Los Reyes de España en Auschwitz: «La Humanidad no puede caer en tal horror de nuevo»

Polonia ha cedido el protagonismo del 75 aniversario de la liberación de Auschwitz a los 120 supervivientes que han tenido la valentía de regresar al lugar de los horrores para recordar a los muertos y revivir el capítulo más oscuro de sus biografías con la intención de transmitir al mundo un mensaje: «Nunca más». Estuvieron arropados por representantes de 40 países y, entre ellos, el rey Felipe VI y doña Letizia, pero el coraje y el precio emocional pagado por los ex prisioneros, ancianos que a duras penas pudieron contener las lágrimas, no fue recompensado con el milagro de la reconciliación que pedían. Faltaron gestos.

Rusia, país heredero de la Unión Soviética, libertadora de Auschwitz sólo se hizo representar por su embajador en Polonia. El presidente Vladimir Putin, que sí acudió a los actos de conmemoración hace unos días en Jerusalén, prefirió rebajar la hazaña del Ejército Rojo a rebajar las tensiones con el Gobierno de Varsovia. Salvo los países de la Unión Europea, la presencia, también a diferencia de los actos en Jerusalén fue baja. Estados Unidos envió al secretario del Tesoro, comodín de sus colegas de Exteriores y de Defensa. Y los países árabes, obvio en el caso de los actos en Jerusalén pero posiblemente en Polonia no se hicieron representar por nadie. La creación del Estado de Israel y los conflictos que eso generaría se produjeron años después del Holocausto, el mayor crimen contra la humanidad de la Historia moderna.

Desligar política, religión y respeto a la dignidad humana sigue pareciendo un imposible. Y, sin embargo, el 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz ha dejado una semilla a la esperanza. Una delegación de la Liga Mundial Musulmana, encabezada por su presidente, el jeque Mohamed al Issa, e integrada por líderes musulmanes procedentes de países árabes, Escandinavia, los Balcanes y Estados Unidos, ha aceptado visitar Auschwitz previo a los actos conmemorativos. Lo ha hecho, además, a iniciativa y en compañía de los miembros del Comité Judío estadounidense, con su director general al frente, David Harris, de 70 años e hijo de un superviviente del Holocausto.

Líderes musulmanes y judíos cruzaron juntos la puerta de la muerte y, en una pequeña ceremonia, citaron la Torá y el Corán. El jefe del Consejo Central de Musulmanes en Alemania, Abdassamad El Yazidi, que nunca antes había visitado Auschwitz, resumió la visita con un solo adjetivo: «Lo que sucedió aquí fue horrible».

«ES UN CEMENTERIO FAMILIAR»

Y hay testigos, aunque cada vez son menos. Hace cinco años, cuando se cumplió el septuagésimo aniversario de la liberación de Auschwitz por el Ejército rojo acudieron 300 supervivientes y, como en este caso, gracias a la financiación de asociaciones judías, que corrieron con los gastos. Aunque para volver a Auschwitz hace falta más que dinero. Requiere valor enfrentarse a los demonios y recordar a los familiares y amigos perdidos. En la mayoría de los casos a toda la familia, a todos los amigos. «Mis padres fueron asesinados aquí y con ellos todos mis parientes. Este lugar es una especie de cementerio familiar. Yo tuve suerte, pero me quedé solo», declara Vladimir Munk.

Nacido en 1915 en la ciudad de Pardubice, en la antigua Checoslovaquia, Munk forma parte del puñado de supervivientes que decidió, tras pensárselo mucho, si su alma soportaría regresar a lo que para ellos siempre será un infierno. Él lo hizo por coherencia, «porque soy un superviviente y eso significa sobrevivir en vida, esforzarse en llevar una vida normal, impedir que los criminales triunfen sobre mi».

No ha sido fácil para nadie. La ceremonia se desarrolló en una carpa levantada junto a la puerta de entrada al infierno que fue Auschwitz y los complejos anexos como Birkenau, con la presión emocional, a veces insoportable del aire que envuelve ese lugar, y el siniestro perfil de los barracones que siguen en pie.

El presidente polaco, Andrezj Duda, abrió el acto, al que asistieron unos 2.500 invitados, con un discurso en el que apeló a la obligación de «cultivar y proteger la memoria» e instó a los presentes a comprometerse ante los últimos supervivientes a impedir a advertir a la humanidad contra sí misma.

La conmemoración de la liberación de Auschwitz, donde fueron exterminados más de un millón de personas, en su mayoría judíos, fue retransmitida en directo por la red de Eurovisión y seguida por los cerca de 1.200 informadores, arrancó la víspera en la biblioteca del vecino pueblo de Oswiecim. Durante seis horas ininterrumpidas, grupos de supervivientes se turnaron para relatar sus vivencias y responder a las preguntas de los periodistas. Costó formularlas, afirmaron testigos presenciales a este diario. Nadie se atrevía a hurgar en la herida de unos ancianos que sólo despertaban admiración y ternura. «Los nazis mataron nuestros seres queridos, nuestra infancia y nuestros sueños. No podemos darles encima lo que nos queda de vida», afirmó posteriormente Munk.

La ceremonia en puertas de Auschwitz, con la inscripción «El trabajo os hace libre», estuvo precedida de una ofrenda en el llamado Muro de la Muerte. Los reyes Felipe VI y doña Letizia, acompañados por la ministra de Asuntos Exteriores Española, Arancha González Laya, depositaron una corona de flores rojas y amarillas. En ese Muro, situado entre los bloques 10 y 11 de campo, hubo fusilamientos masivos antes de que los nazis pusieran en funcionamiento las cámaras de gas.

En uno de los libros de condolencias abiertos en los barracones, Don Felipe escribió en inglés que «las palabras son poderosas si están seguidas de acciones» e instó a actuar con verdad y solidaridad para preservar la memoria de lo que allí ocurrió. «La Humanidad no puede caer en tal horror de nuevo», añadió antes de expresar la emoción que les produce representar a España en el 75 aniversario de la liberación de este campo, donde también hubo víctimas españolas.