La supresión del cambio europeo abre la puerta a redibujar el mapa horario

La decisión de la Comisión Europea de proponer el fin del cambio de hora ha dado pie a un debate más amplio: abre la veda a que los Gobiernos de todo el continente se replanteen el actual mapa horario en Europa. Como sucede en unos 70 países de todo el mundo, las reglas comunitarias obligan a cambiar la hora a la vez a los Veintiocho Estados miembros, pero un grupo de países del Este y el Norte ha presionado con éxito para abrir la negociación, no siempre con las mismas motivaciones.

Finlandia, el país más septentrional de la UE, ha liderado la lucha que ha culminado en el anuncio de Bruselas. A comienzos de año, una iniciativa ciudadana recabó 70.000 firmas pidiendo el fin del cambio de hora. El Parlamento se alineó con la propuesta. Y el Gobierno de Helsinki escribió a la Comisión para trasladarle ese sentir latente en la sociedad. El sector más beligerante del país vive al norte, donde el sol no desaparece totalmente durante semanas en verano y apenas se deja ver en invierno, por lo que no perciben ningún tipo de ahorro energético en la medida. Finlandia tiene su propio criterio sobre qué hacer una vez se suprima: se ha desmarcado de la corriente mayoritaria europea, encabezada por Alemania, favorable a mantener permanentemente el horario de verano, y apuesta por el de invierno.

Al lado de Helsinki en el combate por llevar la cuestión a un primer plano ha estado Lituania. Un sondeo publicado el pasado año en la república báltica reveló que el 79% de sus habitantes era partidario de acabar con el ritual de adelantar y atrasar los relojes cada año. La cámara lituana aprobó en diciembre del pasado año por amplia mayoría —76 votos a favor, 7 en contra y 7 abstenciones—, una moción que pedía iniciar conversaciones con Bruselas para abolir el cambio de hora, al que culpa de tener un impacto negativo sobre la salud sin que a cambio haya un ahorro energético demostrable.

Aprovechando el empuje finlandés, países como Suecia y Polonia también se han movido en la misma dirección. Estocolmo lleva tiempo debatiendo sobre el tema. Solo en el año 2016, los diputados registraron en el Parlamento cinco peticiones reclamando fijar como horario único el de verano para aprovechar los resquicios de luz en invierno, más que en los 15 años anteriores. Mientras que Polonia incluso debatió la posibilidad de suprimir los cambios de hora en solitario, pese a que las normas europeas lo prohíben, después de que el Parlamento, en un inusual ejercicio de unidad, exigiera su eliminación el pasado octubre.

Fuera de ese bloque de cuatro países, los más activistas, se han dejado notar otras voces después de que la propuesta de Bruselas se hiciera pública. Angela Merkel ya ha dicho que Alemania apoya el fin del cambio de hora. Y el Gobierno español ha estado entre los primeros en sumarse a la idea. El Ejecutivo de Madrid no solo se ha posicionado con los abolicionistas, sino que ha creado un grupo de expertos para analizar las ventajas de un posible cambio de huso horario para poner a España en la hora de Londres. «Se abre una oportunidad para reflexionar en toda Europa sobre los mejores horarios para conciliar familia y trabajo», opina la eurodiputada socialista Inés Ayala.

Bruselas cifra en siete los Gobiernos que han confirmado ya su apoyo al fin del cambio horario, a la espera de la respuesta del resto. Y reconoce que no existe unanimidad entre los Veintiocho sobre si conviene mantener el horario de verano o el de invierno. La comisaria de Transporte, Violeta Bulc, encargada de coordinar el asunto, espera no se quiebre «la cohesión regional». Esto es: que países fronterizos con horas tradicionalmente idénticas no emprendan modificaciones drásticas que alteren las relaciones comerciales y las comunicaciones.

Aunque vecinos como Portugal y España, o Suecia y Finlandia, conviven con horarios diferentes sin traumas, y en la UE existen tres husos distintos, Bruselas reniega de la vía unilateral que rompa los equilibrios regionales. «Existirá bastante presión para que los países vecinos mantengan el mismo horario. Perderíamos mucho de lo que se ganó cuando se estableció el sistema de husos horarios si entramos en una disparidad de criterios. Se tratará de llegar a acuerdos sin alterar mucho lo que hay ahora», opina Pere Planesas, autor de La hora oficial en España y sus cambios e investigador del Observatorio Astronómico Nacional durante 35 años.

Los cambios no solo generan debate a nivel nacional. Tienen incluso implicaciones regionales: en España, comunidades como Galicia pueden estar de acuerdo con adelantar el horario para situarse en el meridiano de Greenwich con Reino Unido y Portugal, como en 2006 pidieron los nacionalistas del BNG. Pero esa lógica no aplica en las islas Baleares o la Comunidad Valenciana, que al estar situadas en una longitud geográfica muy distinta pueden presionar en sentido opuesto. Los parlamentos de estas dos últimas comunidades autónomas aprobaron hace dos años una declaración institucional en la que llamaban a mantener el horario de verano todo el año. El texto común destacaba «los beneficios de disfrutar de más claridad cuando se acaban las obligaciones diarias». Planesas señala que incluso Canarias podría demandar un horario distinto por la publicidad gratuita que supone el famoso «una hora menos en Canarias».

El experimento británico

La comisaria Bulc ha recordado que el horario afecta a cuestiones tan trascendentes como la gestión del espacio aéreo. Pero países como Estados Unidos funcionan con varios husos horarios sin complicaciones. El prueba y error ha sido en algunos casos el modo de comprobar si el país se sentía cómodo con mover la hora. Entre 1968 y 1971 Reino Unido mantuvo el horario de verano alineándose con España. Londres adelantó los relojes como solía en marzo, pero no los retrasó en octubre para ganar luz por la tarde. El experimento resultó un fracaso por las quejas de Escocia y las zonas más norteñas de Inglaterra, donde los niños caminaban a la escuela en medio de la oscuridad al no amanecer hasta las diez de la mañana en invierno.

Gigantes como Rusia, China, India o Japón carecen de cambio de hora. Y la eurodiputada liberal Beatriz Becerra estima que hay un acuerdo bastante sólido en la Eurocámara para ponerle fin también en la UE —aprobaron pedirle a la Comisión que lo evaluara con 384 votos a favor, 153 en contra y 12 abstenciones—. Si algunos pueden considerar la medida como otro ejemplo más del afán europeo por regular cada detalle de la vida ciudadana, para Becerra, la consulta sobre el cambio horario, con 4,6 millones de participantes, envía un mensaje de buena salud democrática. Y contribuye a acortar las distancias con el ciudadano de a pie. «Es la prueba de que la UE puede tomar decisiones que afectan a la vida cotidiana», explica.

Sin crisis del petróleo de por medio, como sucedía en el momento en que los países europeos extendieron definitivamente el cambio de hora, su continuidad es para muchos un ejercicio de inercia sin ventajas aparentes. Europa se lanza así a la evaluación y discusión para fijar una solución duradera y no repetir el error del expresidente de República Dominicana, Hipólito Mejía. En el año 2000 decretó atrasar la hora para ahorrar combustible. Solo un mes después, ante las protestas, decidió revocar la medida.