La canciller Angela Merkel afirma en Auschwitz que la memoria de los crímenes nazis es «inseparable» de la identidad alemana

La memoria de los crímenes del nazismo es «inseparable» de la identidad alemana. Esta ha sido la reflexión de la canciller, Angela Merkel, al visitar el campo de exterminio de Auschwitz este viernes. «El recuerdo de los crímenes, nombrar a los autores y rendir homenaje digno a las víctimas es una responsabilidad que no se detiene jamás. Eso no es negociable. Es inseparable de nuestro país. Ser conscientes de esta responsabilidad es parte de nuestra identidad nacional», ha declarado la líder conservadora.

Alemania no satisfará las indemnizaciones millonarias que pide Polonia por los daños que causaron al país las huestes de Adolf Hitler, pero ayudará con 60 millones de euros a la preservación del viejo campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. Esa ha sido la donación que la canciller anunció durante la visita que este viernes ha hecho al mayor cementerio del mundo, y la primera en los 14 años que lleva en el poder coincidiendo con el décimo aniversario de la Fundación Auschwitz-Birkenau, entidad que financia la conservación de ese lugar. Muchos de los edificios no fueron construidos para perdurar en el tiempo, por lo que su conservación, barracas de ladrillo, cocinas y hasta letrinas, requiere una inversión anual de entre 18 y 20 millones de zlotys (entre 4 -5 millones de euros), según datos de la Fundación, que depende de la solidaridad.

La canciller ha viajado al infierno que fue ese complejo por invitación de la comunidad judía, de la Fundación y del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, que la ha acompañado durante su estancia en el recinto. Las diferencias entre ambos son notorias, pero juntos han cruzado la puerta de entrada al campo, coronada con el siniestro lema nazi «Arbeit macht frei» («El trabajo hace libre») y después han guardado un minuto de silencio delante del Muro de la Muerte. «Me inclino profundamente» ante cada una de las víctimas, ha dicho Merkel visiblemente emocionada.

Merkel ha sido, tras Helmut Schmidt y Helmut Kohl, la tercera mandataria alemana que visita el viejo campo de exterminio, símbolo del Holocausto. Allí fueron asesinadas alrededor de 1,1 millones de personas entre 1940 y 1945, la mayoría el mismo día de su llegada.

La presencia de la canciller en Auschwitz es «muy importante. Envía al mundo un mensaje importante de solidaridad en tiempos en los que supervivientes del Auschwitz son víctimas de insultos antisemitas y de emails de odio» en Alemania y en Europa, afirma el vicepresidente ejecutivo del Comité Internacional de Auschwitz, Christoph Heubner. Y es precisamente el resurgir del antisemitismo que lleva consigo el avance de una ultraderecha próxima al filonazismo lo que hace que la preservación de ese lugar sea más importante que nunca. «Es una obligación respetar la memoria de los muertos y recordar la Historia a las generaciones futuras. En palabras del director del museo de Auschwitz, Piotr Cywinski, «con las donaciones que nos hacen llegar estamos creando una herramienta para el futuro, para la próxima generación, para la educación. No es una forma de señalar con el dedo la historia de un país, porque ese no es mi papel».

El Gobierno alemán no necesita que le recuerden su pasado. La Shoah ha determinado su política exterior y en lo que concierne a Merkel, pocos dirigentes alemanes han mostrado su compromiso con Israel y el pueblo judío como ella. No en vano fue, en 2008, la primera gobernante alemana invitada a pronunciar un discurso en la Knesset.

La mitad de los 60 millones de euros prometidos por Merkel procede de las arcas del Gobierno federal y el resto de los estados federados, un gesto colectivo que simboliza la unidad con la que Alemania está comprometida con la política del recuerdo y se produce en un contexto empañado por el avance de la ultraderecha y antisemitismo. En lo que va de año, los delitos con trasfondo racista, xenófobo y antisemita han crecido en los seis primeros meses del año un 20% respecto del año anterior, según datos del ministerio de Interior. Ese porcentaje no incluye el atentado a la sinagoga de la ciudad de Halle el pasado mes de octubre, acto atribuido a un neonazi que ante la imposibilidad de acceder al templo disparó de forma arbitraria a ciudadanos que pasaban en esos momentos por la calle, acabando con la vida de tres de ellos. Tampoco la controvertida acción llevada a cabo por un grupo de activistas alemanes que, para denunciar el ascenso de la ultraderecha, levantó hace unas semanas en Berlín una estructura de cuatro toneladas con tierra que contenía restos de cenizas de personas que fueron cremadas en el Holocausto. El grupo explicó que había examinado durante años zonas de cercanas a los campos de concentración en busca de cenizas y huesos humanos carbonizados. Si eso es cierto, como afirman los activistas, su acción no sólo es de mal gusto. «Si las cenizas son en verdad de victimas de la Shoah e habría perturbado la tranquilidad de los muertos», afirman los representantes de la comunidad judía.

La relación de delitos y gestos antisemitas es interminable. Se producen a diario y no sólo en Alemania. Hace unos días, 107 tumbas del cementerio judío de Westfhoffen, a unos 25 kilómetros de Estrasburgo, fueron profanadas. La magnitud de esa agresión, a la que después se sumó una pintada de cruces gamadas en el campo santo de Schaffhoyse-sur-Zorn, hizo que el ministro de Interior, Christophe Castaner, se desplazara a Westhoffen en un gesto de repulsa y para hablar con la comunidad judía.

En enero se conmemorarán los 75 años de la liberación de Auschwitz-Birkenau, pero la mayoría de los barrios o lugares de culto judío en Europa siguen bajo vigilancia policial. No es de extrañar que, según un estudio de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE más de 80% de los jóvenes judíos europeos considera el antisemitismo un problema creciente en sus países, principalmente por el odio generado a través de las redes sociales. El 45% tiene miedo a demostrar en publico que son judíos y el 41% ha pensado en emigrar a otro país, la mayoría a Israel. El 44% sufrió acoso antisemita.