Rafa Nadal vuelve a su oasis

Rafa Nadal respira en Montecarlo. También sus rodillas, su físico, su tenis, sus ambiciones. El castigo de la pista dura le carga con cicatrices cada vez más difíciles de sobrellevar. Por los partidos que sus rodillas le han impedido disputar. Por todas esas opciones negadas a su hambre de títulos. Por eso, el balear respira en Montecarlo. Su jardín privado. Once coronas frente al mar. Y el comienzo de su particular crucero de temporada.

Aunque cada curso es distinto, cada partido, diferente; cada rival, sin igual al anterior, ni siquiera Nadal es fiel reflejo del Nadal del año pasado, se ha encargado, año tras año, de anular las esperanzas de todos los demás. Son 68 victorias, por solo cuatro derrotas: Novak Djokovic en la semifinal de 2015, David Ferrer en los cuartos de 2014, de nuevo Djokovic en la final de 2013 y Guillermo Coria en los octavos de 2003, su primera participación.

Un bagaje que lo encumbra y lo vuelve casi inexpugnable, con esa capa de confianza con la que espera tomar aliento tras un inicio de curso con obstáculos. Otra vez. Ya el año pasado la temporada de tierra le sirvió de empujón hacia la gloria después de despedirse en cuartos del Abierto de Australia y regresar a las pistas ya en abril, en la Copa Davis. A partir de ahí: títulos en Montecarlo, Barcelona, Roma y Roland Garros. Para este año, el guion es similar, pues si bien fue finalista en Australia, las rodillas le chillaron que parara el 16 de marzo, tras alcanzar las semifinales del Masters 1.000 de Miami, impidiéndole jugar contra Roger Federer y jugar después en Miami. Otro parón obligatorio que quiere olvidar en su tierra.

Doce

Son sus lesiones, culpables de que su vitrina no sea todavía más brillante, los acicates que lo impulsan a levantarse con más bríos. Así lo ha demostrado en cada ocasión que el cuerpo era más duro que el peor que sus rivales. Competir es lo que quiere, por encima de todos los problemas. Y es lo que intentará esta semana, cuando comience el torneo, -probablemente el miércoles-, olvidarse de lo malo y centrarse en lo que tiene entre manos, la posibilidad de un duodécimo título en Montecarlo, donde ha ganado las tres últimas ediciones.

«Estoy tratando de ponerme en forma. Para mí empezar bien aquí significa mucho. Ha sido un comienzo de temporada difícil, he pasado momentos duros, pero el único camino es seguir adelante, con pasión y levantándose cada día para intentar mejorar», afirmó Nadal en el sorteo, después de haber probado la tierra monegasca.

La suerte le exige también sobre el papel, pues ya de inicio se puede medir a Roberto Bautista, cuartofinalista en Indian Wells tras batir a Novak Djokovic. Después, puede cruzarse con Denis Shapovalov o Grigor Dimitrov, necesitado de victorias de empaque para volver a las alturas. Un poco más allá, el cuadro lo empareja con Marco Cecchinato o Marin Cilic, para alcanzar unas hipotéticas semifinales donde podría esperarlo Alexander Zverev. Solo en la final se mediría con Djokovic, el único que le ha arrebatado dos triunfos en Montecarlo.

Aunque Nadal repite siempre que es el día a día lo que lo alimenta, no puede esconder que todos los años, por estas fechas, Roland Garros está marcado a fuego en su calendario. Por eso necesita este rodaje sobre la tierra batida que, lejos de desgastarle, le carga de energías para ese Grand Slam en el que es infinito. En estas semanas hasta la final de París, el 9 de junio, acumulará sensaciones, victorias y posibilidades. También puntos, muchísimos, porque en 2018 lo ganó casi todo y vuelve a defenderlo casi todo.

Muchos puntos por defender

Son los mil puntos de Montecarlo, los 500 de Barcelona, los 180 del Mutua Madrid Open porque el año pasado se topó con un Dominic Thiem embravecido en las alturas madrileñas en cuartos y le frenó la progresión. Pero viajó después a Roma y se desquitó del año anterior con otro título y mil puntos más. Y en la Philippe Chatrier se hizo enorme para empequeñecer al propio Thiem, todavía demasiado tierno para la empresa de superar a Nadal en París. En total, 4.680 puntos de botín que defenderá, como siempre, con garra, calidad, ilusión y una carga extra de adrenalina porque por fin respira en su tierra batida.