Participación en el 28-A: el 68% que da la llave de Moncloa

Más que nunca en estas elecciones generales los partidos están echando cuentas sobre cómo puede afectar la participación en los resultados del 28 de abril. Cuando todo es una incógnita, salvo que lo más probable es que el PSOE sea la fuerza más votada sin que esto garantice que gobierne, las estrategias se ajustan en todos los casos a un mismo objetivo, movilizar al máximo a su electorado sin actuar al tiempo como factor movilizador del votante del contrario. Cuadratura del círculo difícil de lograr aunque hay cierta coincidencia en cuanto a los parámetros en los que se mueven los estrategas de un bloque y del otro. Los cálculos del PP apuntan que lo que les interesa es una participación por debajo del 67-68% en el conjunto de la población, al mismo tiempo que el centro derecha «se moviliza en masa». Los socialistas lo fían todo a una participación superior al 70 por ciento. Y en esto se va a jugar una de las claves de esta pugna electoral.

El calendario está condicionado por la Semana Santa, que para muchas familias es un periodo de vacaciones escolares que se alarga desde el día 18 hasta el lunes 29 de abril, después de la cita con las urnas. En los cuarteles generales de todos los partidos tienen presente que la campaña sólo tendrá la intensidad que le corresponde entre los días 12 y 17 de abril, es decir, que en la práctica sólo habrá seis días de campaña efectiva.

La fecha elegida por Moncloa parece esconder la trampa de buscar que se reduzca la participación general de los votantes a partir de la consideración de que la izquierda está desmovilizada y la derecha muy activada. En Moncloa han tenido muy presente las últimas elecciones de Andalucía, donde la izquierda dejó en la abstención a 700.000 votantes y la derecha consiguió movilizar 350.000 votantes que habitualmente se abstenían.

Las encuestas de NC Report publicadas por este periódico también confirman esta previsión de participación. Las fuerzas del centro-derecha (PP, Cs y Vox) sumarían 12,2 millones de votos. Es decir, 1,1 millones más que en las anteriores elecciones generales de 2016, mientras que las izquierdas (PSOE y Unidas Podemos) contarían con 9,8 millones de votos frente a los 10,5 que sumaron en 2016. Estos datos de NC señalan que la suma de la derecha se encuentra en su mejor momento y en su máximo histórico, aunque la dispersión en tres listas es un problema a la hora de obtener escaños. Mientras que las izquierdas empeoran en conjunto sus resultados de 2015 y 2016 y retroceden a niveles de 2011, cuando Rajoy consiguió la mayoría absoluta.

Sánchez confía en la división del país en 52 circunscripciones para que la derecha fracase, ya que dos de las tres candidaturas no obtendrán en la mitad de las circunscripciones (Ciudadanos) o en más de cuarenta (Vox). Posiblemente en Moncloa también valoraron en su día que los españoles que se queden en esta época vacacional en casa serán sobre todo aquellos a los que sus obligaciones laborales o una situación económica menos favorable les impide desplazarse fuera de su lugar habitual de residencia. Jugando con la estadística, es más previsible que entre quienes no se puedan permitir unas mini vacaciones haya más electorado de izquierdas que de derechas.

Los cálculos que se hacen sobre si según el porcentaje de participación, los resultados serían unos u otros, tienen un límite. Por ejemplo, una movilización de la izquierda, que la llevara a los niveles de 2016, requeriría llegar al 68,2% de participación. Pero aún así las derechas se mantendrían en 12,1 millones de votos frente a los 10,5 millones de la izquierda. En los cálculos socialistas también puede que juegue la variable de confiar en que la izquierda nacional pueda arrancar algunos miles de votos a las izquierdas independentistas como son ERC o EH Bildu, algo que ya sucedió en las elecciones generales de 2004. Según lo que dicen hasta ahora los sondeos, de la abstención el PSOE va a recuperar poco voto, prácticamente el máximo electoral que consiguió José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 y 2008, que es la suma de los votos de PSOE, Podemos e IU en las elecciones generales de 2015. En 2008 las izquierdas sumaron 12,3 millones; en 2011, bajaron a 8,7 millones; en 2015, subieron a 11,7 millones, para bajar nuevamente a 10,5 millones en 2016.

Haciendo un ejercicio de política ficción, para conseguir que las izquierdas sumasen el 28-A los 11,7 millones, manteniendo a la derecha en sus actuales 12,1 millones de votantes, se debería alcanzar un grado de participación del 72,5 por ciento, muy elevado, y aún así la derecha ganaría por 0,4 millones de votos.

Por lo tanto, los cálculos deben ser realistas y coger como magnitud máxima de la izquierda sus excepcionales resultados de las generales de 2015: 11,7 millones de papeletas, y con respecto a la derecha hay que coger como referencia su actual potencial de votantes, cifrado en 12,2 millones de votos, que sería su marca histórica.

Es un básico de toda campaña, pero la llamada a la movilización es más que nunca capital para el PSOE en estas elecciones. Tanto es así que su líder, Pedro Sánchez, centró los mensajes fuerza del acto de presentación de la misma el pasado martes en activar a las bases socialistas, trasladándoles que «cada voto cuenta» y que «en su mano» está que la «abstención no nos robe el futuro». No es baladí. Según las encuestas internas que manejan en Moncloa, si el 28 de abril la participación se sitúa por encima del 75%, sus opciones de mantener el poder se consolidan. O lo que es lo mismo, si los españoles que se quedan en casa no superan el 25% en las próximas elecciones, las derechas de PP, Ciudadanos y Vox «no podrán sumar». Así lo aseguran fuentes gubernamentales a LA RAZÓN, que también estiman que el escenario podría ser equivalente en caso de que el PSOE superase el 35% de los votos.

Esta es la principal incertidumbre a la que se enfrenta Sánchez en estos comicios. Su victoria, salvo catástrofe de última hora, está asegurada. Pero el destino podría jugarle una mala pasada, hurtándole el poder a pesar de ser la fuerza más votada. Esta carambola se produciría en caso de que las derechas sumen. En Moncloa tienen asumido que, si dan los números, Albert Rivera se alineará a su derecha con PP y Vox. Solo en caso de que esto no ocurra, los socialistas podrían explorar su opción de gobierno preferente: a través de un pacto con Unidas Podemos y el PNV. Pero la debacle de los de Pablo Iglesias, actualmente en caída libre, podría hacer inviable también la entente de izquierdas con los nacionalistas. En Moncloa esperan que la campaña «le siente bien» a los morados, como «tradicionalmente ocurre» y que logren «fidelizar» a sus votantes para lograr una mayoría después de los comicios. No obstante, en caso de que ambas sumas –a izquierda y derecha– fueran insuficientes, entraría en juego la presión a Ciudadanos.