quería apuntarse a mi consulta. Tratábamos de empatizar con ellos y respetar sus silencios», recuerda.

Ahora, de nuevo desde casa, este médico jubilado deja claro que «ya les he dicho que si hay repunte y me necesitan, vivo a cinco minutos andando y a tres en moto» porque tiene claro que «lo más duro es estar en casa sin poder apoyar. Los jubilados podemos hacer muchas cosas y somos útiles. En casa estaba seguro de que había alguien a quien le tranquilizaría hablar conmigo. La soledad es dura y estamos hechos de emociones».