Hacia el Centenario de La Legión: las 37.393 vidas que dejó La Legión en la Guerra Civil

El aún denominado Tercio va a ser esencial en el triunfo de la sublevación en Melilla contra el gobierno del Frente Popular, no contra la República como se insiste con evidente falsedad, merced a la actuación del entonces teniente de la Torre Galán, futuro General Inspector de La Legión, del sargento Sousa, portugués de nacimiento, veterano del desembarco de Alhucemas, que moriría en combate en Cazalegas (Toledo) meses después, y de una quincena de legionarios.

El 20 de julio, en jornadas sucesivas de dicho mes y primeros días del mes de agosto, por aire y por mar van pasando a la península las seis banderas legionarias de anteguerra; tras unas breves operaciones en Andalucía las Iª, IVª y Vª se dirigen hacia Madrid, reuniéndoseles a mitad de camino la VIª que había actuado en el frente granadino: Almedralejo, Mérida, Badajoz con «La Brecha de la Muerte», Talavera de la Reina y Toledo son algunos de sus hitos vencedores, pero hasta el 30 de noviembre han muerto 650 de sus componentes y resultaron heridos 1.500, por lo que a Madrid llegan muy reducidas en sus efectivos.

Al frente madrileño se incorporan durante el otoño de 1936 las recreadas banderas VIIª y VIIIª, esta última la única constituida en Marruecos durante la Guerra Civil, y las cinco unidades tomarán parte en los combates que las columnas nacionales sostienen para conquistar, entre otras, Getafe, Leganés, Alcorcón, Fuenlabrada y la Casa de Campo para finalizar en la Ciudad Universitaria, donde se desangrarán hasta la estabilización del frente.

Mientras, la IIª bandera, tras lograr en San Marcial e Irún conquistar las posiciones enemigas, es enviada a Huesca y luego a Zaragoza, donde en unión de la bandera «Sanjurjo», futura XVª bandera legionaria, forma parte de la Columna Móvil, que recorrerá combatiendo las tierras aragonesas. Por su parte, la IIIª bandera es la punta de lanza de las columnas gallegas que socorren a la sitiada Oviedo, a punto de caer en manos del enemigo, combatiendo en el frente asturiano hasta la finalización del mismo. Las bajas que durante estos periodos sufrieron fueron enormes, pero se rehicieron una y otra vez por el aflujo de reclutas, casi siempre aragoneses y gallegos.

Incremento de banderas

El año 1937 ve incrementar el número de las banderas desde la IXª hasta la XVIª gracias a la enorme afluencia de voluntarios, no solo para ellas sino también para las veteranas. En todas las grandes batallas que tendrán lugar durante dicho año se verá envuelta alguna de las banderas: Jarama, Segovia, Brunete, Belchite o en el extenso frente extremeño-andaluz, sin olvidar el de Asturias. También se creará en el mes de marzo de dicho año la Compañía de Lanzallamas, que actuará a lo largo de la guerra en Madrid y Asturias, Belchite, Puente de Serós y Cataluña, mereciendo ser premiada con la Medalla Militar colectiva.

Inicialmente, los nuevos voluntarios se unían a las banderas directamente, pero tras la toma de Talavera de la Reina en ella se organizaron compañías de depósito para cada una de las dos Legiones (agrupación de banderas), a las que afluían los reclutas o los veteranos que regresaban de los hospitales, quienes, tras recibir instrucción a las órdenes de oficiales y suboficiales legionarios, casi siempre mutilados, eran destinados a las diversas banderas, si bien en 1938, y con los mismos fines, se creó otro depósito en Zaragoza.

Desde el punto de vista organizativo, en 1937, por Decreto nº 156 del gobierno de los nacionales se aprobó que los capitanes del Tercio pudieran obtener en los cuadros de La Legión el empleo de Jefe (Comandante y Teniente Coronel), y el Decreto nº 157 concedió el ascenso a comandante al capitán de la escala legionaria Carlos Tiede Zeden, el cual morirá a causa de las heridas recibidas en combate el año anterior. Por Orden de 8 de mayo se reorganizó el Tercio, derogándose la Orden de 14-06-1934, se dispuso que en lo sucesivo se denominase Legión, mandada por un coronel, y que las Legiones existentes se llamaran Tercios, mandados por tenientes coroneles, estableciéndose las plantillas de las banderas, que alcanzarán los 872 integrantes cada una.

En ese año, el Batallón de Carros de Combate del ejército nacional, integrado en gran parte por oficiales y suboficiales de La Legión, así como por simples legionarios, pasa a convertirse en Bandera Legionaria de Carros de Combate, que desde principios de 1938 se denominará Agrupación Legionaria de Carros de Combate. Ese año contempla la creación de las banderas XVIIª y XVIIIª, las últimas legionarias, y los campos de batalla de Teruel, Alfambra, Aragón, Levante, bolsa de Bielsa, la Serena, el Ebro, el frente de Madrid, donde combaten las banderas VIIIª, IXª, Xª, XIIª, o el de Andalucía, con la XIª bandera, son regados con la sangre legionaria, que no cesará de verterse hasta el final de la guerra al intervenir las banderas citadas en la ofensiva de Cataluña y en la definitiva que puso fin al conflicto en marzo de 1939.

Durante la Guerra Civil el Tercio, luego La Legión, intervino en 3.042 hechos de guerra, siendo premiados por su actuación sus unidades con 6 Cruces Laureadas de San Fernando y 17 Medallas Militares colectivas, mientras que sus componentes lo fueron con 8 Cruces Laureadas y 155 Medallas Militares individuales reconocidas, 3 a capellanes militares y 4 no reconocidas, estas últimas concedidas a combatientes portugueses.

Las bajas sufridas: muertos, 6 jefes, 375 oficiales, 403 suboficiales, 2 CASE y 6.859 de tropa; heridos: 18 jefes, 924 oficiales, 1.231 suboficiales y 10 CASE, 27.789 de tropa, muchos de estos mutilados; desaparecidos: 6 oficiales, 9 suboficiales y 761 de tropa. Total de bajas: 37.393.

A principios de 1937, los dos capitanes de la escala legionaria que había en sus filas en julio de 1936 habían muerto a causa de las heridas recibidas en combate, e igual suerte corrieron durante el conflicto 2 de los 5 tenientes de dicha escala de anteguerra, mereciendo un capitán (Tiede Zedem), 2 tenientes (Dimitri Ivan Ivanoff y Piris Berrocal) y un alférez (Canós Fenollosa) la Medalla Militar individual. De los suboficiales y sargentos de anteguerra, 2 subtenientes (Karoly Szas y Moncho Escapa, que moriría en combate y este en dos ocasiones), y 5 sargentos obtuvieron dicha recompensa.

Voluntarios extranjeros se alistaron en la Legión, pero en una proporción muy pequeña: uno desde Dinamarca, Canadá, Australia y Nueva Zelanda; otro era de origen hindú, y hubo varios suecos, finlandeses o noruegos; la aportación marroquí entre fue 300 y 330, los alemanes unos 150; de religión judaica, 35, pero de diversas nacionalidades. Fracasó el intento de crear una bandera francesa, el número de alistados no llegó a los 200, solo se formó la compañía «Jeanne D’Arc», cuyos supervivientes acabaron integrados en la XVª bandera. Tampoco se crearon banderas portuguesas, los voluntarios lusos solo fueron entre 2.000 y 3.000, y los célebres «Viriatos» no pasaron de ser 110 jefes, oficiales y suboficiales voluntarios que desde finales de1936 hasta 1939 visitaron los diversos frentes en aprendizaje de la guerra moderna o sirvieron en La Legión o Artillería.

El aporte italiano no llegó a los 100 voluntarios, pero su comportamiento fue muy valeroso: 2 de ellos fueron condecorados a título individual con la Cruz Laureada de San Fernando y 3 con la Medalla Militar. Otra Medalla Militar individual fue concedida a un norteamericano de origen letón: Arnold Mur.