El Real Madrid empata en San Mamés y deja al Barça líder en solitario

Hay en cada balón enviado hacia Williams un pequeño acto de fe del Athletic. Que corra Iñaki y ya veremos, plantea como recurso de emergencia un equipo acostumbrado durante lustros a que el comodín fuera una cabeza poderosa, desde Urzaiz a Aduriz, pasando por Llorente. Pero son tiempos de cambio en San Mamés, como lo son en el Real Madrid, que también busca un nuevo asidero de referencia para situaciones de ‘mayday’. Son al fin y al cabo dos conjuntos en proceso de autodescubrimiento, en fase de prueba-error que este sábado afrontaron su primera gran prueba de esta Liga en San Mamés, donde el Madrid se dejó el liderato y el pleno de puntos que traía.

Berizzo y Lopetegui se llevaron un punto cada uno y muchas notas en su cuaderno sobre las que construir el futuro. El de los blancos pasa en tres días por el debut en Champions contra la Roma y para tan solemne cita sabe ya su entrenador que: a) Modric está muy lejos de ser Modric. b) Carvajal es imprescindible. c) Casemiro también. d) Y por supuesto Isco. e) El malagueño y Asensio han de ser los hombres sobre los que levantar el nuevo imperio blanco. El Athletic, escrito queda, descubrió que puede llegar a vivir sin Aduriz, que no es poco, y que hay esperanza en el horizonte tras una temporada de puro terror. Todo lo que ocurría cerca de Carvajal tenía sentido, más todavía si aparecía Asensio para añadir imprevisibilidad a la ecuación, mientras el Athletic buscaba las revoluciones de Williams y el añadido siempre fiable de Susaeta. Eran las vías de escape que ambos equipos encontraban para los planteamientos encosertados de sus entrenadores, que miraron de reojo a su rival para perfilar sus alineaciones. Lopetegui sacrificó a Casemiro para dar alas a Ceballos tras su despegue de la mano de Luis Enrique, sumando así otro buen pie capaz de escapar de la previsible presión alta del Athletic.

En el descanso, sin embargo, le tocó deshacer el nudo y dar entrada al brasileño. Ceballos requiere un fuego más lento para culminar la cocción. Un cambio a priori defensivo para tratar de remontar el partido, pero sobre todo una sustitución para recobrar el equilibrio perdido. El Madrid había dominado el esférico con comodidad, especialmente en la primera media hora, pero sin hallar la profundidad necesaria para inquietar a la sólida defensa del Athletic, más allá de un gran disparo de Asensio hacia la escuadra que detuvo Simón, otro chico salido de Lezama con pinta de porterazo.

El Athletic, mientras desgastaba a su rival con una feroz presión y se replegaba después para cerrarle las líneas de pase, confiaba su suerte del día a la velocidad, con y sin balón. Empezó algo impreciso el conjunto de Berizzo, pero se fue ajustando hasta hallar un gol como premio. Todo empezó con Susaeta, el mejor de los rojiblancos, siguió con De Marcos y acabó con Muniain empujando en boca de gol el centro-regalo del alavés. Demasiado castigo para un Madrid que a partir de entonces y hasta el descanso zozobró. Pudo ser peor: Raúl García marcó el segundo en clara posición de fuera de juego. No fue necesario ni recurrir al VAR.

Isco despertó al Madrid

Para escapar de la trampa en la que se sentía inmerso, Lopetegui tiró de su guardia de corps. Salió Casemiro por Ceballos tras el descanso y poco después lo hizo Isco por un desenfocado Modric, gris en un campo acostumbrado a verle brillar. Con la entrada del brasileño, Kroos se soltó las cadenas propias del oficio de mediocentro y empezó a buscar su espacio natural, cosa que agradecieron sus compañeros. La inclusión de Isco merece menos análisis: en tres minutos cabeceó a gol un centro de Bale, que dio continuidad a uno de esos maravillosos cambios de orientación que Kroos tiene en su chistera.

Al Athletic, por momentos, le sobrepasó el ímpetu de un Madrid que buscaba desbocarse. A ratos también, el partido se volvió bronco, como mandan los cánones de los clásicos. Por si hay alguna duda, Casemiro y Raúl García estaban en todas. Si alguien mereció los tres puntos, pese a no ser brillante, ese fue el Real Madrid, que en los momentos clave se topó con un extraordinario Simón, que frustró dos oportunidades muy claras de Bale -con réplica de Ramos en lo que parecía un claro fuera de juego- y Asensio.