«Aquí ha llegado Cervera, con su escuadra y sin carbón»

Dimisiones, fake news, ataques políticos. ¿Actualidad? Le ocurrió al Almirante Cervera -conocido por haber comandado la flota española durante la batalla de Santiago de Cuba, el 3 de julio de 1898- hace más de un siglo. La semana pasada los políticos populistas le pusieron otra vez la quilla al Almirante Cervera.

Su hoja de servicios impecable le hizo ministro de Marina. Juró «corregir abusos y reorganizar el servicio, suprimiendo gratificaciones» en 1892. Si hubiera prometido el cargo pasaría por actual.

Al gaditano le admiran en Cuba, poco sospechoso de simpatizar con fachas de derechas. Se le recuerda en La Habana y Santiago. Los hermanos Castro le llamaron héroe contra el imperialismo. IU lo apoyó a través de un íntimo de los Castro: José Antonio Barroso, que fue alcalde comunista de Puerto Real. Desde 2015 los restos de la batalla de la Bahía de Santiago son Monumento Nacional.

En Estados Unidos, militares, civiles y niños hacían cola para conocerle. Forjó su leyenda ante el Almirante Sampson cuando su escuadra, seis pecios en pocas horas, era bombardeada por los testigos del sacrificio. Se cumplía la copla que los mambises le dedicaron: Aquí ha llegado Cervera con su escuadra sin carbón, y en el ‘Morrillo’ le espera el Almirante Sansón…

Sampson recordaba que un mes atrás le hundió el Merrimac, rescató a los supervivientes, y le envió al USS New York a su Jefe del Estado Mayor, Joaquín Bustamante. Los prisioneros, tratados con honor, estaban bien. «Venía a recoger sus pertenencias para que estén cómodos». Los galones de Cervera le dejaron boquiabierto. Bustamante, cuyos restos volverían a Cádiz con los de Colón, esperó los equipajes en cubierta.

Fake news

Conocía a los políticos: prefería un barco a un despacho. Por eso dejó a buen recaudo sus misivas sobre lo que iba a ocurrir, intuyendo el trato que iba a darle Madrid.

La guerra se libró también en los tabloides a un lado y otro del océano. Cervera conoció las fake news para señalarlo como culpable y traidor: la prensa española publicó que daba entrevistas a los medios yanquis que se lo pedían. La única comunicación que hizo fue la carta que envió a su mujer, Ana, para contarle que su hijo Ángel y él estaban bien.

Se le criticó como cobarde, sin honra ni honor por aparecer como prisionero en la cubierta del USS Iowa en paños menores. Sin embargo, para los vencidos, despojarse del uniforme era lo habitual para no ser identificados. En 1899 regresó a Puerto Real «a respirar el aire de los pinares de Las Canteras», según la carta que atesora su tataranieto, Ángel Luis Cervera. Es absuelto, asciende a Almirante y se retira. Aún recibe cartas de EE.UU con ofertas como conferenciante. Las rechazó. Cervera habría estado en contra de las puertas giratorias: le era indigno hablar mal de su país, y más, cobrando.

Semanas atrás sus descendientes le enviaron una carta a Ada Colau pidiéndole que no le quitara la calle. La canción del almirante se ha repetido: la de una clase política que desoye los hechos.