Reabierto el debate sobre los horarios escolares en Aragón: familias y docentes descartan acortar el verano por la falta de aulas aclimatadas

Los colegios españoles tienen menos días lectivos al año y más horas al día en comparación con la OCDE debido, en parte, a unas jornadas intensivas que madres y padres critican porque «dificultan la conciliación» y que los docentes ven con buenos ojos «por el momento»

El de la jornada lectiva y las vacaciones escolares es un debate histórico que se reabre cada verano. Y este, también. Esta vez llega a raíz del estudio Revisión de evidencia sobre la jornada escolar que ha realizado el Institut Català d’Avaluació de Polítiques Públiques (Ivàlua), en el que se señala que España es uno de los países con menos días de clase al año -175 frente a los 184 de media de la OCDE- y con mayor carga lectiva, en parte por las jornadas continuas o, lo que es lo mismo, jornada intensiva.

Se abre paso así la propuesta de repartir la carga lectiva durante el año y también a lo larago del día. Es en el primer punto, en el de la distribución anual, en el que coinciden los criterios de familias y docentes, pues ambos consideran que reducir las vacaciones de verano es, por ahora, una opción inviable en Aragón porque los espacios «no están acondicionados para desarrollar la actividad lectiva en la época de calor». Prueba de ello fue el pasado mes de junio: «La temperatura máxima en las aulas tiene que ser en torno a 27 grados, y estuvimos a 36 o 37, así que no puedo imaginar julio y agosto. Los centros no están preparados», subrayan desde Anpe (Asociación Nacional de Profesionales de la Enseñanza). A su voz se suma la de la Federación de Asociaciones de Padres y Madres (Fapar): «Está muy bien hablar de acortar el verano, pero la realidad es más tozuda y no vemos voluntad política».

Más alla de las temperaturas, familias y docentes de Aragón discrepan en criterios sobre la jornada escolar: mientras las primeras apuestan por volver al horario partido para que los alumnos pasen más tiempo en el centro, los segundos subrayan la importancia del descanso y recuerdan que los colegios e institutos «no son centros asistenciales».

Por partes. Desde Fapar sostienen que la concentración del proceso de enseñanza en unas pocas horas implica «distintos problemas»: a nivel pedagógico y también de conciliación. Es en este último punto en el que ponen el acento, ya que no todas las familias pueden compaginar su jornada laboral con el horario escolar.

En esta línea, Fapar cita los comedores escolares, un servicio que se ha tenido que eliminar o reducir en algunos centros por la jornada continua y que no todas las familias pueden suplir en sus hogares. También hacen referencia a las vacaciones de verano, mucho más extensas para el alumnado que para el grueso de los trabajadores, lo que conlleva que las familias tengan que buscar actividades para que los escolares estén atendidos durante esta época estival. «Los únicos que pueden conciliar por ahora son los maestros. Hay que legislar pensando en las necesidades de toda la sociedad», subrayan.

Según indican desde Fapar, en Aragón la jornada intensiva estaba asentada en Secundaria y, en los últimos años, se ha ido implementando también en Primaria. Fuentes del Departamento de Educación del Gobierno de Aragón indican que, en la provincia de Zaragoza, de los 190 colegios públicos de Primaria que hay, solo 6 tienen jornada partida y, los otros 184, tienen continua. En la de Huesca, 7 tienen jornada partida y 72 continua y, en la de Teruel, todos lo públicos (51) tienen continua.

Esta apuesta por la jornada continua se ve con buenos ojos desde Anpe Aragón «por el momento». La presidenta de la asociación en la comunidad, Teresa Hernández, indica que, aunque los centros pueden volver optar por la partida si así lo desean, «la mayoría se están quedando en la continua».

Con todo, Hernández incide en que desde Anpe les gustaría que se realizara un estudio para conocer realmente los beneficios perjuicios de estos horarios intensivos. «Tan malo puede ser para una familia que tiene una jornada laboral eterna recoger a su hijo al mediodía y volverlo a llevar después de comer que ir a por él a mitad de tarde», sostiene.

Hernández reconoce que «está claro que los alumnos no pueden mantener la atención de forma continuada durante tanto tiempo, más ahora con el auge de las tecnologías y redes sociales». Pero, subraya, los docentes y los centros «adaptan las metodologías para sacar el mejor rendimiento de los alumnos». «El estudiante no va a estar a pleno rendimiento ni a las 14.00 horas cuando acaba su jornada continua ni a las 15.00 o 16.00 horas cuando vuelve a las aulas si hace jornada partida. Esos momentos intentamos destinarlos a dinámicas en grupo, a otro tipo de actividades, etc.», señala.

En la misma línea, remarca que «los alumnos que no tienen apoyo en casa siguen contando con él aunque no haya colegio por la tarde porque hay docentes que preparan esas actividades y se les ofrece esos recursos». «Los comedores no se van con la jornada continua. Los alumnos que lo necesitan y que están becados siguen atendidos», sostiene, y asegura que «los centros siguen trabajando profesionalmente».

Con estas cuestiones sobre la mesa, y bajo la base de que «lo que de verdad es importante es el alumno», Hernández recuerda que los colegios «no son centros asistenciales». «Son centros de enseñanza, no de acogida. Su función es educar, integrar y acoger al alumnado, pero no adaptarse a las jornadas laborales porque no es su responsabilidad. Se deben estudiar los horarios de trabajo, pero la solución no está en reducir las vacaciones de los niños», afirma, y añade: «El foco no puede estar en adaptar la jornada lectiva porque perdemos la noción de lo que es un centro educativo».