El alcalde condenado ocho veces por poner un belén: «¡Por supuesto que lo seguiremos montando!»

El regidor de la ciudad francesa de Béziers llegó a instalarlo un año en la comisaría de la policía local y colocó grandes carteles en las calles: «Igual que José y María tuvieron que huir a Egipto, han echado al belén del ayuntamiento»

Nos recibe en su despacho del ayuntamiento de Béziers, una plácida ciudad costera de la Occitania francesa. Plácida, sí, o así al menos debería ser esta localidad de 72.000 habitantes bañada por las aguas del Mediterráneo. Pero su alcalde, Robert Ménard (1953), siempre ocupa –involuntariamente– todos los titulares de la prensa del país vecino en estas fechas navideñas. Su delito: instalar un portal de Belén en el ayuntamiento de ese municipio de la muy laica República Francesa. Su castigo: el habitual en estos casos: «ultra», «fascista», «extrema derecha», «racista», «radical» y demás retahíla, además de la correspondiente multa. Su premio: en las últimas elecciones municipales de 2022 fue elegido en primera vuelta por el 68,74 % del electorado, un 23,9 % más de apoyo que en los anteriores comicios.

– ¿Por qué lo hace? ¿Considera que es un símbolo religioso, cultural o ambos?

– El belén es a la vez un símbolo religioso y cultural que nos reúne a todos. No tiene el objetivo de dividir ni de excluir, sino todo lo contrario. No hay que olvidarse de los orígenes judeo cristianos de Francia, un país universal donde todo el mundo es aceptado.

– Pero Francia se considera un Estado laico. ¿Cómo concilia la instalación del belén con el principio de laicidad?

– Francia es tradicionalmente un país católico, aunque el Estado sea laico, y el principio de laicidad no está reñido con la instalación de un pesebre. Eso permite que todo el mundo pueda practicar su religión. En los espacios públicos hay ciertos códigos que hay que respetar, pero este belén forma parte de nuestro patrimonio cultural e histórico. Prueba de ello es que a la inauguración invitamos cada año a representantes de otras religiones, como judíos, musulmanes y evangélicos, y todos acuden para inaugurar el Nacimiento el 2 de diciembre.

Hay madres musulmanas con velo que muestran el belén a sus hijos. Hay familias musulmanas y judías que siempre nos muestran su apoyo y que aseguran que no les molesta para nada el belén, porque forma parte de nuestra historia. Se trata de personas de otros orígenes que están muy integradas en nuestra sociedad y que consideran normal el montar un belén en el ayuntamiento. No es un problema para nadie, salvo para aquellos que hacen una interpretación errónea de la laicidad.

Obsesionados contra el belén

– Sin embargo, los tribunales le han juzgado hasta en ocho ocasiones por este asunto. ¿Quiénes son los principales opositores a esta tradición?

Pues sí: todos los años, La Liga de los Derechos del Hombre nos lleva a juicio, como si no hubiera otros asuntos mucho más graves. El tema del belén es el más importante para ellos. La presidenta de esta asociación tiene una obsesión personal con el Nacimiento y con nuestra alcaldía, con la ciudad de Béziers y con todas las iniciativas que promovemos, como el hecho de instaurar el toque de queda para menores no acompañados –que ella considera que es un atentado contra la libertad de movimiento de los jóvenes–; el ADN canino en el centro de la ciudad, que también considera contrario a la libertad… ataca todas nuestras acciones; es un ajuste de cuentas.

Para evitar los problemas con la Justicia, presentamos el belén como una decoración de Navidad, al igual que las luces y los árboles. Forma parte de la decoración navideña. Cada vez que nos han llevado a juicio hemos aprendido a defendernos y a encontrar argumentos para que nos permitan poner el belén y nos dejen en paz. Siempre ganamos en el procedimiento. Como ya nos han llevado ocho veces a juicio, escuchamos al juez y tenemos en cuenta sus argumentos y resoluciones, y así nos defendemos y ganamos el juicio.

– ¿Qué le dicen los vecinos? ¿Ha recibido usted más apoyo o más críticas?

El apoyo es general y enorme. Han hecho una encuesta a nivel nacional, y el 79 % de los franceses son favorables a la instalación de belenes en los ayuntamientos. La gente está harta de que se pisotee nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestra civilización. Alrededor de 40.200 personas visitaron el belén de nuestro ayuntamiento en los primeros días. En el libro de firmas, la gente escribe lo encantada que está, lo orgullosa que se siente por formar parte de nuestra ciudad de Béziers.

Miedo a las represalias

– ¿Tiene noticia de otros alcaldes que hagan lo mismo que usted?

En Córcega, otros alcaldes instalan el belén y mantienen las tradiciones. Hay regidores en otras localidades francesas que querrían ponerlo, pero no lo hacen para evitar problemas con la Justicia. Algunos los montan, pero no lo anuncian. Hay ciudades que lo han puesto y han sido condenados, así que ya no lo instalan, como Perpiñán. En un ayuntamiento han quitado las imágenes de la Virgen y de San José y han dicho que no es un Belén, que son solo unas decoraciones navideñas. Pero en Béziers no somos así; en Béziers no decimos que es solo un objeto cultural: el propio arzobispo ha venido a bendecirlo.

– ¿Seguirá con esta tradición en los próximos años?

– ¡Por supuesto! Hace 12 años que lo montamos, y vamos a seguir instalándolo. Además, por si acaso el juez decide condenarnos, lo hemos colocado sobre una plataforma con ruedas para sacarlo al exterior del ayuntamiento… Ya lo hemos hecho en alguna ocasión para evitar que nos hagan pagar una multa. De todas maneras, si lo instalamos fuera del ayuntamiento, más personas podrán verlo… Otro año lo llevamos a la comisaria de la policía municipal, que está muy próxima, y lo anunciamos en vallas publicitarias: «Igual que José y María tuvieron que huir a Egipto, han echado al belén del ayuntamiento»…

– ¿El belén excluye una parte de los vecinos?

– No es la opinión general. No hay ninguna oposición salvo esas asociaciones de derechos del hombre. Se manifestaron durante la inauguración de este año, e incluso pitaron a los niños cantores del coro de la Trinité que interpretaban villancicos. Nos prometieron que no les iban a atacar, pero no cumplieron sus promesas. Una cosa es que me griten a mí. Pero a los niños…