La niña siria que no temía a las bombas logra huir a Turquía

Salwa ha comenzado una nueva vida lejos de aquello que aprendió a no temer gracias a su padre. La pequeña siria, de sólo tres años, acaparó publicaciones recientemente tras la distribución de un vídeo en el que aparecía, junto con su progenitor, jugando a reconocer los ataques contra ella y los suyos. «¿Es un avión o un proyectil de mortero?», preguntaba Abdullah al oír un rugido del exterior. «Un mortero», respondía la cría. «Cuando venga nos reiremos». Y estallaba a reír, la superviviente.

Ahora, según confirma a EL MUNDO uno de los allegados, Salwa, junto con su padre y su madre, ha logrado penetrar en suelo turco gracias a una invitación de las autoridades. «Querría dar las gracias al Gobierno turco por todo. Antes y después de la Revolución, Turquía ayudó a los sirios en cada uno de los aspectos. Turquía está haciendo además todo lo posible para los sirios que viven en sus fronteras», ha afirmado Abdullah, en palabras recogidas por la cadena nacional turca.

Su llegada a suelo seguro permitirá a la familia de Salwa vivir como lo han hecho la mayor parte de los tres millones y medio de ciudadanos sirios que Turquía ha llegado a acoger a lo largo de los casi nueve años de guerra. Ankara ha sido una de las administraciones más solidarias con las víctimas de la guerra de Siria, aunque en los últimos tiempos ha sido acusada de devolver forzosamente a numerosos sirios, antaño llamados «huéspedes» por su presidente y, en los últimos tiempos, de cerrar sus fronteras.

Los 911 Km de divisoria entre Turquía y Siria están fuertemente guardados por muros y soldados, que ocasionalmente disparan contra quienes tratan de saltar la verja para estar a salvo de las bombas. En consecuencia, cientos de miles de sirios se acumulan en el lado sirio de la frontera, en campamentos asistidos por organizaciones sirias y turcas. No obstante, el súbito incremento del flujo de desplazados internos en las últimas semanas, por la ofensiva oficialista sobre Idlib, complica la situación.

Según la ONU, casi un millón de personas, la mitad de ellas niños y mujeres, han huido de sus hogares por los bombardeos indiscriminados de las fuerzas oficialistas y los combates con las debilitadas milicias opositoras. Estas personas han quedado técnicamente acorraladas. Muchas de ellas se niegan a entrar

en territorio gubernamental, pues temen represalias por haber pasado tantos años en zona alzada. Turquía apoya a los opositores para intentar poner coto al avance de los leales al Gobierno sirio.

La decisión de invitar a Abdullah y a su hija a Turquía supone una pequeña buena noticia en un mar de tragedias acumuladas. «Ahora resulta que tendré que lograr hacer un vídeo viral para conseguir poner a salvo a mi familia», se queja Mohammed, un ingeniero sirio, atrapado entre el frente oficialista y la valla fronteriza, que se reconoce desbordado por la situación. «Estoy desesperado. No tengo trabajo ni dinero, y debo atender a mi familia, a mis dos hijos y a mi madre. Yo también necesito ir a Turquía».