Las estrecheces de los británicos tras el Brexit

La gran promesa para la población del Reino Unido no está saliendo como prometieron sus promotores ni como se esperaban sus votantes. Las consecuencias son ya evidentes: falta mano de obra en los sectores productivos, es más difícil importar alimentos y cuesta más atraer artistas e investigadores

«Me vendieron un lavavajillas que prometía ser estupendo. Pero no funciona. Los platos salen sucios. Sé que no sirve, pero no me atrevo a decirlo en voz alta. Tampoco tengo planes para repararlo. Pero seguiré diciéndome a mí mismo: ‘Haz que el lavavajillas funcione’». El chiste, que recorre las redes sociales y las páginas de los europeístas, se cuenta solo, pero no hace gracia. El Brexit, la gran promesa para la población británica, no está saliendo como quienes lo promovieron prometieron ni como quienes lo votaron se esperaban, e incluso algunos ya se han arrepentido, según indican las encuestas.

Lejos de buscar soluciones, los conservadores, señalan desde la oposición, se empeñan en repetir como un mantra la idea de que el divorcio entre Londres y Bruselas debe funcionar y que ha traído ya, en palabras del primer ministro Rishi Sunak, importantes beneficios a un país que no parece acabar de creerse esas palabras.

Y es que las estrecheces económicas que está pasando actualmente la población británica se deben a varios factores, y aunque para muchos políticos ha sido fácil echarle la culpa a la pandemia, indudablemente uno de ellos, lo cierto es que en el Reino Unido el Covid hace mucho tiempo que no es noticia. También influye la guerra de Ucrania, pero ambos eventos extraordinarios por sí mismos no habrían provocado la crisis actual, dicen los analistas, de no haber sido por su conjunción con el Brexit.

Según Antón Spisak, investigador sénior de Política de Reino Unido en The Tony Blair Institute for Global Change (Instituto Tony Blair para el Cambio Global), y que dirigió un estudio recientemente publicado sobre la visión que tiene el público de la separación así como de la futura relación con la Unión Europea, es «indiscutible» que el Brexit está «consumado» al menos en un sentido: el Reino Unido ahora está fuera de la UE y de sus instituciones políticas y económicas. «Sin embargo, como muestra nuestro análisis, las consecuencias del Brexit son visibles para la mayoría del público y el debate sobre qué tipo de relación futura debería tener el Reino Unido con la UE después del Brexit aún no ha terminado», argumenta.

Un alto precio

Una de las conclusiones del trabajo es que el Brexit «es negativo para una mayoría sustancial del público, incluida una proporción nada despreciable de los ‘leavers’ (votantes que querían que el Reino Unido abandonara la UE) y conservadores». «El público británico es pragmático en las elecciones que haría sobre aspectos cruciales de la relación futura«, considera Spisak, incluyendo aceptar »un papel limitado para el Tribunal de Justicia Europeo en el futuro si eso significa mantener al país más seguro, u optar por alinearse voluntariamente con las normas de la UE en aquellas áreas en las que claramente genere beneficios económicos para los consumidores«.

Pero el gobierno no está por la labor, con muchos en la bancada ‘tory’ defendiendo que la gente votó precisamente por una «independencia» por la que hoy parece estar pagándose un alto precio, como la escasez de mano de obra en todos los sectores productivos, las complicaciones con las importaciones de alimentos e incluso el daño a las universidades o a las artes, que tiene menos capacidad para atraer artistas e investigadores.

Y es que el 31 de diciembre del 2020, el Reino Unido consumó el abandono de la Unión Europea por el que la mayoría de los británicos había votado en el referéndum del 2016. Pero según una encuesta de YouGov publicada hace unos días, sólo el 32% del público cree que el Brexit fue una decisión acertada, mientras que el 56% considera que fue un error. Entre los partidarios del Brexit, también parece que hay arrepentidos, ya que después de las elecciones generales de 2017, el porcentaje de votantes que creían que haber votado por el divorcio entre Londres y Bruselas era la decisión correcta, cayó del 90% a alrededor del 80%, y subió brevemente después de que se ratificara el acuerdo de retirada en enero de 2020. No obstante, desde junio de 2021 ese porcentaje ha caído del 88% a un mínimo histórico del 70%, mientras que aquellos que creen que fue un error ha aumentado del 4% a un máximo histórico del 19%.

Por otro lado, entre quienes votaron por permanecer en el grupo comunitario el 91% sigue creyendo que la decisión acertada era quedarse, y sólo un 5% que lo mejor era irse. «Con la excepción de la breve caída al 80% que creía que fue una decisión equivocada en abril de 2021, cuando el lanzamiento de la vacuna del Covid-19 de la UE se quedó por detrás de la del Reino Unido, el porcentaje se ha mantenido entre el 80% y el 90 % desde 2016». También una consulta de Ipsos mostró que la proporción de británicos que piensan que la salida del Reino Unido de la UE ha empeorado su vida diaria ha pasado del 30 % en junio de 2021 al 45 %

El apoyo podría seguir disminuyendo, dadas las complicadas circunstancias actuales, cuando además de que las empresas están inmersas en un infierno de papeles y burocracia, en el día a día muchos no pueden hacer frente a sus hipotecas, y millones de personas están abocadas a la pobreza energética ante la incapacidad de hacer frente a las facturas tienen que elegir entre calentar la casa o comer. Los bancos de alimentos están pidiendo donaciones de productos que no requieran cocción o que puedan comerse fríos y las familias están optando por tomar duchas menos frecuentes.

El reto energético

En un golpe bajo, el ministro de Finanzas, Jeremy Hunt, advirtió que el apoyo del gobierno para el tope de las facturas tiene los meses contados, por lo que, dijo, la gente «tendrá que asumir la responsabilidad» de sus facturas e instó al público a «hacer su parte» en la reducción del uso del gas y la electricidad. «Van a tener que pensar en cómo reducen su consumo de energía, porque es una misión nacional asegurarse de que no podamos ser chantajeados por Putin cuando haga cosas que interrumpan el suministro de energía internacional». «Si la gente redujera su consumo de energía en un 15%, podría ahorrarse hasta 500 libras por año«, explicó. Pero muchas lo han reducido ya al 100% y aún así no llegan a fin de mes.

Todo esto choca con unos datos del paro bajísimos, alrededor del 3,5%, lo que sería una buena noticia si no fuera porque en la calle lo que se palpa es que no hay gente y la calidad de los servicios es peor. Los carteles de «se busca personal» están por todas partes y quien busca trabajo, lo encuentra. Pero la incapacidad de contratar a ciudadanos comunitarios una vez cancelada la libertad de movimientos hace difícil sostener sectores como el del transporte, donde no hay conductores, el de la restauración o el agroalimentario.

La proporción de británicos que piensan que la salida del Reino Unido de la UE ha empeorado su vida diaria ha pasado del 30 % en junio de 2021 al 45 %

Y según el Banco de Inglaterra, en medio de la peor recesión en cuatro décadas, el desempleo es posible que alcance el 6,4%. Especialmente dramática es la situación en los hospitales y la atención social. Solo en el NHS, el sistema nacional de salud y gran orgullo británico, la organización The Health Foundation calcula que habrá un déficit de casi 40.000 enfermeras en Inglaterra para el período 2023-2024.

Mención aparte merece la salud mental. Investigadores del grupo de Economía de la Salud del Departamento de Ciencias de la Salud de Atención Primaria de Nuffield y la Universidad de Bocconi revelaron en mayo que en los dos años posteriores al Brexit empeoró. «La mayor incertidumbre económica y social producida por el Brexit podría haber deteriorado la salud mental y el bienestar de la población del Reino Unido», señalaron los investigadores.