Las matemáticas te salvan la vida

No importa que te amargaran la adolescencia ni que nunca llegaras a saber para qué servían las integrales o qué era aquello del logaritmo neperiano. En realidad, «a ti te gustan las matemáticas, lo que pasa es que todavía no lo sabes».

Si crees que las odias es porque probablemente te las contaron como algo lejano y oscuro, cuya función no se podía ni atisbar. Pero los divulgadores científicos Clara Grima y Enrique F. Borja están empeñados en demostrarte lo contrario: que las matemáticas son cercanas y tangibles. Tanto, que te salvan la vida a diario.

En ‘Las matemáticas vigilan tu salud’, Grima, doctora en Matemáticas y profesora de Matemática Aplicada en la Universidad de Sevilla, y Borja, doctor en Física por la Universidad de Valencia, te explican de qué forma las matemáticas nos ayudan a entender cómo se disemina una enfermedad y de qué forma podemos tenerla bajo control.

Porque, ante una epidemia, no sólo hacen falta medidas sanitarias, sino también distintos cálculos que evalúen cuáles son las probabilidades de que el brote infeccioso se extienda rápidamente o qué porcentaje de población debe vacunarse si se quiere evitar que los contagios se propaguen hasta formar una pandemia.

Grafos, teoría de juegos, funciones, ecuaciones diferenciales… Los distintos modelos matemáticos que se emplean en el control de las epidemias se repasan en este libro que está trufado de fórmulas, pero también emplea un lenguaje directo y cargado de ejemplos reales.

«Nos dirigimos de tú a tú al lector porque creemos que el lenguaje es muy importante», señala Grima. «Si se cuentan bien, de forma sencilla y con ejemplos cotidianos, las matemáticas son atractivas, consiguen sacar una sonrisa a cualquiera».

«La ciencia entra con amor y cotidianeidad, no con rigor mortis y con un lenguaje super alambicado. Por eso estamos fallando en la manera de enseñar las matemáticas. Y debemos cambiarlo porque estamos perdiendo vocaciones científico-tecnológicas precisamente porque a mucha gente se le atragantan las matemáticas», continúa.

«A todos nos aburrió eso de repartir 4.500 melones entre 1.500 amigos», apunta por su parte Borja. «En la enseñanza hay que buscar fórmulas, ejemplos cercanos, incluso basarse en los videojuegos o contenidos audiovisuales, porque pueden ser muy útiles», añade.

Series como The Walking Dead o películas como Guerra Mundial Z reflejan muy bien cómo evoluciona una epidemia real, que es en el fondo lo que sucede con los zombis, subraya Borja. «Hay incluso artículos científicos que, medio en broma, explican cómo se debe actuar ante un apocalipsis zombi y lo que hacen básicamente es aplicar la epidemiología matemática que nosotros explicamos en el libro. Las herramientas son múltiples», insiste.

Su libro, además, está plagado de referencias a las redes sociales o al rol de los ‘influencers’; recursos que les sirven, por ejemplo, para explicar, a través de la teoría de juegos, por qué en los últimos tiempos el movimiento antivacunas parece haber ganado adeptos.

En ese sentido, uno de los conceptos que se manejan en el libro es el de la ‘racionalidad miope’. «Cuando una persona toma una decisión, sea del tipo que sea, valora los pros y los contras. También ocurre esto con la vacunación. Pero, si vives en un entorno como el nuestro, donde no conoces a nadie que haya tenido sarampión, puedes llegar a pensar que el sarampión no existe, no que eso se debe a los buenos programas de vacunación que se han implantado», explica Grima. «Si a eso se une que personas con un altavoz muy grande, lo que llamamos nodos sensores, te hablan de graves efectos secundarios, algo que tú sí conoces, lo que ocurre es que la percepción sobre el riesgo de sufrir efectos secundarios es mucho mayor que la de contagiarse de una enfermedad que está bajo control», añade.

Esas estimaciones son percepciones desinformadas, pero llevan a mucha gente a dejar de vacunar. Y, a la larga, eso termina produciendo que la cobertura vacunal caiga, se rompa la inmunidad de grupo -como ha ocurrido recientemente en Portugal- y enfermedades que estaban casi olvidadas repunten.

Gracias a las matemáticas, sabemos que, en el caso del sarampión, para asegurar que no se darán epidemia, el porcentaje de población vacunada ha de rondar el 92% de los casos.

«Pero eso no supone que sirva que el 92% del país está vacunado, también en tu ciudad, en tu barrio o en tu colegio debe alcanzarse ese porcentaje». Porque si los no vacunados se concentran en un área determinada, pueden darse brotes, explica Grima. Y eso pone en peligro a mucha gente porque no sólo corren riesgos quienes no se han vacunado por convicción (cuya o de sus familiares) sino también otros grupos, como las personas inmunodeprimidas.