La Leyenda Negra no estaba muerta, que no, que estaba de parranda. Si bien son muchos los historiadores, nacionales e internacionales, que identificaron en el pasado el proceso de manipulación que ha sufrido la historia de España, varios de ellos son reacios a sostener la vigencia de estas mentiras y prejuicios en la actualidad.
En una entrevista para ABC Historia de noviembre de 2018, el hispanista Henry Kamen aseguró que «la llamada Leyenda Negra no existe, aunque algunos españoles insisten en su existencia motivados por una sensación de victimismo. Poquísima (casi diría ninguna) gente fuera de España dedica tiempo ni tinta al tema, son sobre todo unos cuantos españoles que se preocupan por ello».
Joseph Pérez, por su parte, en otra entrevista a ABC Historia (26/07/2017), dio por enterrada la Leyenda Negra en el ámbito historiográfico, «si bien quedan resquicios de la leyenda por culpa de la prensa, el cine y los novelistas malos. Les interesa montar sensacionalismo. Hace cinco años la televisión francesa me entrevistó para un documental de Isabel La Católica. Al final me enfadé con las preguntas, “ustedes que quieren ¿que diga que era una asesina con las manos manchadas de sangre?”, les increpé. Como cualquier jefe de Estado con responsabilidades ella fue responsable de muchas muertes pero no voy a presentarla como una reina sanguinaria e inquisitorial. La idea de los españoles como los malos de la película ha estado presente hasta hace poco y ahora empieza a cambiar poco a poco».
Que los medios masivos siguen cobijando prejuicios de la Leyenda Negra relacionados con la presencia española en América, la actividad de la Inquisición, la expulsión de los judíos de 1492 o la Guerra de Flandes se puede comprobar con múltiples ejemplos. En su libro «Imperiofobia y Leyenda Negra» (Siruela), María Elvira Roca Barea refiere varios casos de documentales y películas que insisten en estos tópicos.
Los trillones de incas
Uno de los más llamativos es un reportaje sobre Sudamérica titulado «Andes: The Dragon’s Back» (BBC, 2007), que en su emisión del 20 de mayo de 2014 a las 17.30 horas en La 2 de Televisión española se pudo escuchar, justo en el minuto 48.18, que «1.500 millones de incas fueron aplastados por solo 200 aventureros españoles», cifra del todo inverosímil dado que entonces ni había 1.500 millones de seres humanos en el planeta ni los conquistadores tenían los métodos ni la intención de cometer un genocidio de esas dimensiones. La cifra, de hecho, se debe a un error en el doblaje al español del documental, aunque en las numerosas veces que se ha emitido desde entonces siguió el mismo número de muertos.
En la versión original se puede escuchar: «15 millones de incas fueron aplastados por solo 200 aventureros españoles». Cifra igualmente abultada y difícil de sostener cuando todavía hoy se debate sobre cuál era la población en América antes de la llegada de los españoles.
También en La 2 de Televisión Española, el martes 5 de febrero de 2014 a las 16:00 horas, se pudo oír: «En tan solo cuarenta años, desde la llegada de Colón, los españoles habían saqueado gran parte de América Central y del Sur» dentro de la serie documental History of the World, de la BBC, que volvió a ser emitido por La 2 de Televisión Española el 28 de septiembre de 2014.
La catástrofe demográfica que sufrió el continente americano desde 1492 –el año del Descubrimiento de Cristóbal Colón– es un hecho irrefutable. Antes de la llegada de los españoles se ha estimado tradicionalmente que la población del continente se encontraba entre los 40 millones y los 100 millones. No obstante, el hispanista venezolano Ángel Rosenblat argumenta en su estudio «La población de América en 1492: viejos y nuevos cálculos» (1967) que la cifra no pasaría de 13 millones, concentrándose los principales grupos en las actuales regiones de México y de Perú, ocupadas por el Imperio azteca y el Inca respectivamente.
Sea una cifra u otra, la disminución demográfica fue dramática: el 95 % de la población total de América murió en los primeros 130 años después de la llegada de Colón, según el investigador estadounidense H. F. Dobyns. La sangría demográfica hay que buscarla en dos factores: el traumatismo de la conquista (las bajas causadas por la guerra, el desplome de las actividades económicas y los grandes desplazamientos poblacionales) y sobre todo las enfermedades. Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto del mundo y pagaron a un alto precio el choque biológico. Cuando las enfermedades traídas desde Europa, que habían evolucionado durante miles de años de Humanidad, entraron en contacto con el Nuevo Mundo causaron miles de muertes frente a la fragilidad biológica de sus pobladores. Un sencillo catarro nasal resultaba mortal para muchos indígenas. El resultado fue la muerte de un porcentaje estimado del 95% de la población nativa americana existente a la llegada de Colón debido a las enfermedades, según los cálculos del ecólogo Jared Diamond.
Fueron las grandes epidemias, sin embargo, las que provocaron el mayor impacto. Una epidemia de viruela que se desató en Santo Domingo entre 1518 y 1519 acabó con prácticamente toda la población local. Esa misma epidemia fue introducida por los hombres de Hernán Cortés en México y, tras arrasar Guatemala, bajo hasta el corazón del Imperio Inca en 1525, donde diezmó a la mitad de la población. Precedido por la viruela, la llegada de Francisco Pizarro a Perú fue el golpe final a un imperio que se encontraba colapsado por las enfermedades. La epidemia de viruela fue seguida por la de sarampión, entre 1530-31; el tifus, en 1546; y la gripe, en 1558. La difteria, las paperas, la sífilis y la peste neumónica también golpearon fuerte en la población.
La cara y la cruz de la Inquisión
Como ejemplo de que hubo un tiempo en que la cadena británica también quiso revertir las mentiras de la Leyenda Negra, Roca Barea recuerda en su obra que en 1994 la BBC produjo un documental de 50 minutos titulado «The Myth of the Spanish Inquisition», orquestado por el historiador e hispanista Nigel Towson, que contó con la presencia de expertos dedicados a desmontar los tópicos y datos inverosímiles sobre la Inquisición.
Stephen Haliczer, Álvárez-Junco, Henry Kamen y Jaime Contreras participan en el documental que se emitió en un espacio de máxima audiencia. Los mejores especialistas sobre el tema ofrecieron al público datos, documentos y cifras que se salían de la tradición protestante de demonizar, sin más, a este órgano religioso que ofrecía bastantes más garantías procesales que los tribunales que también existieron en países calvinistas, luteranos y en la propia Inglaterra.
No en vano, la BBC retornó a los tópicos más esperpénticos en el año 2000 con otro documental titulado «Spanish Inquisition: the brutal truth», que comienza con un texto que no deja lugar a dudas: «Entre 1478 y 1833 miles de personas fueron detenidas, torturadas y ejecutadas porque sus creencias religiosas no estaban bien vistas en su país. Fueron víctimas de la Inquisición española. La Inquisición fue una organización siniestra tan oculta por la leyenda que hasta ahora ha sido difícil contar la verdadera historia de esos días lúgubres de la Iglesia católica».
Y sigue: «La Inquisición española se recuerda como el primer y más terrorífico ejemplo de policía del pensamiento». La bandera española actual ondea entre hogueras y desfiles nazis para que no quepa duda de la maldad que produjeron los españoles.
¿Cuál es esa verdad oculta sobre el Santo Oficio? Pues que España no fue la primera en tener un tribunal de la Inquisición (existían en Francia desde el siglo XII para combatir a los cátaros), ni el país que persiguió con consecuencias más letales a las minorías religiosas (la cifra de entre 3.000-5.000 ejecutados por la Inquisición en cuatro siglos palidece si se compara con los hugonotes asesinados en Francia solo en la llamada Matanza de San Bartolomé).
Según los estudios de Jaime Contreras y Gustav Henningsen, entre 1540 y 1700 el Santo Oficio persiguió a 49.000 personas (Joseph Pérez eleva el número total a 125.000 procesos durante sus 350 años en España) de los cuales el 27% fue procesado por blasfemias y palabras malsonantes; el 24%, por mahometismo; el 10%, por falsos conversos; el 8%, por luteranos; el 8%, por brujería y distintas supersticiones; y el resto por otros asuntos como la sodomía, la bigamia, la solicitud de los sacerdotes, etc.
Cabe recordar aquí que la mayor parte de estos «pecados» eran igualmente sancionados como delitos en el resto de Europa a través de tribunales ordinarios. En Inglaterra, ser católico o de una religión distinta a la del Rey era exactamente lo mismo que ser un traidor a la Corona. Solo las persecuciones de católicos en la Inglaterra de Isabel Tudor provocaron 1.000 muertos, entre religiosos y seglares, en cuestión de un par de décadas.
Entre los reos finalmente condenados por la Inquisición, los castigos podían ir desde una multa económica, servir en galeras como remeros durante un tiempo específico, penas de prisión, hasta, en los casos más graves, ser quemados vivos. En lo que se refiere al periodo entre 1540 y 1700, las condenas a muerte se dictaron para un 3,5% de los casos, según los cálculos de Gustav Henningsen. Pero solo al 1,8% de los condenados se les aplicó efectivamente la muerte por hoguera.
Lejos de lo que se pueda suponer, la Inquisición ofrecía unas garantías procesales más amplias (insuficientes, obviamente, a ojos actuales) que los tribunales ordinarios y, de hecho, mataba menos. Para empezar, la Inquisición recurría a la tortura en escasas ocasiones (Lea y Kamen calculan un 1 o 2 por ciento de los casos investigados), y siempre bajo supervisión de un inquisidor que tenía orden de evitar daños permanentes, a menudo junto a un médico, en contraste con las salvajes torturas aplicadas por la autoridad civil en España y en otros países.
La tortura, en definitiva, no podía poner en peligro la vida del reo ni provocar mutilaciones y podía ser aplicada también en nobles y en el clero, que estaban exentos en la justicia ordinaria: «El privilegio que las leyes otorgan a las personas nobles de no poder ser procesadas en las otras causas no ha lugar en materia de herejía» se dice en el Manual de los inquisidores. No así en mujeres embarazadas o criando, y en niños de menos de 11 años. Las confesiones obtenidas durante el tormento no eran válidas por sí mismas y debían ser ratificadas, fuera de él, en las veinticuatro horas siguientes por el reo. Aparte, en contra del mito generalizado, nunca se aceptaron denuncias anónimas.
La última polémica, en verano
Que la BBC y otras cadenas extranjeras siguen fomentando tópicos propios de la Leyenda Negra se pudo comprobar en una producción muy reciente. El pasado 30 de julio, el espacio de La 2 «Documenta2» ofreció un episodio de la serie británica «Cómo se hizo España» (BBC) dedicado a la Reconquista. Sin embargo, lejos de ilustrar a los espectadores sobre este periodo histórico, distintos historiadores y expertos denunciaron, en redes sociales, los errores y tópicos en los que incurre la producción presentada por el popular historiador británico Simón Sebag Montefiore.
Sus intervenciones en «Cómo se hizo España» (originalmente «Blood and gold: the making of Spain») están cargadas de tópicos sobre el fanatismo y violencia de los españoles, que corrompieron, según los términos del documental, el paraíso artístico y social construido por los musulmanes en la Edad Media. De esta manera, Isabel «La Católica» es definida como la mujer que «destruyó» todo el esplendor de la cultura nazarí. En este mismo tono, la conquista de Granada es «una amarga victoria, consolidada mediante sangrientas purgas de judíos y musulmanes y celebrada con el envío de Colón a las Américas…». Sin embargo, la realidad es que a Colón no se le envió a América (de hecho no sabía que iba a encontrar otro continente) a modo de festejo, sino en un proyecto completamente paralelo.
El documental recurre a otros clásicos de la Leyenda Negra con afirmaciones como «sus elegantes mezquitas fueron sustituidas por ostentosas y recargadas iglesias llenas de Cristos ensangrentados». Sobre la Inquisición española, Simón Sebag Montefiore afirma: «Aunque no tuviera el alcance ni la eficacia de un estado terrorista del siglo XX, la Inquisición se basaba igualmente en el delirio público, la sospecha y la represión».