El Leganés da un portazo al Madrid y le echa de la Copa (1-2)

Va perdiendo las esperanzas el Madrid según avanza la temporada y ya sólo le queda mucha imaginación para verse eliminando al PSG en la Champions, la última ventana para mirar al horizonte que le queda al conjunto de Zidane, tan lejos en espíritu, en juego de aquel que en junio era el mejor, el más feliz, el campeón de todo. Ahora, sin haber terminado enero, a este equipo no le queda la Liga ni la Copa y no se sabe cómo de duro puede ser el invierno. El partido de Liga contra el Dépor parecía un cambio de rumbo, pero la derrota contra el Leganés estampó al conjunto blanco contra su realidad: un equipo que en los tres partidos de Copa en casa ha recibido dos tantos, que es incapaz de conservar la ventaja conseguida en ida y que tiene una serie de jugadores que se han deprimido y se han olvidado de las promesas que parecían ser. El choque contra el Leganés deja marcados quién sabe hasta cuándo a jugadores como Achraf, que no ha aprovechado ni una de las oportunidades que ha tenido; a Llorente, que ha pasado de puntillas por el equipo y a Theo, incapaz de hacer algo aprovechable. En los tres confío Zidane, con una fe ciega y exagerada en todos sus futbolistas. Lo pagó caro el francés, sin soluciones frente al naufragio.

Esta vez, los 46.000 espectadores del Bernabéu sí que se enfadaron, no como contra el Villarreal. El descontento va a ser imparable si no cambian de verdad los resultados de manera continuada. Bueno, los 46.000 no porque un pequeño grupo, los 400 hinchas del Leganés desafiaron al frío a la espera de que los jugadores del Leganés salieran a saludarles (que lo hicieron), para felicitarse todos y celebrar juntos la mejor hazaña de un club modesto del sur de Madrid que va quemando etapas a una velocidad prodigiosa y que en el Bernabéu hizo su última conquista: lo tomó cuando pocos le esperaban, en un partido limpio, ordenado y efectivo, con una personalidad inaudita, a imagen de su entrenador, uno de los tipos con más sentido común del fútbol, lejos de las polémicas o del estrellato hueco, que ha ido paso a paso hasta plantarse en las semifinales de la Copa. Si en Butarque, durante la segunda parte, fue mejor que el Madrid, en la vuelta tuvo las ideas más claras. Había que aprovechar las oportunidades, no esperar al Madrid atrás, porque eso era morir y jugar sin complejos. Que es fácil decirlo, claro. Luego hay que hacerlo.

El error de Nacho dio vía libre a Eraso y éste en vez de correr, se paró, miró a la portería, pese a la lejanía y decidió que si uno quiere llegar lejos, hay que ser atrevido. Su zambombazo entró por la escuadra e increíblemente empataba la eliminatoria. El Madrid no supo cómo reaccionar. Sin carácter y sin ideas no supo arrinconar al rival. Isco lo intentaba sin soluciones y el resto de futbolistas languidecía. Sin bandas, los de Zidane pierden una de sus armas más poderosas. No llegaba por ningún lado. Benzema esperó a la segunda mitad para aparecer y Asensio firmó un partido sin sal y gris.

Fue Karim con la ayuda de Lucas Vázquez, que despertó tras el descanso, quien empató el choque. Entonces, en un Madrid normal, eso hubiese sido el punto de partida para ganar, despejar dudas y a otra cosa. Pero no. No sirvió para nada el gol. El Leganés siguió a lo suyo,sin perder el orden, valiente, pero sobrio y no dejando escapar una. Si Eraso se dejó el alma en el primer tanto, Gabriel perdió la cabeza en el segundo.

Zidane echó mano de Carvajal y Modric para arreglar el desastre. Ramos ya era un delantero más y sí, en ese arreón, con el rival ya sí atrás, en plan resistencia, pudo marcar el campeón de Europa. Benzema tuvo la más clara, pero el gol no es su especialidad, y un remate de Ramos hizo que Champagne se luciera. No hubo más. No hay más en este Madrid.