¿Para qué pensar? Antes… ¿Por qué pensar? Porque el pensamiento, es algo propio de la persona humana y nos distingue de los animales. Porque el hombre, dotado de inteligencia y voluntad, puede pensar… Ello le llevó a inventar las palabras, que no son otra cosa que la codificación de las ideas o pensamientos para comunicarlas a otros hombres. Más tarde, inventó la escritura y otros medios de comunicación de ideas y hoy, a través de todos ellos, podemos aprender y mejorar nuestros pensamientos. Pero hemos de abrir nuestra mente para ponderar lo que leemos, oímos o vemos: el índice de un libro, el “buen” titular de una lección, la presentación de una charla o conferencia, el tráiler, la introducción de una película, o simplemente, decir sobre lo que vamos a hablar… atrae la atención, nos interroga, y pone la imaginación en movimiento para que podamos comenzar a pensar y a buscar lo que mueve nuestro interés.
Antes de entrar en contacto con una realidad que uno se dispone a conocer, uno debe hacerse algunas preguntas. Si no nos interrogamos, no pensamos y, si no pensamos antes de actuar, lo hacemos de modo impropio a nuestra condición de personas, puesto que lo hacemos “a tontas y a locas”. Se pueden suponer muy diversas preguntas y cada uno formulará las suyas según su experiencia, recuerdos y sus tendencias. Cuando uno es niño, piensa como un niño; cuando se es mayor se debe pensar de acuerdo con esta nueva condición.
Los sentimientos y prejuicios mediatizan los pensamientos, de ahí que debamos conocerlos y tratar de superarlos para que no interfieran en nuestra forma de pensar y en nuestros juicios. Saber pensar es muy importante, para mantener nuestra independencia y asegurar la libertad de nuestro raciocinio y con ella, nuestra auténtica libertad personal.
El hombre ha de buscar la verdad y a ello, debe consagrar todos sus esfuerzos porque, sólo la armonía entre lo que es y lo que debe ser, le proporciona la autoestima y en consecuencia, la felicidad. “La verdad os hará libres”. El ser humano no puede ser auténticamente feliz si no goza de libertad interior. Y ello, sólo se logra en la medida en que se participa del conocimiento y vivencia de lo que es verdadero y justo. De ahí la importancia de saber pensar bien.
Saber cuidar la vida física con el descanso, la alimentación, la higiene y la actividad adecuados, es la base del desarrollo de su vida física que es el soporte de las otras vidas: de la inteligencia, “Mens sana in corpore sano”.
Vida de la inteligencia que también ha de alimentar con la lectura, la contemplación de la realidad de la naturaleza, el conocimiento de las artes, las ciencias, la técnica y la ética. La ética no es otra cosa que lo que impulsa a armonizar lo que es, con lo que debe ser en el comportamiento humano. Para ello, se sirve del crecimiento y fortalecimiento de la vida de la voluntad, que le hace dominar aquellos sentimientos negativos que le impiden y paralizan su mejora. Y sin embargo, fomentando aquellos otros que le enriquecen y ayudan a alcanzar su plenitud personal. Desarrollo de la vida de la voluntad que se alimenta de los múltiples y pequeños vencimientos que le supone el fiel cumplimiento de sus tareas, de cuidado de su vida física, y de crecimiento en la vida de la inteligencia. Y eso cuesta un esfuerzo. Pero, ¿qué es lo que le sirve de faro y le ilumina para saber recorrer esta andadura que es la vida en pro de alcanzar su desarrollo y realización personal?: sus ideas y creencias; La vida espiritual para los creyentes. Vida que como las otras necesita de alimento, cuidados, ejercicio e higiene.
La vida del espíritu, del alma que fue dotada de la vida de la Gracia en el Bautismo, es la vida de Dios en nosotros. Se alimenta de la oración, los Sacramentos y los actos de misericordia que practicamos. Se limpia por el sacramento del perdón. Se fortalece por la práctica de la caridad y se ilustra con el conocimiento del Evangelio, el Antiguo testamento, el Catecismo de la Iglesia Católica, la práctica de la corrección fraterna y el estudio de otros textos y libros piadosos.
La vida espiritual nace de la Fe, que es un don de Dios a los hombres y que se ha manifestado a través de las distintas religiones. Los cristianos creemos que Dios se ha manifestado plenamente a nosotros los hombres, a través de y en la persona de, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.
Otros hombres son agnósticos o ateos. No creen en la existencia de Dios pero, para vivir una vida humana necesitan de unos principios éticos y morales que les permitan la convivencia racional y pacifica con los otros hombres. Esos principios son, para ellos, los valores que iluminan y dan sentido al espíritu humano.
Añadimos unas reflexiones que nos parecen de interés.
BIENAVENTURANZAS DESDE LA TORRE
Bienaventurados los que saben reírse de sí mismos… porque tendrán diversión para rato.
Bienaventurados los que saben escuchar y callar… aprenderán cosas nuevas.
Bienaventurados los que están atentos a las necesidades de los demás sin sentirse indispensables… serán fuente de alegría.
Bienaventurados los que saben mirar sabiamente las cosas pequeñas y tranquilamente las cosas importantes… llegarán lejos en la vida.
Bienaventurados los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desaire… su camino estará lleno de luz.
Bienaventurados los que saben interpretar benévolamente a los demás, aún en contra de las apariencias… serán tomados por ingenuos, pero éste es el precio de la caridad.
Bienaventurados los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar… evitarán muchas tonterías.
Bienaventurados los que saben reconocer a Dios en todos los hombres… habrán encontrado la verdadera luz y la auténtica sabiduría.
Santo Tomás Moro