Aplausos solidarios que saben a gloria

Ha costado escribir este perfil. Es la segunda vez que llamo para interesarme por Gastroaplausos. Lo cierto es que los hosteleros que crearon este pequeño grupo, empezando por Félix, propietario de Ginger Fizz Bar, no querían darle demasiado bombo. «Hacemos esto porque queremos, no es necesario darle publicidad», decía hace unos días. Poco a poco, su acción ha encontrado muchos seguidores en las redes a través de su perfil de Instagram. Ayer, algún medio nacional empezó a hacerse eco. Era hora de insistir. No por ellos. No por hacerle publicidad a nadie (que de poco valdría ahora mismo además). Sino porque la historia merece ser contada.

Gastroaplausos nació en un momento complicado. Con un grupo de hosteleros zaragozanos que a pesar de la incertudimbre, del terrible momento que vivían, a pesar de estar echando la persiana, quisieron agradecer su esfuerzo al colectivo sanitario. Se les ocurrió que, la mejor manera de hacerlo –o, al menos, la suya– era mimarles. Sorprenderles con una entrega de comida para que estuvieran bien alimentados y recibieran un regalo inesperado y con mucho sabor.

Además de Félix, se fueron sumando al grupo Fran, de La Mostaza, Stefano, de Pizza Mía, Kike, de La Tradicional… O Patrizio, del Bronson (que le añadió a su pedido los clásicos bigotes de pega que son santo y seña del local –y de Charles Bronson). Sushi, Bocadillos, pizza, hamburguesas… Mientras el resto aplaudimos a los sanitarios, a las ocho de la tarde, ellos lo hacen, pero de otra manera: llevándoles la cena.

Un grupo de whattsapp fue el origen de todo, como de tantas iniciativas ciudadanas que surgen estos días. Allí se organizan, deciden dónde y qué… Después, llevan la comida en sus propios coches. Son establecimientos en los que se puede encargar comida a domicilio y por eso siguen abiertos. Aún así, ni ellos mismos saben cuánto tiempo podrán seguir haciendo esta labor o cuál será su futuro en los próximos días. Si tendrán que cerrar o presentar un ERTE. De momento, cada salida, cada entrega, es un momento diferente. Y también «un subidón», porque saben que están haciendo algo por los demás. Porque en esta cultura nuestra, en el estilo de vida mediterráneo a quien el virus ha atacado en plena línea de flotación, la gastronomía tiene un valor importante. Y, probablemente, también lo tenga para quienes están trabajando sin aliento.

Su cuenta de Instagram, que suma más de 7.000 seguidores es prueba de su labor. No solo por los nuevos establecimientos que podrían sumarse, mientras puedan mantener este esfuerzo extra. También por los mensajes de agradecimiento que reciben. Mensajes de sanitarios. O de quienes les ven actuar, visitando un día el Servet, otro el Clínico… O el Royo Villanova, ayer.

No quieren publicidad. Defienden que no hacen falta nombres. Pero los nombres de quienes miran a los demás, cuando podrían estar mirándose el ombligo —con preocupación y mucha razón, en su caso– tendrán que ser recordados. Para ellos, también hace falta un aplauso gastro. Apuntado para cuando volvamos a llenar los bares.