La derecha «roba» 840.000 votos a la izquierda

Dos de las cuatro formaciones que mejores resultados obtuvieron en las generales de 2016 se encuentran ahora mermadas de la confianza de buena parte de sus votantes de entonces. Esto explica el importante descenso del PP y de Podemos, que con respecto al 26-J retroceden 9,8 y 6,4 puntos, respectivamente. Por el contrario, el PSOE y Cs mejoran sus resultados con respecto a 2016, incrementando su expectativa de voto en 3,4 y 4,7 puntos, respectivamente, siendo la transferencia de votos que reciben desde Podemos y PP, la principal causa de su mejoría.

En el ámbito de las derechas, observamos que el electorado del PP es el que ha hecho crecer a Ciudadanos y Vox. El 14% del votante del PP en 2016 manifiesta que votará ahora a Vox. Son 1,1 millones de votantes. A éstos hay que añadir otro 13% de votantes populares, el equivalente a 1 millón de electores, que eligen Cs. Estos dos enormes movimientos migratorios de votos en el seno de las derechas dan lugar a la mayor fragmentación en décadas del espacio político a la derecha del PSOE.

Los populares conservan el 63,6% de sus electores de 2016, descontando el votante que marcha a Vox y a Cs, quedan poco más de 700.000 votantes que eligen otras alternativas, pero fundamentalmente optan por la abstención, concretamente el 8,5% de los populares.

Sin los votos que el electorado del PP pasa a Cs o a Vox, estas dos formaciones no tendrían el vigor actual, ya que representan una cuarta parte de la fuerza electoral de los naranjas y la mitad de los de Abascal.

Ante la inminencia de las generales del 28-A, y ante la posibilidad de que las izquierdas sumen junto con las formaciones periféricas soberanistas-independentistas, sería lógico esperar una concentración del voto de las derechas entorno al PP, al ejercer el voto útil, con lo que el PP mejoraría sus resultados y mermaría a Cs y Vox.

Con respecto a las izquierdas, ha sido tradicional la división entre PSOE e IU, hasta las elecciones de 2011. Desde esa fecha, y hasta 2015, la oferta electoral se amplió a tres, con Podemos. Pero la alianza IU-Podemos dio paso a una nueva marca política, Unidos Podemos, con lo que vuelve a haber dos formaciones en disputa por el electorado de izquierdas. La crisis de UP, adelantada en Andalucía el 2-D, desmovilizó a 300.000 votantes que prefirieron abstenerse, y eso que con esa actitud iban a facilitar una mayoría parlamentaria de las derechas.

La coalición Unidos Podemos a nivel nacional también se encuesta en plena descomposición. Solo conservaría el 61.6% de los que les votaron en 2016. El 18,8% votaría ahora al PSOE, es decir, 957.000 podemitas reforzarían al PSOE de Pedro Sánchez. Otro 10,0% optaría por la abstención, el equivalente a 510.000 votantes. Otros 487.000 votantes de UP marcharían a otras opciones políticas, dejando reducido a 3.5 millones de votos una opción política que hace treinta y tres mes sumó 5.1 millones de papeletas, quedando entonces a solo 400.000 votos de alcanzar al PSOE.

Esta transferencia de casi un millón de votos que trasvasa al PSOE, permite al partido del Gobierno, de un 22,6% en las anteriores elecciones generales a un 26% del voto en el momento actual, permitiéndole además erigirse en la primera formación política en las encuestas, por primera vez desde 2008.

Aunque el avance del PSOE es innegable, aún queda lejos del resultado de Rubalcaba en 2011, con el 28,8% de los votos y 7 millones de votantes. Y muy alejado del último mejor resultado socialista, el de 2008 con Zapatero, en el que se llegó al 43,9% de los votos y se reunieron 11,3 millones de papeletas.

El aporte de 957.000 votos desde Podemos no es suficiente para colocar al PSOE en una posición inalcanzable para el PP, pero debilita enormemente el proyecto de Iglesias y priva al PSOE de un potente socio parlamentario.

En las semanas que restan hasta el 28-A, cabría esperar incluso un mayor crecimiento del PSOE en detrimento de Unidos Podemos, en el caso de que cale el mensaje de que la única forma de frenar a las derechas es concentrar el voto en el Partido Socialista, pero ello supondría dejar a Unidos Podemos en una situación de práctica liquidación política que la relegaría a cuarta o incluso quinta fuerza política nacional. Cuando en 2016 fue la tercera, a tan solo 1.4 puntos porcentuales del PSOE.

La lectura más importante de estos trasvases de votos en el seno de las derechas e izquierdas es que en la izquierda el PSOE está haciendo los deberes convenciendo a buena parte del electorado de Unidos Podemos que el voto útil de la izquierda es para el PSOE. Mientras que el partido que lidera las derechas, el PP, es a fecha de hoy, incapaz de frenar la deserción de sus votantes hacia Cs y Vox, y mucho más preocupante para Casado, el que a seis semanas del 28-A, la suma de Cs y Vox, supere al voto del PP.